La ralentización de la economía y su impacto en la recaudación ponen nuevamente en relieve la necesidad de optimizar el sistema impositivo nacional, señala el Socio de Impuestos de EY Perú. (Foto: GEC)
La ralentización de la economía y su impacto en la recaudación ponen nuevamente en relieve la necesidad de optimizar el sistema impositivo nacional, señala el Socio de Impuestos de EY Perú. (Foto: GEC)
/ DIANA CHAVEZ
Marcial García

Los ingresos tributarios de la prácticamente se duplicaron en la última década. El avance es notable, pero insuficiente. La recaudación como porcentaje del PBI (o sea, la presión tributaria) aún permanece en niveles relativamente bajos. El año pasado llegó apenas a ser 14,1%, mientras que el promedio en la región gira en torno al 23% y en los países de la OCDE al 34%. La brecha es enorme.

A pesar de los esfuerzos, el crecimiento de la recaudación muestra una desaceleración que se ha acentuado en los últimos meses. En lo que va del año creció tan solo 2,9%, una tasa casi cinco veces menor a la alcanzada en el 2018 (13,8%).

Es cada vez más obvio que el enfriamiento de la economía está pasando factura. A eso se suma el intenso bajón que viene registrando el aporte del sector minero (-27%), luego de subir 62% en el 2017 y 40% en el 2018. Este resultado era previsible dado que el precio del cobre –nuestro principal producto de exportación– ha retrocedido 15,3% en los últimos 18 meses por la guerra comercial que libran EE.UU. y China.

La ralentización de la economía y su impacto en la recaudación ponen nuevamente en relieve la necesidad de optimizar el sistema impositivo nacional. Desde hace un tiempo, se han dado pasos para combatir con mayor énfasis la evasión y elusión fiscal. La facturación electrónica, la deducción de gastos por trabajadores que pidan comprobantes de pago y la norma antielusiva van en esa dirección.

Pero el trabajo recién comienza, sobre todo en lo que se refiere a la ampliación de la base tributaria para que cada vez sean más los que cumplan con sus obligaciones. Es evidente que las medidas implementadas no han acabado con el principal problema que enfrenta la Sunat, que es la informalidad.

Este fenómeno tendría entre sus causas la complejidad e ineficiencia de nuestro sistema tributario que se reflejan en el ránking Paying Taxes del Banco Mundial, en el cual el Perú aparece en los últimos lugares en materia de facilidad para el pago de impuestos (puesto 120 de 190 países).

No podemos seguir teniendo un régimen fiscal que desincentive la formalización y que condene a un pequeño grupo de contribuyentes a sostener toda la carga del Estado. Resulta necesario reducir los altos costos de la formalidad, por ejemplo, bajando las elevadas multas que impone la Sunat o haciéndolas progresivas en función de las reincidencias, como en otros países. Esto podría dar buenos resultados en el corto plazo, mientras que a mediano plazo la apuesta tiene que ser por una reforma seria que simplifique el sistema tributario de forma estructural.

Tras la disolución del Congreso, queda por ver si el Gobierno aprovechará las facultades extraordinarias que tiene para legislar vía decretos de urgencia para impulsar la recaudación. Múltiples especialistas coinciden en que ello sería constitucional en el período del interregno parlamentario.

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