Una pequeña calle tiene dos carriles, uno de ida y otro de vuelta. Están cambiando el pavimento de uno de los carriles, de modo que queda solo uno habilitado. Para poder seguir utilizando la calle, los autos se turnan el sentido de circulación, lo que es factible gracias a un semáforo portátil; este funciona gracias a un grupo electrógeno instalado en una esquina. Uno de los autos en la fila era un Tesla; posteriormente, a cierta distancia de ahí vi por primera vez un surtidor de electricidad. Lo anterior no es algo que haya tenido que imaginar; es una escena que he podido presenciar hace algunos días mientras visitaba Múnich.
Lo que sí puedo imaginar es a propietarios de autos eléctricos recargándolos en su propio domicilio con electricidad generada en sus propios paneles solares. Mientras el semáforo portátil ya funciona de manera intensiva en capital en el primer mundo, en Lima todavía lo hace basado en el trabajo: aún tenemos al señor que levanta una paleta de señalización y le da vuelta, de rojo a verde y viceversa.
Lo anterior no es anecdótico, sobre todo teniendo en cuenta que el BID acaba de realizar un diagnóstico –que no resulta favorable– sobre el futuro de las pensiones en América Latina. A la menor tasa de natalidad y a la mayor esperanza de vida se les suman los cambios tecnológicos, los cuales seguramente incidirán en la creación de empleo, en las relaciones trabajador-empleador y en la generación de fuentes de financiamiento para el ahorro previsional; en un entorno de mayor intensidad en el uso de tecnología, la dimensión del riesgo es incluso mayor que la que creíamos. Pero en realidad, los problemas del mercado previsional son una extensión de los problemas en el mercado laboral.
El reto para el Perú, entonces, es crucial. En el marco de la reciente CADE, el periodista estadounidense Thomas Friedman destacaba que la tecnología viene creciendo a un ritmo mayor que el de la adaptabilidad humana. No solamente está cambiando el mundo sino que está cambiando la forma del mundo. La manera de enfrentar este cada vez más complejo escenario es aprender más rápido y gobernar de manera más inteligente, nos dice.
¿Estamos en ese camino? Viendo los planes de competitividad presentados en la CADE tanto por el sector privado como por el público, quiero creer que sí. Pese a ello, propuestas como la de reponer a antiguos trabajadores estatales que en su momento recibieron una compensación –y que incluso pueden haber superado ya la edad de jubilación– son un indicador de que el mismo todavía no está pavimentado.