En palabras del pensador británico Theodore Zeldin, el amor se ha considerado, durante gran parte de la historia, una amenaza para la estabilidad del individuo y la sociedad. Así lo dice en su libro Historia íntima de la humanidad, en el que dedica un capítulo al tema que hoy nos convoca. En él, también dice que el amor es uno de los últimos refugios en que una persona puede sentirse capaz de alcanzar algo noble y recibir la aprobación de otra: una de las pocas formas de éxito que puede sostenerse frente a las dudas sobre uno mismo. Tal vez esta frase es la que mejor define la resistencia del ser humano a dejarlo morir.
Aunque sabemos que existen distintos tipos de amor —seis, según el investigador canadiense John Alan Lee— hoy nos referimos al amor romántico, pasional, de pareja. Siguiendo la lógica de Zeldin sobre este sentimiento como espacio de refugio y validación, ¿qué hacer cuando necesita repararse? La respuesta a esta pregunta ha sido distinta a través del tiempo y el siglo XXI tiene la suya: terapia de pareja.
Aunque, si hacemos un poco de historia, hay que reconocer que esta opción nació y se popularizó en el siglo XX. El desarrollo de la sexología ha sido muy importante en el crecimiento de la terapia de pareja, ya que ha puesto de manifiesto la importancia de la sexualidad en el contexto de la relación. El psicólogo Adrián Montesano reconoce cuatro etapas en la evolución de la terapia de pareja: La primera, de 1930 a 1960, estuvo basada en la asesoría matrimonial de consejeros inexpertos en salud mental. La segunda, durante la década del 60, estuvo determinada por la práctica clínica de psicoanalistas que se animaron a invitar a parejas al contexto terapéutico. La tercera, que va hasta 1985, incorporó la terapia familiar sistémica y, en la actualidad, vivimos una etapa de refinamiento teórico.
¿Resucitar a Cupido?
La Dra. Lesly Peláez, directora del Cognittiva, centro de psicología integral, es especialista en terapias de pareja. Ella explica que, cuando una pareja acude a un psicólogo, suele ser porque hay algo que se ha roto de forma dolorosa.
La terapia, regularmente, es entendida como un proceso único y personal. ¿Cómo hacer que este se vuelva compartido?
Lesly Peláez deja en claro dos puntos al respecto: primero, el terapeuta no debe tomar partido por ninguna de las dos personas involucradas; y, segundo, si el terapeuta ve que una de las partes necesita una terapia personal antes que una terapia de pareja, debe hacer la derivación. Y, si una pareja ha llegado a la agresión física, lo que se le recomendará es que no viva en el mismo espacio y, de ser necesario, que la persona agredida acuda a las autoridades.
Ahora bien, más allá de esta situación extrema, ¿la terapia funciona? Ante problemas de convivencia, infidelidades, agresión verbal, falta de afecto, ¿qué significa que una terapia funcione? “La finalidad de la terapia de pareja es que esta tenga una relación sana. A veces hay que trabajar las creencias particulares que suelen estar muy arraigadas en las personas, y otras hay que reeducar, dar pautas, dar planteamientos nuevos. Todo eso implica un entrenamiento, pero nunca —bajo ninguna circunstancia— el terapeuta puede decirle al paciente qué hacer u obligarlo a hacer algo”, explica Peláez.
La terapia también puede tener como resultado la separación de la pareja y esto no significa que este proceso haya sido un fracaso. “También se trata de saber separarse sin violencia, sin rencores y de saber llevarse bien con la persona que se amó en algún momento, sobre todo cuando hay hijos de por medio. La idea es que no se llegue a situaciones en las que los hijos o hijas sean usados como instrumentos para hacer sentir mal a la otra persona. Una separación respetuosa y lo más llevadera posible también es importante”, añade la directora de Cognitiva.
El psicólogo e investigador de la Universidad de Cataluña Adrián Montesano señala, en el artículo “Claves fundamentales en terapia de pareja”, que esta es una de las modalidades de psicoterapia más difíciles que existen. “La complejidad de variables involucradas, las dosis elevadas de conflictividad interpersonal que comporta en la mayoría de las ocasiones y los múltiples componentes de la relación terapéutica imponen un ritmo trepidante, no apto para terapeutas inexpertos. Es una modalidad terapéutica que requiere de una especialización profesional”, escribe.
La idea de la terapia de pareja, entonces, tiene que ver con que el amor no sea visto como una amenaza a la estabilidad de las personas, sino como una fuente de esta. Dicen que sí se puede.
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