Francesa Denegri y las mujeres ilustradas del siglo XIX
Francesa Denegri y las mujeres ilustradas del siglo XIX
Redacción EC

Hablar de la mujer ilustrada era una novedad antes de la guerra con Chile. Las veladas literarias organizadas por la argentina Juana Manuela Gorriti fueron un acontecimiento que reunió a intelectuales como Ricardo Palma y Manuel González Prada con mujeres escritoras en un mismo espacio. Leían artículos y ensayos sobre literatura, educación y trabajo para las mujeres. “Los brotes activistas surgen en los artículos que se leen en voz alta en las veladas”, nos comenta Francesca Denegri, autora de "El abanico y la cigarrera" (1996).
 
---¿Era un discurso político?
Era, pero no necesariamente de política feminista. Cuando hablamos de políticas feministas hablamos de políticas construidas por mujeres que se asocian como mujeres para reclamar derechos para mujeres. Eso no pasa en el XIX, porque lo que se reclama es la necesidad, no el derecho, del trabajo femenino, siempre en función de la familia. De lo que hablan las ilustradas es de la necesidad de que las solteras y viudas accedan a determinados trabajos para que puedan sostener a sus hijos, no para desarrollar como personas autónomas.

---Si bien a través de la escritura alcanzaron cierto poder, seguían siendo conservadoras.
Podríamos decir que así fue en el sentido de que se trata de un discurso atravesado por la ambivalencia. Hay gérmenes de rebeldía femenina pero la autoridad masculina es sólida y las mujeres solo pueden hablar a través de códigos internalizados. Están tironeadas. Por un lado se quiere obedecer el mandato social que naturaliza la maternidad y la identidad femenina en función al sacrificio del proyecto propio. Por el otro, apremia el deseo de dedicarse a la escritura, porque escribiendo se sienten cerca de sí mismas y no del deseo del otro.

---Un mandato que no es cuestionado por ellas.
Por lo menos no abiertamente. Ese conflicto produce la textura tan peculiar, común a la escritura femenina de la época, en la que se entretejen brotes de cuestionamiento a la ideología de género, deseo de protagonismo político que pueda producir transformación individual y colectiva, pero también una serie de voces autoritarias y conservadoras internas, suyas, que amenazan con aplastar todo lo anterior.

---Clorinda (Matto de Turner) y Mercedes (Cabello) tuvieron finales trágicos a pesar de haber sido valoradas en un momento. ¿Fueron humilladas? Actualmente, ¿han sido reivindicadas?
Fueron humilladas y fueron castigadas. Sí, es cierto también que se abrieron espacios para que las mujeres opinaran en el espacio público. Matto fue directora de un diario muy importante y de una imprenta manejada por mujeres y dedicada a publicar textos firmados por mujeres. Pero además, esa primera generación de ilustradas destaca por la presencia de periodistas, educadoras, novelistas, ensayistas y poetas que publicaron y presidieron asociaciones literarias. Sin embargo fue una apertura acotada que no tuvo una continuación en el tiempo. La novedad se dio cuando se vivía la bonanza del guano y todo el mundo se sentía muy generoso, pero con la Guerra del Pacífico vino la debacle y es ahí cuando se da el enfrentamiento de tu pregunta. Porque ellas hace rato que han despegado, y con el vacío de poder que deja la guerra, se sienten llamadas a llenarlo junto a sus compañeros. Pero ellos no lo entendieron así, y cierran filas para defender sus privilegios con uñas y dientes.

---¿El orgullo de los hombres estaba herido y la presencia de las mujeres era un fastidio?
Quizás. El sentido común de la época señalaba que las mujeres escribían sobre “temas de mujeres”, o sea de políticas privadas, y los hombres sobre “temas de hombres”, es decir de políticas públicas y que las fronteras de género debían mantenerse. Cuando tras la guerra las “ilustradas” incursionan en territorios masculinos, comienzan los ataques. La prensa se burla abiertamente de Clorinda y de Mercedes. Juan de Arona se burla del acento serrano de Clorinda, de su soltería, y porque nunca tuvo hijos. “Huele a vinagrillo”, escribe, en el sentido de que la leche materna se le ha agriado. A Mercedes  la llaman “machorra”, “mierdeces caballo de carbonera”. Clorinda, ya lo sabemos, se autoexilia tras la destrucción de su imprenta, y Mercedes pasa sus últimos años encerrada en un manicomio. Pero en años recientes felizmente se ha despertado el interés por su obra y sí, se les está reivindicando.

---¿ Cuál ha sido el mejor momento de la literatura de mujeres?
Creo que en términos de generación, la década de los 80, porque son las poetas de los 80 las que se quitan todas juntas el cinturón de castidad. Con las escritoras del siglo XIX la figura del cinturón de castidad es más que metafórica y aunque buscan la llave para liberarse de él, no la encuentran. Como figura solitaria, brilla con luz propia Blanca Varela, la hermana mayor de las poetas de los 80.

---¿Por qué la escritura de mujeres no tiene aún el espacio que le corresponde en el Perú?
Creo que es por las políticas del mercado editorial que prevalecen hoy en día. Los criterios que se manejan para publicar novelas por ejemplo, no son siempre estrictamente literarios, se promociona a escritores que ya son conocidos, o que son ahijados literarios de conocidos. Mantenemos un sistema de linaje masculino que se engancha con una política editorial de mercado que hace difícil el ingreso de mujeres.

---Lo cual ha mejorado con la llegada de las editoriales independientes…
Claro, y que han surgido por esta política de puertas cerradas de las grandes editoriales a los que vienen sin recomendación. Tienes por ejemplo Animal de Invierno que ha publicado La sangre de la aurora, de Claudia Salazar, una de las mejores novelas que he leído en los últimos años, y que acaba de ganar el Premio Las Américas. Pero son ediciones pagadas por el autor o la autora, que no todas están en condiciones de hacer. ¿Por qué La sangre de la aurora no fue publicada por una de las editoriales mayores? Quizás porque no la prohijaba un autor canónico, o quizás porque la mirada al tema de la violencia sexual es distinta a la que sostienen los escritores de linajes masculinos. En esta historia de Salazar no hay posibilidad de que el lector o lectora confunda romance con violación, que es la versión más edulcorada de novelas y películas canónicas. Tal vez si rescatamos el proyecto editorial de Matto se podría comenzar a establecer un equilibrio de género en el mercado peruano.
 
 
*JUANA MANUELA GORRITI
“En Juana Manuela hay un doble discurso porque tuvo una vida personal de gran libertad. Se casó con el boliviano Manuel Isidoro Belzu quien ascendió rápidamente en la escala militar. Tuvieron dos hijas juntos. Él le hizo un golpe de Estado al que era presidente de Bolivia, Adolfo Ballivián. La historia que llegó a Lima -y que Juana Manuela difundió-, es que ella dejó a Belzu cuando él estaba juramentado como Presidente. Ella huyó de La Paz con sus hijas, disfrazada y anónima. Llegó a Lima y se convirtió en escritora, maestra y formadora de opinión. Este es un discurso romántico y heroico: es la mujer que deja el oro y el poder que le tocaba para venir al anonimato de una escuela en Lima y comenzar de cero.

Los historiadores argentinos y bolivianos nos hablan de una historia totalmente distinta. Al parecer, Gorriti tuvo una relación amorosa con Ballivián, compañero de armas de Belzu y Presidente de la Republica. Esta relación se descubre porque interceptaron una carta amorosa que le escribió Ballivián y cae en manos de Belzu. Este monta en cólera y a los pocos días sobreviene el golpe de Estado. Es una historia difícil de esconder, pero ella logra hacerlo. Fue una mujer libre que ejerce su sexualidad en relativa libertad comparada con otras mujeres”.
 
Y en Lima tampoco fue cuestionada …
Aquí viene el doble discurso, fue una maestra en revisar su historia y producir otra que fuese aceptable para la gente de la época. Logra que sus compañeros se mantengan fieles a esa historia. Su literatura está llena de conflictos y contradicciones, sus personajes son muy distintos a los más comunes de Clorinda Matto. Los personajes mujeres de Juana Manuela leen tratados de ciencia y aspiran a ser parapsicólogas, magas, hipnotizadoras, y además siempre tienen amantes prohibidos. Todo escrito dentro de una estructura narrativa que escapa al juicio moral del lector. Esto en cuanto a la ficción.

Respecto a la no ficción, artículo y ensayos, investigué la historia de Rosa García, una mujer de 30 años que pierde al padre de sus hijos, no tiene trabajo, ni familia inmediata que la proteja, ni amigos. Sus alternativas eran o ser una empleada doméstica, una nana, ama de leche, costurera, lavandera o unirse a otro hombre, esas eran las opciones.

Aquí viene el tema con las veladas literarias que a nosotras las lectoras modernas nos parece muy lejano. Se leían artículos exigiendo un trabajo para la mujer como una necesidad para las mujeres que no tienen un hombre que las apoye. Mercedes Cabello escribió en “Blanca Sol” sobre la mujer que solo puede pensar en sí misma y en su futuro siendo mujer de un hombre que le costee sus necesidades. Cuando ese hombre ya no está, como no tiene ninguna formación e hijos, se vuelve prostituta.

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