Carlos Enrique Freyre: Un escritor va a la guerra
Carlos Enrique Freyre: Un escritor va a la guerra
Ricardo León

La primera vez que Carlos Enrique Freyre acusó el golpe tenía 16 años y había escrito un cuento; una persona muy cercana a él le dijo que el texto era malo y abundaba en errores. La segunda vez ocurrió cuando tenía 17 y había ingresado a la escuela militar: un superior le dijo, en posición de descanso y sin necesidad de alzar la voz, que servía para cualquier cosa excepto para el Ejército. Con esos baches en la autoestima y en plena edad de las definiciones, no sabía si elegir la rigidez del soldado o el albedrío del escritor. Pocos oficios tan disímiles entre sí como uno que te exija cumplir reglas rápido y sin preguntar y otro que te obligue a crear y después esperar. Freyre escogió los dos. Ahora es un militar que escribe (o un escritor que va a la guerra).
     “Ambas son carreras de resistencia, en todo caso”, dice el militar-escritor. Esta primera cita con Freyre ha sido pactada en un oscuro y caluroso restaurante de Pichari, un distrito de la selva cusqueña perteneciente al siempre convulso Vraem, adonde fue destacado hace casi dos años. Freyre acaba de bajar de un helicóptero del Ejército luego de sobrevolar algunas zonas cercanas infestadas de narcotraficantes; para no aburrirse llevó un libro de Andrés A. Cáceres: "Memorias de la Guerra del 79". Luego pasó por la base militar para recoger a su perro —un pastor alemán hiperactivo llamado Mariscal Rommel; Freyre asegura que él no le puso el nombre. Nadie le cree—. Llega vestido de civil. Es decir, de escritor.

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Decidir por la vida militar no fue gratis y los primeros signos claros de la guerra llegaron pronto: “Esta es la única profesión donde los jóvenes mueren”, dice. Luego de haber sido asignado a varias regiones, tan distantes y distintas como Puno y Tumbes, fue enviado al Vraem en un momento crítico de la lucha contra el narcoterrorismo. Allá la guerra es una rutina, una costumbre. Es supervivencia, también insumo. 
     El teléfono suena; se acabó la entrevista. Freyre y Rommel regresarán a la base de Pichari. Otro helicóptero, otro sobrevuelo, otros narcotraficantes, otra vez Cáceres. La segunda conversación con él será en el aire. 500 metros más abajo se ve, en varios tonos de verde y marrón, una región incomprensible donde la vida gira en torno a la hoja de coca y su derivado más obvio. En el Vraem se desarrolla una guerra rara, confusa. Hay miles de militares esperando una orden. Uno de ellos además escribe historias.  
     En "Desde el valle de las esmeraldas" (Estruendomudo, 2009), su libro más comentado, el personaje principal y narrador en primera persona —el subteniente Leoncio Goicochea— se detiene a leer una inscripción en la camiseta de uno de sus soldados: “Merezco el cielo porque vengo del infierno”. No es una novela de ficción, tampoco son relatos reales. Son, si cabe, historias que han sucedido, o que pueden suceder, o que suceden.

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El tercer encuentro con Freyre transcurre en una cafetería del Centro de Lima. También está de civil; ha venido a definir los detalles de un nuevo libro. Si en la vida militar el riesgo es el de morir joven, en la vida literaria la vida es una larga espera: “No sé qué demora más, ascender o publicar”. 
     Es en el Vraem donde Freyre terminó de escribir su más reciente libro, "El último otoño antes de ti". Esta novela no tiene nada que ver con la guerra ni con el terrorismo ni con la selva, sino con el amor. Con la transgresión del amor. Con la resistencia del amor, si se quiere. Y con Moquegua.
     Carlos Enrique llegó a Moquegua de adolescente, aunque esto no lo decidió él sino el contexto. Con padres recién separados y una conducta a punto de desbordarse (una escapada de casa fue el detonante), dejó Lince, su barrio en Lima, y fue enviado a una suerte de internado religioso moqueguano donde pasó algunos años “con domingos de biblioteca, misa y campiña”. 
     La historia se centra en los setenta. José María Fernández, un honorable exsenador moqueguano, regresa a su tierra después de varios años en Inglaterra. En Moquegua conoce a Leonor Cáceres, una joven recién salida del colegio que se dedica a preparar dulces mientras espera que algo ocurra en su vida. ¿Es una historia real? ¿Es una ficción pura? ¿Por qué un hombre escribe sobre el amor desde la guerra?

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