Enrique Ballón Aguirre

Desgracia al que hiere pudendo

Tristumbre al que edifica

Una silla al que miente

Una mirada al que agoniza.

Herrumbre al que saluda

Pan al que ríe

Desdén al que viste

Etc y sus negativos (Llanto al que no habla)


Estos pespuntes poéticos enmendados pertenecen a un manuscrito de . Son expresiones breves reunidas para un poema cuyo motivo recién comienza a ser entrevisto. No se trata de un borrador en el que cierto proyecto, ya ideado, busca su forma, sino del asomo de una simple conjetura poética. Tanteos tachados sin afinidad entre ellos contienen la simiente poética aún sin germinar, un estadio previo al borrador de una plausible composición.

Aquí, el eje es la contracción “al” y el pronombre relativo “que”. Pero la coordinación normal —la causa seguida por su efecto— no solo es invertida sino que dándole una vuelta más a la tuerca, el predicado antecede al sujeto. Así la adversidad no recae sobre el injuriado sino sobre su ofensor. Este tipo de moral reversa es común a los proverbios de la escritura bíblica —el humillado será ensalzado—y el predicado “tristumbre” (no “tristeza” sino un vocablo inédito, el radical trist- y el sufijo -umbre que significa ‘acumulación’, como en muched-umbre) recae irónicamente “al que edifica” o sea al edificante, al que da buen ejemplo.

Enseguida se perfilan dos paradojas que chocan con las ideas corrientes: ofrecer asiento al embustero y, en el mismo tono, conceder un vistazo al agonioso, al angustioso. Una rima interna articula tristumbre a herrumbre, donde sarcásticamente se gratifica orín (herrumbre) al cortés, a la vez que se destina la gracia de Dios (pan) a quien se regocija. Por último, se ordena despreciar “al que viste” donde la forma reflexiva “se” —que de conservarse introduciría el verbo pronominal vestir (“al que se viste”)— es enmendada, para dejar “al que viste” que significa “a quien miraste”. Ulteriormente se prevé ampliar la serie con sintagmas siempre imperativos pero negativos como padecimiento al que enmudece.

—Audaz su sentir—

¿Cuál fue el borrador poético del cual estas líneas tachadas son el germen? Es el manuscrito IA. 21, 22 y 23 que culminará en el poema editado “¡Ande desnudo, en pelo, el millonario!”, de Poemas humanos. Así, en la secuencia textual descrita se trata de remendar la lengua con piezas de la misma lengua mediante la alianza de términos incongruentes. De ahí que se produzca el fuerte sismo que sacude la comunicación cotidiana, hasta anularla. La poesía no es más un adobo de palabras anodinas usadas en frases triviales. Un poema auténtico porta significaciones intransferibles que provocan sentidos inéditos a ser descifrados en soledad y silencio: la lectura despierta el ‘espíritu literario’ del texto; es decir, el acto mismo de comprender solo para uno mismo y no para otra persona, como sucede en el habla diaria.

Estas aserciones ‘absurdamente’ correlacionadas condensan paradojas —antinomias, distorsiones, contrastes— que intentan labrar zonas de sensibilidad inéditas en el ánimo del lector. De ahí que de Vallejo escribiera: “Vallejo, aunque se haya afirmado varias veces, no ‘lucha a brazo partido con el idioma’. No fabrica giros audaces por oficio. Naturales son sus audaces estructuras poéticas por ser audaz su sentir. Es con la emoción que se lucha; el idioma, que es un medio, obedece. Y contrariamente a lo expresado por José María Arguedas, todo es expresable en cualquier idioma para quien, como Vallejo, maneja y domina su idioma”.

Esta apreciación es reafirmada por el mismo poeta en una entrevista de 1931: “La precisión me interesa hasta la obsesión. Si Ud. me preguntara cuál es mi mayor aspiración en estos momentos no podría decir más que esto: la eliminación de toda palabra de existencia accesoria. La expresión pura, que hoy mejor que nunca habría que buscarla con sustantivos y en los verbos [...] Creo, honradamente, que el poeta tiene un sentido histórico del idioma, que a tientas busca con justeza su expresión”, criterio que se precisa en El arte y la revolución: “La gramática, como norma colectiva en poesía, carece de razón de ser. Cada poeta forja su gramática personal e intransferible, su sintaxis, su ortografía, su analogía, su prosodia, su semántica. Le basta no salir de los fueros básicos del idioma. El poeta puede hasta cambiar, en cierto modo, la estructura literal y fonética de una misma palabra, según los casos. Y esto, en vez de restringir el alcance socialista y universal de la poesía, como pudiera creerse, lo dilata al infinito. Sabido es que cuanto más personal (repito, no digo individual) es la sensibilidad del artista, su obra es más universal y colectiva”.