(Foto: Archivo)
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Luis Fernando Alegría

La economía peruana está camino a cumplir su sexto año consecutivo en que no crece más de 4%. Detrás de esta debilidad está el titiritero que ha marcado la pauta del crecimiento en lo que va de este siglo: los precios internacionales de lo que exportamos.

La economía mundial atraviesa una etapa de incertidumbre causada por tensiones comerciales que están golpeando el dinamismo local.

Este contagio se hace notar en las cifras de exportaciones. Lo primero que se puede advertir es que los envíos al exterior entre agosto del 2018 y julio de este año sumaron US$47.029 millones; esta cifra es 5,7% más baja que la de hace un año.

Con este resultado, las exportaciones –en términos anualizados– suman tres meses de caída a ritmos cada vez mayores. Un año completo de deterioro, luego de que, a julio del año pasado, se alcanzara el récord histórico exportado por el país.

La cifra agregada revela que el mundo compra cada vez menos productos peruanos, pero ese total esconde diferencias importantes entre los bienes tradicionales y los no tradicionales.

La realidad adversa de las exportaciones se explica por el lado tradicional, es decir, aquellas que vienen básicamente de los sectores primarios y tienen poco valor agregado.

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Este tipo de envíos suma cinco meses consecutivos de retroceso, a tasas cada vez mayores. Resalta que a julio están cayendo 9,6% y se alejan cada vez más de su valor máximo en la historia, alcanzado en marzo del 2012.

Al ver el detalle, los productos mineros e hidrocarburos caen a un ritmo de doble dígito, que es paliado por los mayores envíos pesqueros.

En la otra orilla están las exportaciones no tradicionales. Este tipo de productos se caracteriza por tener un mayor valor agregado y son intensivas en la contratación de personal. Estos envíos están creciendo 4,9% a julio y, con ello, rompieron una racha de siete meses de enfriamiento.

La venta de estos productos está mostrando ser menos sensible a los vaivenes de los precios, pues en los últimos 31 meses ha mostrado crecimiento. No obstante este dinamismo, solo el 28,6% de todo lo exportado corresponde a bienes no tradicionales y, por lo tanto, no logran ‘mover la aguja’ a nivel agregado.

El rubro que merece una mención aparte es la exportación de frutas. Hoy suman US$3.363 millones, pero el número se ha multiplicado por ocho en los últimos diez años.

Se han convertido en una estrella de dinamismo porque la última vez que mostraron un resultado negativo fue en noviembre del 2009, es decir, hace 116 meses. Desde abril del 2013, el rubro se expande mensualmente a un ritmo de dos dígitos.

Con todo esto, las frutas han ganado peso dentro de la canasta exportadora. Hace diez años eran apenas 1,5% de todo lo vendido al exterior. Ahora alcanzan el 7,2% y son claves en la agroindustria moderna.

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Sin embargo, su potencial de expansión estaría limitado. Las empresas del rubro revelaron, en una encuesta de expectativas del Banco Central de Reserva, que la disponibilidad de agua es un problema muy grave, a lo que se suman la mala gestión de las instituciones públicas y la deficiente infraestructura.

Con todo esto, la Sociedad de Comercio Exterior (Comex-Perú) ve difícil que se logre la meta del Gobierno de US$10.000 millones en agroexportaciones al 2021.

EL EFECTO PRECIO

Las cifras disponibles permiten discernir la fuente de la caída de las exportaciones. En ese sentido, y dada la turbulencia del entorno global, la caída en los precios es la gran responsable del deterioro en el comercio.

Un dato preocupante es que, desde hace un año y medio, el volumen físico vendido al exterior no crece. Detrás de ello está el estancamiento del cobre y oro.

En el caso del metal rojo, a julio de este año solo se exporta 1,9% más que en enero del 2018; el caso del metal dorado es más evidente: en los últimos 12 años, el volumen exportado apenas crece 3,5%.

Con volúmenes de exportación que no crecen, el país está a merced de los vaivenes de los precios globales de lo exportado. Aunque las frutas son un caso de éxito notable, su dinamismo no ha sido suficiente para impedir que dos metales sigan siendo protagonistas de la balanza comercial

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