La función del diseño
La función del diseño
Jorge Paredes Laos

Imaginemos estos objetos: una silla con asiento acogedor y finas patas de metal; una mesa blanca, espaciosa y plegable; un sillón de formas circulares que se acomodan al contorno del cuerpo e invitan al descanso; y, al costado, una lámpara de altura regulable. La pantalla ovalada que se adapta tanto para la lectura como para iluminar una esquina de la sala de estar. En un cesto se abren como un abanico discos, libros y revistas. Y por la ventana de esta hipotética habitación pensemos una ciudad: el tráfico ordenado, las señales de tránsito claras, los bordes de los edificios que emergen como líneas dibujadas en el horizonte, entre las copas de los árboles y el cielo. Al fondo la tarde va desapareciendo y el crepúsculo refulge entre los enormes cristales de una esfera gigante que bien puede ser un coliseo, un centro de convenciones o un estadio. No estamos en Lima, pero podría ser. Podría. Esa ciudad inexistente no es un espejismo sino un reto, una demostración de lo que se puede lograr con el poder del diseño y sus múltiples aplicaciones —estéticas, formales, gráficas, funcionales— para mejorar y transformar eso que llamamos vida cotidiana. 
     El diseño en el mundo actual es una disciplina cada vez más compleja. Una actividad que es mucho más que una propuesta gráfica y que va de la ilustración y la moda hasta la construcción de marcas y contenidos; que pasa de la producción industrial de objetos utilitarios y de consumo a la funcionalidad de los espacios públicos. “Es una parte muy importante de la comunicación, de la vida, de la convivencia, y merece tener esa relevancia o reconocimiento como una herramienta que construye y genera desarrollo”, afirma Roni Heredia, director de Taller Cuatro, quien lleva más de 27 años en esta actividad. Él es presidente del comité organizador del Festival Internacional de Diseño (FID) que se realizará en Lima entre el 23 y 25 de setiembre. Una oportunidad única para poner en primer plano una profesión tan poco valorada como necesaria. Tan poco comprendida en la desordenada vida capitalina de estos tiempos. 

Sabor peruano
El diseño en el Perú todavía parece una actividad exótica o superficial. Aún estamos lejos de realidades como las de Brasil o Chile, donde esta disciplina está presente en calles y plazas. En la Lima de estos días, más allá de esfuerzos insulares y reducidos oasis, lo que prima es la contaminación visual, el desordenado crecimiento urbano, el tráfico insalvable y el desconocimiento —en nuestras autoridades— de normas básicas para generar calidad de vida, construir espacios funcionales y accesibles, y para elaborar propuestas urbanas coherentes con nuestra realidad, historia e identidad. 
¿Existe alguna particularidad en el diseño peruano que lo diferencie de lo producido en otros lugares como Colombia, Brasil, Argentina o el mundo anglosajón? Le planteamos la pregunta a Heredia. “Pensando en términos gastronómicos, yo diría que nos diferencia la sazón”, responde el director de Taller Cuatro. “En el fondo usamos todos las mismas herramientas, los mismos códigos, pero el diseño aquí tiene un sabor peruano que a su vez es universal y se hace entendible en cualquier parte del mundo”. Heredia se refiere a esa estética que se ha ido perfilando en los últimos años hasta matizar la ciudad de colores fosforescentes y llamativos, de fucsias y amarillos encendidos, con mensajes que aluden al emprendimiento y la peruanidad, algo que se deriva de la estética chicha y popular de los años setenta y ochenta y que no solo se encuentra en afiches o anuncios publicitarios sino que también convive con nosotros en polos, grabados, billeteras o agendas. 
     “No sé si se ha dado un uso indebido de esta corriente gráfica, pero creo que esto se decantó solo”, dice. “Yo ya tengo muchos años haciendo diseño en el Perú y siempre creía que esta expresión popular en algún momento se iba a fusionar con un lenguaje común, con una propuesta visual peruana, y eso me parece extraordinario. Si te pones a pensar, esta gráfica no solo se ha decantado por un nivel visual sino también es una expresión cultural que se manifiesta en corrientes musicales. Hoy la cumbia tiene un protagonismo muchísimo mayor del que tenía hace 20 años. Eso es interesante”. “¿Esa es la sazón de la que hablabas?”, le preguntamos. “Sí, exactamente es parte de la sazón. Lo que te diferencia un poco de la propuesta global”, afirma.
     Le comentamos que en el Perú todavía no está extendida la idea de que el diseño puede mejorar nuestro entorno, desde objetos tan utilitarios como una taza, unos audífonos, la banca del parque o los anuncios viales hasta el trazo de la ciudad, como sucede en otros lugares. “El diseño mejoraría muchísimo nuestra vida cotidiana porque puede plantear objetos que no solo son utilitarios sino cómodos, fáciles de agarrar, sumamente funcionales”, dice. “Es interesante porque estoy reflexionando en esto y pienso que, si retrocedemos al mundo precolombino, nos daremos cuenta de que el diseño estaba muy presente en la vida diaria. Si no lo crees, mira las vasijas, los telares, la cerámica o la arquitectura, todo tenía un sentido estético y un contenido práctico”.

Agarrados del estribo
José Antonio “Goster” Mesones lleva más de 20 años como diseñador gráfico. Ha tenido diversos reconocimientos en nuestro país y el extranjero: fue nominado al Grammy Latino en el 2012 como mejor director de arte y diseño por la tapa del disco 
"Ves lo quieres ver" de Bareto y fue el único peruano invitado como jurado en el One Show en Nueva York, uno de los concursos de diseño más importantes del mundo. Actualmente es director de Mago, uno de los estudios que organiza el próximo FID. A diferencia de Heredia, él considera que se ha abusado de la estética chicha. “Muchos se han colgado del estribo con facilismo”, argumenta. “Es una opción, pero creo que es difícil generar identidad con solo algunos elementos. Hoy las tendencias gráficas están más globalizadas que identificadas con un país. Tal vez en lugares como la India se pueda hablar de una estética distinta, pero aquí se agarran de tres elementos y no hay más. Pienso en alguien como Elliot Túpac, que no se ha colgado de nada, que es auténtico y honesto y ha innovado lo que había; pero otros se han colgado del póster chicha y no salen de ahí”. 
     “Entonces, ¿qué crees que identifica el diseño peruano?”, le volvemos a preguntar. “Hay una tendencia a sobrecargar los contenidos, a llenar espacios —dice—. Entiendo que no tenemos una identidad gráfica, ni siquiera tenemos una identidad, no sabemos quiénes somos. Nos hemos agarrado de la gastronomía como quien se coge de algo para sobrevivir”.

De qué hablábamos cuando... 
Es la primera vez que se organiza en Lima un Festival Internacional de Diseño. Se busca replicar, de esta manera, lo hecho en Costa Rica, donde, desde hace más de cinco años, se lleva adelante un festival que reúne en tres días muestras, charlas y talleres, y se ha convertido en uno de los acontecimientos más importantes de su tipo en la región. 
     En la versión peruana, las charlas serán solo de un día (el 24 de setiembre), mientras que los días restantes (el 23 y el 25) estarán dedicados a los talleres. También se exhibirá una exposición titulada “Identidad y pertenencia”, que es una muestra del diseño hecho en el Perú. 
     “Queremos abarcar todo el espectro de la manera más amplia posible y convertir a Lima en un punto de referencia para atraer también a profesionales de los países cercanos”, apunta Roni Heredia. Y “todo” significa muchas cosas: propuestas gráficas, ilustración, moda, arquitectura, creación de marcas, diseño de productos, intervenciones urbanas, gastronomía y, por supuesto, tecnología.  “Cuando formamos la Asociación de Estudios de Diseño (ADÑ) lo hicimos para que la gente valore esta profesión y sepa para qué sirve esta herramienta”, dice Goster. Luego cuenta: “Yo siempre hago la broma de que mi papá ni siquiera sabe a qué me dedico y hace 20 años que hago esto. Mi viejo piensa que sigo haciendo dibujitos y no hago dibujitos realmente; bueno, tal vez sí, pero no cuando estoy trabajando de verdad”, asegura entre risas. 
     “Todavía se piensa que el diseñador es solo un dibujante”, añade Heredia. “Gran parte del mercado vincula el diseño con un oficio, digamos, artesanal, que no logra una categoría de profesión seria. Es algo que aún no está metido en la cabeza de la gente”. El actual director creativo de Facebook, el coreano Ji Lee, es uno de los invitados al festival. Es conocido no solo por haber trabajado en Google, sino también por campañas tan mediáticas como The Bubble Project, realizada hace un tiempo en las calles de Nueva York. A Lee le molestaba tanto la contaminación visual de la ciudad que se propuso intervenir los avisos. Pegó encima de los anuncios globos de diálogos vacíos y a través de una página web alentó a la gente a llenarlos con mensajes. Tuvo más de cien mil seguidores, reportajes en los medios, y se convirtió en uno de los diseñadores más requeridos por las propias agencias de publicidad que antes lo habían denunciado por malograr sus campañas. Cuando en enero del 2014 le pidieron describir su profesión, Lee dijo: “Hoy siento que soy un diseñador de comunicación, un artista, un cineasta, un creador de juegos. Soy muchas cosas distintas. Y siempre pienso ¿cuál es la diferencia entre diseño y arte? Creo que el diseño resuelve un problema específico. Si el cliente es un restaurante, una empresa naviera o un fabricante de muebles, mi tarea como diseñador es ayudar a la compañía a que su comunicación sea clara y efectiva. En cambio el arte no resuelve problemas, uno se expresa a través de él”. 
     Leemos parte de esta cita y Goster comenta: “El diseño también puede estimular al igual que el arte, pero nosotros somos finalmente canalizadores de cosas, estamos comunicando objetivos. Un diseño tiene que ser a la vez estético y funcional para que sea interesante”. 
     “Lo que nos falta —interviene Heredia— es educar gráficamente no solo a los consumidores sino también a ciertos clientes que te contratan y no entienden lo que les propones porque ellos mismos no saben lo que quieren. En algunos casos el nivel es ínfimo. Por ejemplo, te ponen la foto de un político sin manos y el mensaje es ‘a mí nadie me rompe la mano’. Cosas de este tipo nos distancian de esa sensibilidad visual que necesitamos”. Heredia dirá luego que eso de confundir el diseño con una profesión elitista es más una consecuencia de una sociedad con escasa información o muy poca sensibilidad visual. “Aquí cualquier expresión artística es elitista porque lo que gobierna es el desconocimiento”, explica.

El alma y la tecnología
“Mete tu alma en lo que haces, introduce tu subjetividad en el diseño que estás haciendo, elimina las máquinas todo lo que puedas y devuelve el lado humano a tu trabajo”, recomienda Stefan Sagmeister, diseñador gráfico nacido en Austria en 1962. La frase figura en la página oficial de Facebook del FID Perú 2015. 
     “¿Cuánto importa la tecnología?”, le preguntamos a Goster. “Yo siempre he comentado —responde el director de Mago— que antes enseñaban software de diseño y te decían ‘aquí te enseñamos diseño por computadora’. ¿Cómo es eso? Es como si te enseñaran a escribir por Word. La computadora es solo una herramienta, como el lápiz o la mano. El diseño es un proceso mental, intelectual, antes que un proceso tecnológico”. 
     Por eso un acontecimiento como el FID Perú sirve para pensar también en esa ciudad que queremos, en esa urbe ya no imaginaria sino real donde es posible canalizar propuestas, ideas y proyectos para mejorar lo que nos rodea. Planes como los de los arquitectos de 51-1 —también invitados al festival— que buscan hacerse oír para recuperar espacios de Lima como la otrora zona industrial. La función del diseño está ahí, en mejorar y hacer más funcional, cómoda y llevadera la vida que nos toca. La vida de todos. 

Figuras peruanas y extranjeras
El FID Perú 2015 trae a Lima como conferencistas a cinco figuras mundiales del diseño. Uno de ellos es Ji Lee, director creativo de Facebook, que antes ha pasado por firmas tan importantes como Saatchi & Saatchi y el gigante Google. Otro es Joshua Davis, artista digital y programador norteamericano que impone su estilo en marcas y productos que van desde tablas de surf hasta audífonos, y es uno de los impulsores del arte generativo. También viene Marina Willer, socia del estudio londinense Pentagram, uno de los más importantes del mundo. Ella rediseña la tienda de la marca Melissa en Sao Paulo, Brasil. Luego está la diseñadora de modas Michelle Lesniak, conocida por ganar la edición 11 del Project Runway, el reality conducido por la supermodelo Heidi Klum. El grupo se completa con Rhys Thom, de Ideo, un experto en diseño organizacional que ha trabajado en lugares tan complicados como Namibia o Nigeria. 
    
Del lado peruano estarán el chef Pedro Miguel Schiaffino, creador de propuestas innovadoras que unen gastronomía, investigación y rescate de productos nativos; y Miguel de Rivero, del equipo de arquitectos de 51-1, catalogado por la revista inglesa Icon como una de las 20 firmas de arquitectura que cambiarán el futuro. Y ellos ya lo están haciendo. Acaban de inaugurar el pasado 2 de setiembre la extensión del Museo de Arte Moderno de Medellín. 
    
Las conferencias serán el 24 de setiembre de 8:00 a 18:00 en el auditorio del Colegio Médico del Perú (Av. 28 de Julio 776, Miraflores). Entradas en Teleticket. 

Contenido sugerido

Contenido GEC