A una semana de que los peruanos vayan a las urnas, el presidente ejecutivo de Apoyo Consultoría y presidente del directorio de Scotiabank, Gianfranco Castagnola, hace un balance de la situación económica y la coyuntura electoral en el país.
—¿Cómo ves el ritmo de recuperación económica?
La economía peruana, luego de la drástica cuarentena del año pasado, empezó a recuperarse a partir de setiembre. El ritmo de recuperación fue superior a lo esperado hasta enero, cuando llegó la segunda ola. Desde entonces, ese ritmo empieza a ser afectado por una gran incertidumbre que tiene dos fuentes bastante obvias.
MIRA: Economía peruana crecería en alrededor de 10% este año: ¿a qué regiones les irá mejor?
La primera es la pandemia. El COVID no cede y la luz al final de túnel, que es la vacunación, existe, pero debido a uno de los tantos legados negativos que nos dejó el presidente Martín Vizcarra, que son innumerables y que la historia juzgará, no compramos oportunamente vacunas. Entonces, nuestro túnel aparentemente será muy largo.
Esa incertidumbre tiene un impacto sanitario y emocional grande. Hay fatiga y dolor por haber perdido muchos amigos, familiares. Esto tiene para meses. Pero también tiene un impacto económico. Hasta que una buena parte de la población esté vacunada, no podremos recuperar la normalidad en nuestra economía. Vamos a ver con envidia como un país desarrollado como Estados Unidos, por ejemplo, o vecinos como Chile empiezan a volver a esa normalidad, pero nosotros no, a pesar de que el Perú tenía los recursos económicos para comprar vacunas. Esto, reitero, es un pasivo del presidente Vizcarra, que no debe ser olvidado.
En segundo lugar, está la incertidumbre electoral. Es cierto que cada cinco años tenemos esta sensación de salto al vacío, pero creo que esta vez es distinta porque venimos de años muy complicados, donde el sistema político colapsó. En este aspecto la incertidumbre hacia adelante es doble. Está la interrogante sobre quién conducirá el país desde el Poder Ejecutivo, pero en los últimos años también quedó claro que el Congreso ha cobrado una importancia mucho mayor de la que tuvo en los 20 o 25 años previos.
Este Congreso ha tomado conciencia de su poder. Es un Congreso empoderado y su fragmentación, que es previsible que se mantenga en el siguiente período, genera un escenario de riesgo político elevado. Además, el equilibrio de poderes se ha resquebrajado, producto de un uso frívolo e irresponsable de las dos armas extremas que ofrece la Constitución: vacancia y cierre de Congreso.
Hoy cualquier crisis política trae a colación la palabra vacancia y, si no estuviéramos al final de un Gobierno, cualquier crisis política traería la posibilidad de empujar un cierre del Congreso. Es imposible gobernar un país, generar estabilidad y bienestar a la población, cuando tenemos esta amenaza permanente de una clase política irresponsable. Y esto es lo que ha pasado en los últimos cinco años.
Por tanto, la mezcla de la pandemia con este entorno electoral complicado, con este reequilibrio del Poder Ejecutivo y Legislativo, con vacancias y cierres de Congreso, etc. hace que los retos que enfrentemos a partir de julio sean inmensos.
Yo siempre he sido optimista sobre el Perú. Creo que en los últimos 30 años el país ha avanzado y es uno mejor de lo que era en los años 70 u 80. Pero te diría, en términos futbolísticos, que si en el siguiente período terminamos en empate, lo que implicaría no retroceder, yo me daría por satisfecho. Y luego, a partir del 2026 podríamos mirar cómo recuperar la senda del desarrollo. Lo fundamental en los próximos años es no retroceder más de lo que hemos retrocedido en estos años.
—¿En estos momentos alguna de esas incertidumbres está afectando más que la otra?
En el cortísimo plazo, la crisis sanitaria restringe la actividad económica, genera comportamientos de reactivación económica muy dispares. La recuperación económica se ha estado dando con forma de ‘K’, donde algunos sectores se han recuperado rapidísimo, como la construcción, por ejemplo, y otros como esparcimiento o turismo siguen en caída. En el corto plazo esos sectores están complicados, pero sobre ese tema sanitario se viene esta ola de incertidumbre por el tema político. ¿Quién nos gobernará? ¿Cómo será la relación del Poder Ejecutivo con el Legislativo? Este punto será mucho más importante de lo que era antes.
Para tener la tranquilidad de empezar a trabajar la agenda relevante del Perú, se necesita primero vacunar. Tenemos que comprar masivamente vacunas. Sin vacunas, todo es solo ilusión. En segundo lugar, cuando haya un nuevo gobierno, la primera señal para ver qué tanta confianza hay será el nombramiento de autoridades. Para la economía es fundamental el BCR, el MEF, la SBS. Luego podemos concentrarnos en la agenda fundamental, que es recuperar la economía, trabajar en su competitividad, ojalá se pueda avanzar algo, pero no soy tan optimista en eso.
Crecer 9% o 10% está dentro de lo posible. Me preocupa mucho más lo que venga el 2022
—Con esa visión no tan optimista, ¿consideras que aún se puede crecer a doble dígito este año?
Si vacunamos en la segunda mitad del año a buena parte de la población creo que nos podemos acercar. Crecer 9% o 10% está dentro de lo posible. Me preocupa mucho más lo que venga el 2022 porque ello va a depender más de salir de la pandemia y de lo que haga el siguiente gobierno.
—Antes de la pandemia ya teníamos una economía que crecía por debajo de su potencial. ¿A qué tasas deberíamos estar creciendo una vez que pase esta incertidumbre sanitaria, esté la población vacunada y recuperemos el nivel de producción pre-COVID?
Va a depender mucho del siguiente gobierno, de lo que haga para recuperar sobre todo la inversión privada. Vemos en los planes de gobierno de varias fuerzas políticas un énfasis en la reactivación económica basada en el gasto público y en la inversión pública, y creo que esa es una visión equivocada porque la inversión privada equivale entre cuatro y cinco veces en tamaño la inversión pública. Entonces, un punto de crecimiento de la inversión privada mueve mucho más la economía que la inversión pública. Incluso un partido promete 10% del PBI en gasto en Educación, otro 6% en Salud. Entre esos dos hay 16%. No es posible, eso es casi todo el presupuesto del Perú.
Estamos con la matemática mal. Pero más que eso, existe un énfasis en confiar en la inversión pública, cuya ejecución está tan atrofiada. El Perú es un país sui generis. Es un país en el que cuando se quiere hacer una política fiscal expansiva, y el ministro de Economía quiere aumentar en medio punto o un punto la inversión pública, entre que decide hacerlo y se ejecuta pueden pasar dos o tres años.
Esto es tanto así que hemos tenido que inventar mecanismos para compensar esa ineficiencia. El primero fue obras por impuestos, el segundo han sido los acuerdos gobierno a gobierno. En los Panamericanos, sin gobierno a gobierno no la hacíamos. Y ahora en la reconstrucción del norte, se va a gastar el doble que el promedio de los dos años previos gracias a que la mitad de ese impulso viene por acuerdos de gobierno a gobierno que nos sacan de los procedimientos de contratación pública.
Vuelvo a mi punto inicial. Veo que la recuperación económica del Perú y su senda de crecimiento a partir del 2022 va a depender muchísimo de quien nos gobierne, qué confianza transmita a través del nombramiento de autoridades competentes y que enfrente la agenda de fondo que requiere el Perú. Lamentablemente, he visto muy poco de esto en la mayoría de candidatos. No en todos, pero en la mayoría. Una agenda equivocada.
—A esto se suma que estamos en un año electoral, en que suele caer la inversión pública. ¿Se puede alcanzar la meta de S/39.100 millones que se trazó el ministro Waldo Mendoza en enero?
En términos porcentuales, la inversión pública el año pasado cayó en 18% y este año puede rebotar 17%. Aritméticamente no es lo mismo restar que sumar, pero en términos muy generales, es recuperar los niveles previos. Este año la inversión pública puede crecer bastante, definitivamente. Pero hacia el 2022 o 2023 va a ser un motor menor. El principal motor de la economía tiene que ser la inversión privada.
—Mencionaste las propuestas que buscan destinar 10% del PBI en educación y 6% en salud. ¿Qué otros temas te preocupan de los planes de gobierno?
Primero, creo que en muchos planes de gobierno uno encuentra la agenda equivocada. Si uno tuviera que pensar cuáles son las tres o cuatro principales áreas de foco de un gobierno en el 2021, más allá de la vacunación, que es una tarea urgente pero que va en paralelo, un tema es la reconstrucción de la institucionalidad política. Ha quedado claro que, si no hacemos un esfuerzo por reconstruir la institucionalidad política, el país no funciona. La democracia requiere de instituciones políticas que funcionen, y eso es un fin en sí mismo.
En segundo lugar, está la gestión del Estado. En la pandemia quedó demostrada las falencias del Estado, por ejemplo, en el tema de salud. Si no acometemos una reforma o muchas pequeñas mejoras en el funcionamiento del Estado, con mecanismos eficaces como, por ejemplo, concesiones y tercerización de servicios, el país no va a poder caminar. Veamos en Essalud las excelentes experiencias de concesiones de los hospitales de Callao y de Villa María del Triunfo que son ejemplares.
El tercer tema es la economía. Y acá hay un asunto importante. Vamos a tener un entorno internacional aparentemente extraordinario. La economía china viene creciendo casi 10%, la economía americana va a crecer este año 6,5%, gracias al paquete Biden. Se trata de un paquete sin precedentes que incluso asusta un poco a algunos economistas.
Tener a nuestros principales socios comerciales con ese nivel de crecimiento, con todo el impacto que ello tiene en los commodities, sobre todo en el caso del cobre, nos da un entorno que deberíamos aprovechar. Pero para poder hacerlo tienen que estar dadas las condiciones internas y esas reglas de juego las pondrá el siguiente gobierno.
El siguiente gobierno va a tener dos retos. Uno es hacer crecer la economía para recuperar el empleo perdido en la pandemia, porque debido al cierre tan brutal de la economía que hizo el presidente Vizcarra se ha destruido mucho empleo y mucho ingreso. Hoy todos -Estado, empresas y familias- somos más pobres y estamos más endeudados que en el 2019. El otro es que, a partir del 2022, se tiene que recuperar gradualmente el equilibrio fiscal. Esto puede requerir algunas medidas tributarias, por ejemplo, que van a tener que discutirse. Creo que a partir del 2022 o 2023 no nos salvamos de algún tipo de aumento de impuesto.
Lo curioso es que algunas fuerzas políticas plantean un mayor gasto sin generar las condiciones para que crezca el sector privado y se generen los impuestos que los financien. Además, se va a requerir subir algunas tasas. Yo no descarto que el siguiente gobierno tenga que contemplar aumentar el IGV en un punto. Lo digo como un ejemplo, no lo propongo.
Creo que estos son los temas que deberían estar discutiéndose, pero en los planes de gobierno no veo una agenda que promueva la inversión privada, el crecimiento económico, la competitividad, la diversificación productiva, el restablecimiento del equilibrio fiscal, etc.
Ya partimos de arrastrar el impacto de muy malas ideas por el actual Congreso, que ha socavado algunos cimientos de la economía, de la parte fiscal, por ejemplo, con el nombramiento de los trabajadores del CAS, la ley de la ONP que fue declarada inconstitucional, ha demolido el sistema previsional. El Perú, hoy no tiene un sistema previsional por toda la destrucción que ha hecho el Legislativo. Y la comisión Omonte tiene una muy mala idea de reforma.
También se han afectado reglas de juego básicas de la economía. El tope a las tasas de interés al sistema financiero es una pésima idea que va a generar exclusión financiera, como ha ocurrido en otros países. Se ha afectado un motor de la economía importante como la industria minera. Y esto en complicidad con el presidente Vizcarra, que paró un proyecto de inversión importante como Tía María. Entonces, creo que ya veníamos con una agenda equivocada.
Yo no descarto que el siguiente gobierno tenga que contemplar aumentar el IGV en un punto. Lo digo como un ejemplo, no lo propongo.
—Varios candidatos dicen que no van a crear nuevos impuestos. ¿No lo ves sostenible para mantener una caja fiscal ya de por sí gastada?
Es imposible. Podemos tener un impulso fiscal este año, pero luego vamos a tener que ordenar las cuentas fiscales. En los últimos 30 años, una fortaleza del Perú siempre ha sido su manejo fiscal ordenado y su relativamente bajo nivel de endeudamiento público, pero ya estamos pasando el nivel de 35% de deuda sobre PBI. No es que este sea demasiado alto, pero es un elemento diferenciador y es importante mantenerlo. Si nos vamos a 40% o 50%, bajarlo será bien complicado. Colombia, que tiene cerca de 60% de endeudamiento sobre PBI, está sufriendo para volver a nivel un poco más razonable.
Creo que no hay mucho espacio para políticas fiscales expansivas hacia el 2022 en adelante. Más bien, vamos a tener que recuperar el equilibrio fiscal y confiar mucho más en el sector privado, pero no veo eso expresado en los planes de gobierno. Incluso el candidato que va puntero quiere socavar la minería con una muy mala idea de cambiar la legislación de las concesiones mineras.
—Sobre minería, ¿cómo interpretas el mensaje de tres candidatos que dicen que Tía Maria no va? ¿De qué manera puede afectar la inversión extranjera?
Es un mensaje muy malo porque el Perú es un país donde la minería juega un rol fundamental en la economía, en generación directa e indirecta de empleo, de recursos fiscales, de movimiento económico. Yo soy tacneño y creo que el impacto que tiene la minería en Tacna es realmente importante. En Moquegua también lo es. El movimiento económico es potente y estamos renunciando a priori a un proyecto como Tía María, a pesar de que la empresa en los últimos dos años ha hecho un trabajo de acercamiento a la población importante. Hacer esto sin escuchar a las partes y tratar de buscar un acercamiento es un grave error.
Luego, la idea que tiene el candidato Lescano sobre la minería es muy mala. El está proponiendo que el recurso mineral que está bajo tierra, que es del Estado, cuando sale de la tierra sigue siendo del Estado. La actividad minera por naturaleza consiste en explorar y se gastan miles de millones dólares al año en exploración. Cuando una empresa minera puede desarrollar un proyecto, es un proceso que puede durar hasta 10 años y en el que querrá rentabilizar esa y todas las exploraciones que le fueron malas. Entonces, no le puedes decir que, tras diez años de venir buscando ese mineral, ahora que lo encuentras, te pago solo por procesarlo. Esa es una copia de la legislación de hidrocarburos de Bolivia y miremos cuánta exploración gasífera se ha hecho en ese país en los últimos años y cómo han caído las reservas.
Me llama la atención la idealización de la noche a la mañana de Bolivia por parte de dos o tres candidatos, como si fuera un muy buen ejemplo de crecimiento y desarrollo. Bolivia es un país que tiene retos importantes hacia adelante porque en los últimos seis años ha tenido déficits fiscales muy altos. Entre el 2015 y el 2019 en promedio el déficit fue de entre 7% y 8% al año. El 2020 subió a 14% y los ha venido financiando con reservas internacionales. Estas han bajado de US$15.000 millones en el 2014 a US$5.000 millones hoy en día. Algo va a tener que ajustar el nuevo gobierno porque lo que han hecho es que, pasado el boom del precio del petróleo al cual estaba atado el precio del gas de Bolivia, han mantenido creciendo la economía artificialmente con gasto fiscal. Eso es insostenible y es el modelo que admiran algunos candidatos.
—Ahora, súmale a eso la caída en exploración minera el año pasado, que ya venía de una caída sostenida que ha sido mayor que en otros países del mundo. Y que no haya un solo partido que haga énfasis en la relevancia del sector minero. ¿Qué tanto se puede desaprovechar el alto precio de los commodities para la recuperación económica?
Es un muy buen punto. O sea, se viene este boom que ojalá sea un megaciclo, no se sabe. El Perú debería estar peleando por atraer más recursos y por destrabar proyectos. Evidentemente se han hecho grandes avances de respeto al medio ambiente. Las normas son muy estrictas. Entonces, el cuidado en el relacionamiento con las comunidades ha mejorado muchísimo. Creo que el gobierno, en lugar de ponerse de costado, debería ser un facilitador y promotor de la inversión minera. O sea, podríamos rápidamente destrabar varios proyectos mineros y empezar a generar empleo y riqueza. Qué sería de la región Arequipa si hoy estuviera en plena ejecución Tía María y Majes Siguas.
—¿De qué va a depender este destrabe?
Yo creo que lo primero es que el gobierno tenga voluntad política y una actitud proactiva de generar los espacios para que se muestren primero todos los avances. Luego se tienen que dar las garantías para que el proyecto pueda ejecutarse. Caso contrario es una batalla que vamos a perder y el Perú está renunciando a fuentes de crecimiento y riqueza.
Ojo, los enemigos de la minería creen que quienes la defendemos creemos que esta es la única actividad económica que tiene el Perú y eso es falaz. La minería es uno de los tantos motores con los que cuenta en la economía peruana. La agroindustria es otro. El turismo es otro. También la acuicultura. Y hay industrias como la textil, la metalmecánica, etc. La agroindustria es un buen ejemplo de cómo se han ido sumando nuevos cultivos de toda naturaleza y ya no solo concentrados en las zonas más ricas de la costa, sino también en la sierra. Y de cómo se han articulado pequeños agricultores con los medianos y grandes. Todo esto se puede hacer y promover y el Estado puede facilitarlo.
—Como mencionas la agroindustria, volvemos al tema de la incertidumbre porque ahí hay un ejemplo. Luego de votar para prorrogar por diez años la ley de promoción agraria, el Congreso la derogó. Tras tres meses de aprobar la nueva norma recién esta semana se publicó el reglamento. ¿En qué medida estos cambios normativos imprevistos pueden afectar la demanda interna, ya sea en el corto o mediano plazo?
Definitivamente mucho. Por eso creo que las autoridades que nombre el nuevo gobierno constituyen una primera señal de hacia dónde quiere ir. Cuando uno vio el primer gabinete del presidente Vizcarra, rápidamente notó que era un gobierno que apenas aspiraba a una medianía en la gestión pública -con excepción del canciller, la ministra de Economía y por ahí una o dos personas más-. Esa medianía, y mediocridad en algunas carteras como la de Salud, nos ha costado muchísimo.
La primera señal son los nombramientos. Personas que realmente quieran tener impacto y no los que se sienten pasivamente a flotar y no hacer olas para no poner en peligro su puesto. Eso creo que sucedió en el mediocrísimo gobierno del presidente Vizcarra.
—¿Qué expectativas tienen los empresarios más allá de las elecciones respecto a sus decisiones de inversión?
Los empresarios que ya están invirtiendo en el Perú tienen que seguir hacia adelante, pero evidentemente ya hay actividades como la agroindustria, por ejemplo, que empiezan a mirar a otros países. La agroindustria empieza a mirar a Colombia, por ejemplo.. El capital es móvil. La gente ideologizada no entiende eso. El capital se mueve sin problemas de un país a otro. Entonces, evidentemente hay algunos sectores que pueden estar más nerviosos que otros. Pero en general hay una vocación muy grande del empresario peruano a seguir invirtiendo, aunque se tienen que dar condiciones mínimas para ello. La inestabilidad en las reglas de juego, estos cambios bruscos que se han visto sobre todo con este último Congreso de una manera tan irresponsable, socavando los cimientos de nuestra economía, generan un nerviosismo que ralentiza las inversiones.
En general hay una vocación muy grande del empresario peruano a seguir invirtiendo
—¿Cómo calificarías la labor del Congreso actual?
Muy mala. Creo que ha hecho un daño terrible a la economía, tanto a nivel macro como a nivel de reglas de juego. Creo que la forma como se manejó la destitución del presidente Vizcarra, con quien tengo una enorme distancia, fue absolutamente impropia. Creo que a nivel político y económico este Congreso ha sido una fuente de inestabilidad.
—Pasemos al sistema financiero, ¿qué tanto te preocupa la ley para fijar topes a las tasas de interés?
Ahí hay dos ángulos importantes: uno de inclusión financiera y otro político.
Voy a empezar por el político que creo que no ha sido suficientemente mencionado. Fíjate como en el Congreso, e incluso algunos candidatos, empiezan a exigirle al presidente del Banco Central que ponga un tope de tasa de interés bajo. Esto puede afectar y condicionar el nombramiento del siguiente presidente del Banco Central.
Hasta ahora el presidente del Banco Central del Perú ha sido una persona independiente, autónoma y respetadísima. Hemos tenido el lujo de contar en los últimos 15 años con uno de los mejores presidentes de bancos centrales del mundo: Julio Velarde. Hay que hacer un reconocimiento público, a él, a Renzo Rossini, a quien el Perú le debe muchísimo y que lamentablemente ya no está con nosotros, y a todo el equipo.
El nombramiento del presidente del BCR, que ha sido siempre hecho técnicamente, podría ser condicionado en el siguiente Congreso respecto a este nuevo rol que le han dado de fijar una tasa tope.
En la mayor parte de países del mundo donde hay tope de tasas, los bancos centrales tienden a ponerlas realmente altas. En Inglaterra, por ejemplo, la autoridad la ha puesto en cerca de 100% anual. Si se fijara aquí en un nivel bajo, pasamos al problema de inclusión financiera. Este es un problema bastante obvio: vas a sacar del mercado a todos aquellos clientes de bancos, que tienen determinado nivel de riesgo o que son de un tamaño muy chico porque la tasa de interés es más alta cuando el crédito es más chico. Y vas a empujar a todos esos clientes al sector informal, a los usureros. Y los usureros cobran tasas de 20%, 30%, 40% o 50% al mes. A los congresistas eso no les interesa.
Algunos candidatos, empiezan a exigirle al presidente del Banco Central que ponga un tope de tasa de interés bajo
—¿Ese ángulo político no estaría atentando contra la autonomía del BCR?
Yo estoy vinculado a una institución financiera pues presido un banco. Estoy opinando como economista de Apoyo, no como presidente de una institución financiera. ¿Cuán inconstitucional es esta norma? Es un tema que creo que corresponde responder a abogados constitucionalistas. Desde el punto de vista económico, puedo decir que es una muy mala idea.
—Con toda esta incertidumbre, ¿creerías que la calificación de riesgo del Perú está en peligro?
Yo creo que estamos en observación por las calificadoras de riesgo. En función a los resultados electorales, a los anuncios que se hagan de autoridades nombradas y a los que estos hagan en materia de política económica, hay un peligro evidentemente de que nos bajen la calificación de riesgo y que todo lo que ha costado tanto construir en los últimos 30 años empiece poco a poco a deshacerse.
No es que las economías colapsen de la noche a la mañana. Los procesos de degradación económica toman tiempo. Empiezas a afectar una cosa, a socavar la macroeconomía, a perder rating crediticio, a quitar competitividad, a empujar al sector informal a algunos de los que habían logrado incorporarse al sector formal. La pérdida de competitividad minera es un excelente ejemplo porque no ocurrió de la noche a la mañana. Son 10 años de hacer las cosas mal. Esa degradación toma tiempo y lo que estamos haciendo en el fondo es hipotecar el futuro de nuestros hijos.
—¿Dirías que la sobrerregulación ha aumentado en el último quinquenio?
El último quinquenio hemos sufrido una crisis política extrema. Hemos tenido cuatro intentos de vacancia, cuatro presidentes en cinco años, emulando los siete presidentes que tuvo Ecuador en diez años hace algunas décadas. Hemos tenido Lava Jato y el Club de la Construcción, que pulverizaron al elenco político estable de este siglo, pero que además afectaron muchísimo la reputación del empresariado, cuya reconstrucción es una tarea pendiente que debe enfrentar. Por último, hubo muy pocos avances, sobre todo a partir de Vizcarra en materia económica. Yo creo que hubo un retroceso, y retrocesos agudizados por todos los ejemplos que hemos hablado del Congreso. El siguiente Gobierno parte con el marcador en contra.
—¿Cuáles son las reformas urgentes del próximo gobierno para aumentar la productividad?
Creo que son varios flancos. Algo tenemos que hacer en el frente laboral. La inflexibilidad laboral tiene que ser corregida. El mundo va hacia eso y el Perú se quedó atrás La rotación que hacen muchas empresas con contratos a plazo fijo atentan contra una mayor productividad..
Otro es prender motores distintos de la economía donde el Perú tiene potencial de competir, con productividades elevadas. Lo que hemos hecho en los últimos años es más bien apagarlos: minería, agroindustria, pequeñas empresas que quedarán excluidas del sistema financiero formal. En actividades como turismo, forestal y acuicultura ,hay que quitar las trabas burocráticas e identificar los mecanismos para volverlas competitivas. Las mesas ejecutivas son espacios eficaces para hacerlo..
Luego, está el tema de la infraestructura. Ningún país puede avanzar sin ella. Hacer infraestructura en el Perú se ha tornado una tarea titánica. Mira lo que nos está tomando hacer la línea 2 del metro. Hay APP que estuvieron mal diseñadas, tenemos que mejorar significativamente esos proyectos. Vamos a tener que reposar en el corto plazo en más proyectos de gobierno a gobierno. No es la solución de largo plazo, pero sí para empezar a mover esos proyectos.
Y luego hay todo un ámbito de trabajo dentro del Estado. ¿Cómo se hace para que el funcionario público recupere la confianza para tomar decisiones? Hay un pánico a la adenda que viene de los actos de corrupción de las obras públicas y de algunas concesiones, a lo que se suma el órgano de control. ¿Dónde se debe poner la línea a la Contraloría para que no se meta en decisiones discrecionales del funcionario público? El órgano de control puede controlar o supervisar que uno haya cumplido un debido proceso en la toma de decisiones, pero no puede cuestionar una decisión que es discreción del funcionario porque si esto ocurre el funcionario se congela. Creo que ese es otro ámbito de trabajo importante para el país.
· El Índice de Confianza del Consumidor de Apoyo volvió a su punto más bajo en febrero e igualó el resultado de abril del 2020 (36/100). ¿Por qué el golpe de la segunda cuarentena fue tan fuerte?
Es básicamente por el mercado laboral. En la cuarentena de febrero tuvimos un nuevo retroceso en los niveles de empleo y, por tanto, también de salarios promedio en Lima. En febrero se registró una contracción de 23% del empleo total y 45% del empleo adecuado, y 14% de los salarios promedio. Como se cerró parcialmente la economía, la gente que había estado volviendo a sus empleos dejó de hacerlo. Una pregunta de la confianza es cuántas facilidades estás viendo para encontrar trabajo. Y ese es el elemento que se desplomó.
Volviendo a tu pregunta inicial sobre cómo va el ritmo de recuperación de la economía, creo que este es un buen ejemplo de lo que hablábamos. Hasta que la pandemia no esté controlada, no podemos terminar de salir totalmente del hoyo. Podemos tener rebotes importantes como tuvimos de octubre a enero, pero no vamos a salir. Reitero, el gran responsable de esto es el presidente Vizcarra por no haber comprado vacunas. Es inconcebible que un país que tenía los recursos fiscales como el Perú, no haya tomado las acciones como sí las tomo, por ejemplo, Chile.
—¿Cuál es tu posición respecto a que el sector privado se involucre en el proceso de vacunación?
Creo que hay dos momentos. Creo que en un primer momento es fundamental que el sector privado primero tiene que decirle al gobierno ‘¿cómo te ayudo?, estoy a tu disposición’. Felizmente, hoy día hay un presidente que escucha y aprovecha las capacidades del sector privado, a diferencia de Vizcarra donde hasta se despreciaron donaciones de plantas de oxígeno. El sector privado tiene que apoyar en todo lo que sea posible y en todo lo que demande el Gobierno porque todos estamos en el mismo barco.
Hoy en día hay una imposibilidad práctica para que el sector privado compre vacunas. Ese es un tema que por ahora ni contemplaría.
Sí veo una gran diferencia entre el gobierno de Vizcarra y el de Sagasti respecto de la relación gobierno-sector privado. Primero en cómo se enfrentó el cierre. El cierre parcial de la economía ha sido muchísimo más inteligente que el que promovió el primer ministro Zevallos en la anterior gestión. En temas económicos estamos en muy buenas manos. Creo que Waldo Mendoza es un economista serio, capaz, que escucha y que convence. Su tono académico ayuda para comunicar muy bien.
—Hablando de este nuevo tipo de cuarentena, con la caja fiscal gastada y con la confianza del consumidor tan baja, ¿podemos aguantar nuevas cuarentenas desde el punto de vista económico?
Cada vez es más difícil porque la gente ha ido consumiendo sus ahorros. El costo del cierre que hizo el presidente Vizcarra nos está pasando la factura. Cerró tanto que tuvo que entregarle mucha plata a la gente para paliar los costos del cierre. Y eso tuvo un costo fiscal que ahora reduce el margen de lo que se puede hacer. Yo creo que hasta que no esté vacunada buena parte de la población vamos a tener que seguir sufriendo este tipo de cuarentenas parciales, aperturas, nuevas cuarentenas. Reitero, es el costo de no haber adquirido vacunas a tiempo.
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