La primera semana de marzo, como sucede desde 1932, tendrá lugar en Toronto la convención anual del PDAC, el mayor evento minero del mundo que reúne a unos 25.000 asistentes de 135 países. En esta edición, una vez más, el Perú será protagonista, no solo por ser país auspiciador (con Canadá y Brasil), sino también por tener una de las delegaciones más numerosas.
La cita se da cuando la industria minera afronta una nueva amenaza. El brote del letal coronavirus está frenando el crecimiento de China, el mayor comprador mundial de minerales, reduciendo la demanda de diversos productos. Entre los más afectados por la rápida propagación de la epidemia están los metales industriales, sobre todo el cobre, que suele ser considerado un indicador de salud económica.
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Si bien el metal rojo logró un significativo avance tras la firma de la primera fase del acuerdo comercial entre EE.UU. y China, este se ha visto revertido por el fuerte impacto que la grave crisis sanitaria está teniendo en la economía del gigante asiático y los efectos que ya se han dejado sentir en todo el mundo. Desde que se detectó la enfermedad, su cotización acumula una caída de casi 10%.
Esto supone un alto riesgo para la economía peruana, que depende tremendamente de lo que ocurra con la demanda y precio de este metal. A fin de cuentas, explica un tercio de las exportaciones totales del país y el 50% de nuestros envíos de minerales al exterior, por lo que una caída de su cotización tiene efectos negativos a nivel macroeconómico y en la balanza comercial.
En medio de esta incertidumbre, la competencia entre países por atraer capitales será cada vez más reñida, pero pareciera que nuestros líderes no se dieran cuenta. En lugar de dar señales que transmitan confianza, se empeñan en hacer lo contrario. Sin ir muy lejos, el anuncio del presidente Martín Vizcarra de que Tía María no se ejecutará en su gobierno porque “no están dadas las condiciones”, pese a cumplir con todos los requisitos legales, envía un pésimo mensaje a los inversores.
La falta de convicción que hasta ahora ha mostrado el mandatario para impulsar la inversión minera ha despertado una profunda preocupación en el sector sobre el futuro de otras iniciativas. En momentos en que los temores sobre la economía mundial hunden los precios de los principales metales que exportamos, debe liderar personalmente los cambios necesarios para sacarlas adelante.
El PDAC permitirá al Perú estar en la vitrina minera del mundo. Tras lo sucedido con Tía María, el gran reto será convencer a los inversionistas de que seguimos siendo un destino por el que conviene apostar. Para recuperar credibilidad, bien haría el Gobierno en anunciar medidas concretas para avanzar en la resolución de los conflictos sociales. No basta decir que somos un país minero. Es una enorme oportunidad la que tenemos por delante que no debemos desaprovechar.