El 14 de octubre de 1962, un avión estadounidense captó la instalación de misiles soviéticos en Cuba, lo que inició la Crisis de los Misiles, el punto más álgido y tenso de la Guerra Fría, muy cercano a una guerra nuclear.
A partir de las decisiones del presidente Kennedy y el secretario Khrushchev, surgió una profusa literatura sobre teoría de juegos para analizar el comportamiento de las partes en un conflicto político, iniciada por el premio Nobel de Economía Thomas Schelling. Estos modelos permiten entender qué lleva a una situación de conflicto a escalar o desescalar, algo indispensable para la coyuntura peruana.
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Un gobierno de Pedro Castillo representaría una amenaza de conflicto grande entre el Ejecutivo y el Legislativo. Con un Congreso opositor y una bancada oficialista minoritaria, sus propuestas (económicas y asamblea constituyente) tensarían al máximo la relación entre los dos poderes del Estado. Los equivalentes nucleares serían la vacancia presidencial y la disolución del Congreso.
Un primer elemento que se deriva de la teoría de juegos es que los actores involucrados en el conflicto tienen una cierta racionalidad en sus acciones. El modelo de actor racional indica que las partes en un conflicto político tienen objetivos y tácticas que someten a cálculos de costo y beneficio.
Para muchas personas en el entorno de Kennedy, los soviéticos eran inherentemente malignos y su único propósito de esparcir el comunismo por el mundo. El Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas de EE.UU. argumentó a favor de invadir Cuba. Pero bajo el modelo de actor racional, los soviéticos irían tan lejos como fuese conveniente, buscarían ventajas tácticas para aumentar su poder, pero se alejarían de cualquier acción que tenga un costo muy alto para ellos.
El modelo de actor racional primó sobre el de actor maligno, y eso permitió tomar mejores decisiones para desescalar el conflicto (es importante notar que asumir racionalidad no significa asumir bondad).
El modelo de actor racional es un primer elemento para entender el comportamiento que se puede esperar de las partes en conflicto, e identificar las vías para desescalarlo.
En el caso de Castillo, esto implica analizar qué escenarios lo pueden llevar a tomar decisiones de confrontación o moderación.
La politóloga Gretchen Helmke ha utilizado modelos de teoría de juegos para entender los conflictos entre poderes del Estado en América Latina. Entre 1985 y el 2008, el 32% de todos los gobiernos en América Latina sufrió una crisis entre poderes del Estado por causa de un conflicto. El modelo de Helmke explica bastante bien la mayoría de estos eventos.
Un segundo elemento con base en los hallazgos de Helmke es que los presidentes débiles en términos de poderes constitucionales y con minoría parlamentaria tienen menos riesgo de ser atacados por el Legislativo, y menos probabilidad de iniciar un ataque. La razón es que no son una amenaza. Sería en principio el caso de Castillo: presidencialismo débil con minoría parlamentaria.
Tercero: el otro factor que más protege a un presidente con minoría parlamentaria de un ataque es su capital político, su nivel de respaldo ciudadano.
Finalmente, la expectativa que tienen ambos poderes del Estado del comportamiento del otro puede llevar a escalar el conflicto y precipitar el uso de las opciones nucleares. Es decir, si el Congreso anticipa movidas del Ejecutivo para disolverlo, o viceversa.
Estos hallazgos en conjunto permiten trazar escenarios para intentar entender cómo sería la dinámica del conflicto entre un Ejecutivo liderado por Castillo y la oposición legislativa.
El análisis
Si Castillo cede ante el Legislativo en sus intenciones y planes (es decir, el Congreso rechaza sus propuestas, y Castillo lo acepta), el riesgo de una crisis debería reducirse dramáticamente.
Esto cambiaría si Castillo intentase presionar al Congreso e iniciar maniobras agresivas para aumentar su poder y conseguir las victorias legislativas necesarias para implementar medidas económicas radicales o convocar su asamblea constituyente.
Estas pueden ir desde intentar desprestigiar al Congreso con una retórica confrontacional, hasta convocar poderes extrainstitucionales para aumentar su respaldo (por ejemplo, marchas a favor de sus propuestas).
El intento de Castillo por aumentar su poder podría generar un ataque preventivo del Congreso, que podría escalar rápidamente hacia una vacancia o una disolución.
Por otro lado, si el Congreso da señales tempranas de confrontación puede también desatar un escenario de escalamiento de hostilidades. Estas serían por ejemplo tener también una retórica confrontacional temprana, atacar ministros con amenazas de censuras y cambiar las reglas de juego para limitar aún más al Ejecutivo. Para Castillo, podrían ser las señales previas a un ataque, lo que lo llevaría a tratar de actuar preventivamente.
La conclusión es que depende de ambos jugadores.
Refiriéndose a la Guerra Fría, Schelling notó algo aplicable a una situación como esta: “Los jugadores pueden tratar de enviar señales el uno al otro y coordinar para lograr un empate, si cada uno vira un poco, indicando que puede virar más si el otro lo hace”, y si se mueven despacio para dar margen de negociación, pueden evitar un escenario catastrófico para ambos sin que ninguno se lleve la sensación de derrota.
Quizá lo más preocupante es que un proceso de negociación implícita de este tipo requiere mucha pericia política, que ni Castillo ni la oposición tendrían.
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