Hace unos días, mi estimado amigo Richard Webb ha sugerido que las contribuciones al sistema de pensiones deberían ser opcionales. La fundamentación de su aseveración está en su comprobación de que las familias ya utilizan muchas otras opciones de ahorro. Es decir, obligarlas a ahorrar para sus pensiones es redundante e ineficiente. Webb sugiere que el foco del Estado debería ser que todos los peruanos deberían tener cobertura de salud y no que todos deberían tener pensiones.
Es correcto señalar como hace Webb que en realidad las familias acumulan su riqueza en diferentes activos. Es decir, las familias tienen en un determinado momento una vivienda propia, cuentas en el sistema financiero y ciertos bienes.
Webb sugiere que esos activos pueden servir para conseguir el mismo objetivo que cumple una pensión. Ahí es donde empiezan los problemas. Para empezar, una pensión, en la forma de una renta vitalicia, protege a los individuos del riesgo de longevidad. Ninguno de nosotros sabemos cuánto tiempo viviremos, así que resulta tremendamente complicado (salvo que nos sobre la plata) decir que tenemos activos suficientes para vivir de ellos.
Pero ese no es el único problema. Muchos de estos activos no nos dan un ingreso cierto. Puedo tener mucha rentabilidad en algún instrumento, o en alguna inversión en algún período en particular, pero eso no garantiza que ese negocio no se arruine en unos años más, o que esa extraordinaria rentabilidad sea exactamente eso: extraordinaria y no regular, es decir, la que todos los años recibo sin falta. Ese riesgo de inversión pone en duda la capacidad de una persona de cubrir sus gastos esenciales.
Pero esos no son los únicos problemas. Las familias de hoy no se parecen a las de ayer, ni tampoco se parecerán a las de mañana. El número de hijos que tuvieron nuestros abuelos fue mucho mayor al que tendrán nuestros hijos. Esto complica un esquema de solidaridad intergeneracional donde los hijos se pueden hacer cargo de los padres que no consiguen asegurar un flujo cierto de ingresos para solventar sus gastos una vez que estén en período de jubilación. Mientras menos hijos se tengan, habrá una menor probabilidad de que funcione un mecanismo de apoyo intergeneracional. El ejemplo extremo es China, donde producto de la prohibición de tener más de un hijo, las familias chinas ahorran una cantidad mucho mayor que cualquier otra economía en el mundo.
Finalmente, los liberales odian todo lo que sea obligatorio y, en su lista de enemigos, el primer lugar lo ocupan los impuestos. Sin embargo, se olvidan que el votante medio de nuestro Perú está envejeciendo. Hoy ese votante medio tiene 30 años, pero en pocas décadas habrá envejecido. Serán estos votantes los que decidirán las elecciones presidenciales y preferirán que sean las generaciones de nuevos jóvenes las que paguen los gastos de jubilación de las generaciones de los jóvenes de ayer. Así que tener un sistema obligatorio de pensiones que funcione evita impuestos futuros al trabajo.
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