¿Quién le teme al gremio feroz?, por Gonzalo Carranza [Opinión]
¿Quién le teme al gremio feroz?, por Gonzalo Carranza [Opinión]
Redacción EC

Por: Alberto Verme, presidente de Citi para Europa, Medio Oriente y África

Me preguntaba un amigo si la  estaba bien, mal o pésimo y dudé qué responderle. Me considero optimista. Por lo menos me esfuerzo por ver el vaso medio lleno e intentar deslindar lo positivo dentro de lo grave y convertir el reto en oportunidad.

Rehúso caer en el pesimismo porque sus adeptos como que desearan que lo pésimo se diera, porque solo entonces sus opiniones, y hasta vivencias, se verían justificadas. Aún recuerdo el sarcasmo con que otro amigo definió al pesimista, como un optimista mejor informado. Desde entonces me resisto a renunciar a mi espíritu optimista pero intento estar mejor informado.

Y me desanima el cínico, aquél que no asume responsabilidades pero es quien primero duda y hace dudar y critica y hace criticar. Es aquel que en el colegio o en casa, nos sonreía al recordarnos que lo malo había ocurrido con su consabido, "ya ves, te lo dije".

Volviendo a la pregunta de mi amigo, la primera  tentación fue decirle que todo era relativo y que en comparación a como estábamos en el 2010, nos iba mejor. Pero el insistía  que no buscase relatividad en mi respuesta sino que le dijera sin tapujos si estábamos bien, mal o pésimo.

Bueno, entonces me dejé guiar por mi primer impulso, optimista, y  me convencí que la respuesta acertada era "nos va bien".

Estados Unidos mostrando crecimiento sostenible, Europa menos sostenible pero positivo y China positivo pero menor al que nos tenía acostumbrado. Y como entre los tres colosos generaban el 60 por ciento del producto global, entonces pesen que estábamos lejos de que nos vaya mal e imposible que nos fuera pésimo.

Pero esta vez, dudé. Y dejé que las observaciones del pesimista y del cínico también fueran escuchadas y analizadas.

China: ¿ganará el pesimista?

Empezando por China, el pesimista piensa que se viene un aterrizaje forzoso, con consecuencias cataclísmicas para las economías emergentes que dependen del mercado Chino para sus exportaciones. El modelo ha fracasado, las autoridades han fallado y han sido agotados todos los posibles estímulos monetarios y fiscales para contener lo inevitable. La única salida es una devaluación drástica del remimbi y que las exportaciones baratas se re-conviertan en el motor de crecimiento, le duela a quien le duela.

El cínico arguye que hace años que nos avisan de la poca confiabilidad de las finanzas chinas.  ¿Cómo el Gobierno le va a hacer frente a los altísimos volúmenes  de endeudamiento que sostienen primero los bancos y luego los municipios a quienes se les prestó el dinero? Si la esperanza de transición de un modelo de crecimiento por inversión a uno que depende del consumidor, radica en el mayor gasto de este último, no se entiende que se estimule el consumo si los bancos pueden tener serios problemas de cartera. Además, los precios de bienes raíces, gran impulsor del consumo, muestran tendencia a la baja de manera acelerada.

El optimista informado, asume que la desaceleración China no constituye un evento sorpresivo. En todo caso, reclama que 6 por ciento de 200 es aún mayor que 10 por ciento de 100 y que todo país que intentó pasar del crecimiento de inversión a uno basado en el consumo, sufrió algún tropiezo en el intento. Los más notables son Alemania, Japón y Corea después de las crisis que sufrieran los dos primeros luego de la Segunda Guerra Mundial, y el tercero también tras el fracaso de su propia aventura bélica unos años más tarde.   Le República China cuenta con un nivel de reservas de más US$ 3 billones de dólares (millones de millones), más que el producto de toda América del Sur. Cifra que les permitirá conducir su economía a buen puerto, independientemente de la turbulencia actual y además, parte de este dinero, puede ser destinado a los agricultores y terceras generaciones, quienes a su vez, demandarán mayores servicios de salud y de pensiones, alternativas al consumo y a la inversión.

Europa: ¿gana el cínico?

El pesimista augura, casi desea, que la Unión Europea se desintegre. Pocos, menos ellos,  le habían prestado atención al tema "Brexit" en Europa. El riesgo que Gran Bretaña se retire como miembro de la Comunidad Europea es más que significativo y constituirá el primer paso para que el mayor mercado económico del mundo (totaliza 24 por ciento del global) desaparezca. Europa carece de liderazgo. La Canciller Merkel, atraviesa por momentos bajos por la manera como se intentó paliar la crisis de refugiados. El desempleo es y se mantendrá alto, la banca refleja debilidad en sus balances y el populismo tanto de derecha como de izquierda recibirá mayor aceptación por amplios segmentos de la población, sintiéndose su impulso  desde los Balcanes, cruzando por territorio galo e impregnándose en los dos miembros de la península Ibérica.  Al concretarse la salida del Reino Unido, el lenguaje populista se  tornará más agresivo, el tema migratorio se convertirá en el principal y la xenofobia resurgirá como paliativo: Antes de aceptar más extranjeros debo responsabilizarme por las necesidades de mis compatriotas, quienes aún están desempleados". Y antes que me olvide, el pesimista, afirma que Grecia no podrá hacer frente a los pagos que corresponden al último acuerdo con la troika y tendrá que sentarse a negociar por enésima vez o simplemente aceptar la realidad, reconocer su insolvencia y optar, también, por salirse de la Comunidad.

El cínico nos recuerda que la Comunidad fue un invento Alemán, que favoreció a Alemania y que su vigencia podrá sostenerse en la medida que Alemania se siga favoreciendo. Nos recuerdan que los otros dos miembros fundadores, Francia e Italia, nunca tuvieron la convicción política para impulsar las reformas dirigidas por Bruselas, y que ambas naciones viven del pasado, constituyendo aún con orgullo, museos vivientes. También nos indican que la población es una de gentes adultas, que no invierten, que trabajan menos y que ahorran más. Nos comentan, con sarcasmo, que Europa va camino a convertirse en la nueva Japón, donde durante ya dos décadas fracasan los intentos de crecimiento de demanda precisamente por el perfil adulto de su población. Y nos afirma que el futuro del Euro depende más de la creatividad de su Autoridad Monetaria que de su clase política. El presidente del Banco Central Europeo, Mario Dragui, ha logrado, mas con palabras que con hechos, mantener tipos bajos, hacer revivir el crecimiento positivo y mientras su puesto, ni sus políticas, sufran alteraciones, entonces podríamos, cínicamente,  disipar nuestra preocupación.

No hay mucha opción para los optimistas con relación a Europa, pero algunos aún resisten. Y adhieren al relativismo de “lo mal que estábamos y lo mejor que estamos”. Que el crecimiento, aunque auspiciado por Dragui, es mejor que el decrecimiento y que además del precio del dinero, Europa se podrá beneficiar del precio de combustible barato, al seguir siendo un neto importador.

Estados Unidos: ¿triple empate?

El pesimista sonríe abiertamente, sobre el panorama político en Estados Unidos, donde la indignación parece haberse convertido en el bastión del voto, tanto conservador como liberal. La brecha en los ingresos entre los que más tienen y los que menos tienen se ha ampliado, la crisis del '08 no ha sido revertida, los bancos son los culpables del fracaso y su disolución se  hace imperativa, ya que los remedios a medias tintas resultan hipócritas. Para recuperar su grandeza, definida como hegemonía geopolítica o gran distribuidor de riqueza, USA requiere de un cambio brusco, lo que se traduce en ventajas fiscales para estimular la inversión por parte de la gran empresa y disminución de los poderes del gobierno central para intervenir como garante del estado del bienestar, mayores impuestos y escisión del actual modelo bancario para volver a la separación entre banca de inversión y banca de particulares.

El cínico aduce que todo lo que se está viviendo fue concebido por USA, Europa y Japón. Arguyen que las recientes crisis obedecen a dos conspiraciones, producidas por los mismos actores. La primera, del 2000 al 2008, implicaba endeudar al consumidor americano y a los gobiernos europeos, favoreciendo el crecimiento mundial, el comercio con China,  el precio de las materias primas y las arcas de los bancos centrales y fondos soberanos de países exportadores de petróleo, quienes a su vez re-invertían su creciente liquidez en títulos de deuda de USA y de Europa, creando un fabuloso círculo virtuoso. La segunda conspiración, desde el 2009 a la fecha,  se centra en el descenso del precio del petróleo,  a través de un exceso de oferta de energía no-convencional americana, golpeando de un solo tiro a tres grandes exportadores como Rusia, el Medio Oriente y a Irán, y favoreciendo, con el mismo tiro, a dos grandes importadores como Europa y a Japón. Además, para mitigar cualquier defecto de demanda en Europa o Japón, el banco central americano decide impulsar una subida de tasas, incrementando aún más el valor de la divisa americana y permitiendo que Merkel y Ato exporten sus frustraciones.

El optimista-informado, arguye que el mundo y USA están pasando por un momento histórico, parafraseando a Churchill, donde la crisis de 2008 no ha sido desaprovechada y donde el dinero, la energía y el salario gozan de mínimos inéditos. Que la economía, aun pesando de 23 por ciento de la mundial, tiene fundamentos sólidos y que, a diferencia de la banca Europea, su sistema financiero goza de amplia liquidez, mejor calidad de activos y envidiable capitalización. Sin ignorar encuestas ni tendencias políticas, el sistema confía en que al votar, el ciudadano ejercerá juicio responsable y desligará la retórica de lo importante, "¿a quién puedo confiar el futuro de mi país y de mis hijos?".

Pero mi amigo, siempre tan incisivo, me forzaba a responderle si estábamos bien, mal o pésimo.

Y le respondí lo siguiente:
Que estábamos pésimo por haber rehusado a valorar las consecuencias de nuestros actos, convirtiendo el mundo en un caldo de cultivo para populistas de ambos bandos y dándole cabida al pesimista que sólo quiere, hasta desea, que la humanidad y el planeta del que depende, se deterioren.

Y que estábamos mal además por renunciar a nuestros valores básicos. Habíamos sido ambiguos e irresponsables en definir nuestros objetivos de progreso y permitir que los cínicos nos inculquen dudas sobre la globalización, la importancia de un sistema monetario independiente, la relevancia del comercio y el significado de justicia social y económica. Mal por abonar el terreno de los cínicos y sus teorías de conspiración.

Pero que yo, sin rehuir los retos ni entrar en negación de tendencias tan serias y preocupantes, prefería adherirme al espíritu  optimista y responsable y afirmar que estábamos bien porque China no se autodestruiría y en vez nos acostumbraría a seguir creciendo pero a menor ritmo. Y Europa tampoco se desintegraría pero su liderazgo responsable se impondría y encontraría una formula coherente para hacer frente al tema de los refugiados; y que USA, superadas las elecciones, retomaría su papel de líder de la economía mundial, ofreciendo otra década de tipos de interés bajos y muy probablemente, una década de precios de combustibles baratos.

Mi amigo, no convencido aún, me preguntaba, ahora con ira, si el Perú, se beneficiaria de lo que estaba diciendo.

Y le respondí, esta vez con convicción y ninguna duda, que sí pero que para maximizar nuestra posición debíamos actuar con ilusión, optimismo y responsabilidad.

En el corto plazo, al vislumbrarse un horizonte aún más largo de tipos de interés bajos,  el Perú podría financiar su amplia brecha de proyectos de infraestructura al precio de dinero más bajo de las últimas cinco décadas.

Las incertidumbres en cada una de las tres plazas más importantes China, Europa y Estados Unidos, deberían reforzar nuestra creencia en la diversificación de nuestros lazos comerciales y diplomáticos.

Nuestra nación tiene cuotas equitativas con cada uno de las tres regiones, lo que permitirá dosificar nuestras estrategias de exportación, haciendo que cualquier bajón inesperado en una de ellas pueda ser mitigado por el repunte de las otros dos. Dicha reforma estructural fue implementada hace ya más de dos décadas, confirmando que la coherencia en políticas económicas puede seguir construyendo el futuro de nuestra nación.

En el largo plazo, adherirnos a la misión que compromete nuestro honor de erradicar la pobreza absoluta, pues solamente la creación de mayor riqueza y su distribución equitativa, consolidará el espíritu optimista y responsable del gran peruano, y nos blindará contra cualquier pesimismo o cinismo.