Gracias, Pokémon Go, por Alejandro Falla [OPINIÓN]
Gracias, Pokémon Go, por Alejandro Falla [OPINIÓN]

Durante los últimos años he luchado con poco éxito por sacar a mis hijos del sedentarismo generado por las pantallas o la comodidad del carro. He intentado varias estrategias, algunas del tipo garrote, ninguna que justifique una denuncia ante la Demuna. Este fin de semana ocurrió algo sorprendente. Uno de mis hijos me pidió ir de compras caminando, en vez de ir en carro. El culpable:

Solo ganas pokemones si caminas. El bendito juego logró algo que por otros medios no pude lograr. Mi hijo no fue el único afectado: en las últimas semanas he visto adolescentes y jóvenes caminando por varias partes de la ciudad. El juego ha logrado modificar ciertos hábitos sin necesidad de la amenaza de una sanción. Aquí hay lecciones que aprender respecto a la forma como se pueden regular ciertos comportamientos y el tipo de incentivo que conviene usar para lograr lo que se quiere.

Las enfermedades vinculadas con la obesidad son una realidad. Países tan cercanos como México y Chile ya enfrentan serios problemas. Ante la amenaza del problema aparece la regulación y los reguladores con sus garrotes.

Una de las herencias que nos deja el gobierno de Humala es la regulación de la comida chatarra. Durante su gobierno se discutió y aprobó la Ley de Promoción de la Alimentación Saludable para Niños, Niñas y Adolescentes (Ley 30021). El objetivo es prevenir o reducir las enfermedades vinculadas con el sobrepeso y la obesidad. El foco de atención está en lo que se come y quienes lo venden. Ellos han sido declarados culpables del problema.

La ley está llena de prohibiciones y limitaciones a la promoción y comercialización de ciertos alimentos y bebidas. Se ha prohibido promover la adquisición de alimentos a través de la entrega de regalos (adiós al huevo de Pascua con sorpresa), utilizar en la publicidad el testimonio de personajes ficticios admirados por los niños (adiós a la imagen animada del pato en el Cua Cua). Se ha forzado a incluir en el envase de los productos y en su publicidad una advertencia que señale claramente: “Evitar su consumo”. Todo esto va acompañado de la amenaza de un garrotazo en casos de incumplimiento: si no cumples, te cae una multa.

Implementar todo esto va a costarle mucho al Estado y a las empresas. En un país que venera el pollo a la brasa y el chicharrón, es poco probable que tanta restricción genere algún resultado positivo distinto al de darle de comer a algunos abogados. 

¿Y cómo se combate el sedentarismo y los hábitos que están en el origen del problema? La ley no propone nada concreto. Es más fácil satanizar a los alimentos y a quienes los comercializan, aunque con ello no se resuelva el problema. En las últimas semanas un simple juego ha incrementado la actividad física de algunos jóvenes y adolescentes. Nadie está sugiriendo que con Pokémon Go se acabó la obesidad. Este juego revela que es posible imaginar soluciones para atacar un problema regulatorio sin multas. Uber ha logrado más por la mejora del servicio de taxis que toda la regulación existente. Una pokeparada podría ser más efectiva que una multa.