Parece que 50 años después de que Luis Alberto Sánchez escribiese “Perú: retrato de un país adolescente” aún seguimos siéndolo. Como cualquier adolescente, somos idealistas e inconsecuentes, como cuando nos quejamos del tráfico de Lima, pero contribuimos al caos pasándonos la luz roja. Cuando nos quejamos de la señal telefónica, pero nos oponemos a que instalen más antenas, o cuando nos quejamos de la corrupción e ineficiencia del Estado, pero nos negamos a pagar lo que ganan los profesionales calificados y honestos.
Me parece curioso que los mismos a quienes les escandaliza que un ministro gane S/.30 mil al mes no dijeron nada cuando Markarián ganaba US$60 mil mensuales. ¿Será que para los peruanos el entrenador de la selección vale más que Luis Miguel Castilla? Si es así, no me han avisado.
¿Es verdad que se trata de un sueldo elevado para un ministro de Estado? Veamos. En México, un ministro gana una cantidad similar. En Chile gana 50% más y el costo de vida en México D.F. o Santiago de Chile no es muy diferente al de Lima. Por otro lado, el salario de un puesto como el que tenía el actual ministro de Educación en el Banco Mundial (el tipo de profesionales que quisiéramos tener más en el sector público) es bastante mayor.
Cabe mencionar que en el Perú, el ministro de Educación es responsable por un presupuesto de S/.18 mil millones, el de Transportes por uno de S/.12 mil millones y la ministra de Salud por uno de S/.11 mil millones. ¿De verdad queremos que los responsables de tantos recursos ganen menos de lo que merecen? Como dice mi madre, “en arca abierta, hasta el justo peca”.
Para darnos una idea de cuánto puede ganar en el sector privado alguien con las calificaciones de un buen ministro, tomemos en cuenta que el sueldo mensual de un gerente de línea de una empresa con ventas mayores de US$100 millones supera los S/.30 mil. No, pues, no se trata de un sueldo elevado para un ministro.
Algunos críticos señalan que no se puede comparar los sueldos del sector público con los del privado. Es verdad.
El sector público es mucho más restrictivo y la responsabilidad de los funcionarios mucho mayor. Si en el sector privado se sospecha que un gerente ha obrado mal, la empresa tiene que probarlo. En el sector público bastan algunas conjeturas para que uno se vea obligado a demostrar su inocencia. Una persona cercana a mí le ahorró al país varios cientos de millones, y como agradecimiento tuvo que hipotecar su casa y afrontar un juicio que duró varios años.
Asimismo, en el sector privado uno tiene libertad para hacer lo que quiera. Un ministro de Estado, además de asumir la responsabilidad por las decisiones presidenciales que refrenda, no puede ejercer otra función pública ni ser empresario ni gestionar sus legítimos intereses.
Definitivamente, aumentar el sueldo de los altos funcionarios no soluciona los problemas de gestión del Estado, aunque es un paso en la dirección correcta. Aún necesitamos crear un servicio civil que sea atractivo para los mejores profesionales y que se pueda hacer carrera en la administración pública.
Mientras así se organizan los países con los cuales competimos, aquí seguimos esperando que los funcionarios públicos hagan sacrificios que nosotros mismos no estamos dispuestos a hacer. Ya pues, maduremos de una vez.