Casanny es un filólogo apasionado que se dedica a enseñar el correcto uso del lenguaje dentro y fuera de las aulas, en artículos y una docena de libros cautivantes. Sus investigaciones y métodos —concentrados, finalmente, en que todos nos comuniquemos mejor— lo llevan a viajar por el mundo, llevando ‘la palabra’. Viene a Lima como invitado especial del Cuarto Congreso Internacional de Correctores de Textos, del 18 al 20 de noviembre (más información).
Si te contara que me basta con el lenguaje abreviado que abunda en los mensajes de texto y las redes sociales —lleno de contracciones, sin puntuación ni propiedad—, ¿qué me dirías?
Con todo el respeto, que probablemente tienes un trabajo manual, además de llevar una vida cultural, científica y social limitada a la TV... porque ese tipo de lenguaje (de WhatsApp, SMS, chat) es muy efectivo para la interacción improvisada e instantánea, pero no sirve para el resto de propósitos, como informarse con detalle, conocer las contraindicaciones de un fármaco, presentar una queja o sacarse un grado de Medicina.
¿Pero podríamos hablar de propiedad de acuerdo al ámbito? Es decir, ¿estaría bien si con él me comunico informalmente? ¿O necesariamente tendríamos que tender a un lenguaje apropiado siempre, independientemente del soporte o el interlocutor?
Por supuesto. Nadie tiene derecho a decirnos cómo hablarle a nuestra madre, amigos o pareja. Las normas sociales son solo para comunicaciones públicas, oficiales, profesionales.
¿Leer debe ser siempre solo gozo?
Para nada. Yo gozo leyendo novelas, cierta prensa, algunos papers y la correspondencia con ciertos amigos y familiares. El resto me suele dejar bastante indiferente y lo hago por trabajo, necesidades u otros motivos —y también lo entiendo bien, pese a no disfrutar—.
¿Pero nuestra disposición debería ser la misma, sean novelas o textos obligatorios? ¿Leemos distinto?
Sin duda, cada género, ámbito y disciplina desarrolla maneras diferentes de leer. No solo hay diferencias en el lenguaje, entre una ley y un artículo científico, sino que estos textos se procesan, se usan y se valoran de manera diferente en cada disciplina.
¿El estilo llano (es decir el que llega plenamente al otro) siempre es el más efectivo?
La definición de texto llano dice que es el escrito que cumple todos los requisitos, que transmite todo lo necesario y que se puede comprender con una sola lectura. Esto no significa que todo deba ser simple. Una tesis doctoral sobre física cuántica, de un investigador para otros, usará lógicamente un lenguaje que los legos no entendemos.
A propósito: ¿se puede ‘conocer’ a alguien por su escritura?
Sin duda. Una adolescente me explicó que detectaba perfectamente cuando, chateando con su mejor amiga, esta se había ausentado un momento y era la madre la que la sustituía.
¿Qué vicios deberíamos erradicar de la prensa? ¿De la academia? ¿De la cotidianidad?
En la cotidianidad, las cosas no van de ‘vicios’ y ‘virtudes’... Quien escribe compañer@s u okupa quiere comunicar cosas diferentes de quien lo escribe correctamente. Hace años un anuncio español en las calles decía: “Lo revajamos todo”, para referirse a gangas o descuentos tan grandes que incluso cortaban la b original... Otra cosa es la academia y la prensa, pero con la globalización, la digitalización, el plurilingüismo, los préstamos y los neologismos, tampoco es tan fácil.
¿Es posible enseñar a un adulto a escribir bien? Por cierto, ¿qué es escribir bien?
Es parecido a aprender a conducir o a cocinar. La mayor parte de la gente aprende y conduce sin tener accidentes, aunque no sean pilotos de Fórmula 1. Hay quien sabe preparar causitas, cebiches y tacu tacus... y quien sobrevive con huevos fritos.
Te lo pregunto de otro modo: ¿es posible enseñar a disfrutar la correcta escritura?
La escuela lo ha intentado durante muchos siglos y obviamente ha fracasado bastante, porque muchos escolarizados y graduados detestan la escritura e incluso siguen teniendo competencias muy limitadas. Debemos entender que escribir es una tarea muy compleja cognitivamente, quizá la más difícil que muchas personas realicen en sus vidas. Pero creo que sí, que hay también ejemplos de personas que han aprendido a ‘amar’ la escritura gracias a sus maestros, padres, amigos o parejas. Pero bueno, regresando a la metáfora anterior: yo llevo unos 25 años conduciendo, sin tener accidentes —por ahora—, pese a detestar profundamente conducir y todo lo relacionado con los coches.
“En La cocina de la escritura” haces énfasis en lo que consideras la necesidad de evitar cierta discriminación en el lenguaje (referirse a “los compañeros” y “las compañeras”, por ejemplo). ¿No es un exceso de corrección política?
Ha llovido mucho desde 1993, cuando se publicó ese libro. Hoy hay más aceptación de “los compañeros” para referirse a todos, hombres y mujeres. Pero todavía hay personas que se dicen “las compañeras” para significar lo mismo u otros que duplican las formas, porque se sienten mejor. Y yo lo respeto. La lengua es una herencia de todos para todos y cada uno la usa como puede y quiere para expresarse y construir su identidad con la gente que le importa.
¿El lenguaje —me refiero al modo de usarlo— puede ser discriminatorio?
El lenguaje (o mejor: los discursos hechos con lenguaje) es el modo principal de convencer, manipular, engañar, seducir, etc. a la ciudadanía, cuando no está permitido usar las pistolas o las bofetadas. La ley que obliga a algo, el discurso que convence, el político que seduce... lo hacen con lenguaje.