MADELEINE OSTERLING LETTS
Abogada
Faltan palabras para agradecer y expresar el orgullo que sentimos mi madre, mis hermanos, mis hijos y yo al oír y leer las palabras de elogio hacia Felipe Osterling Parodi, el líder indiscutible de nuestro núcleo familiar. Crecimos viéndolo trabajar por nuestro país y el perfeccionamiento de las leyes en las que se basan la convivencia respetuosa, ordenada y democrática.
Ese reconocimiento viene del sentimiento sincero de quienes lo conocieron, como amigo, político, profesional y maestro. Osterling Parodi se ganó un sitial como jurista y en la política nacional, “en la cancha”, como diría él usando términos del fútbol, ese deporte que fue una de sus grandes pasiones (tenía una memoria prodigiosa para los goles y jugadas).
EL SPORTING
Por dos décadas fue dirigente del Sporting Cristal, y siguió a ese equipo hasta el final de su vida, con corazón, lealtad y pasión.
Entre mis más gratos recuerdos de niñez están nuestras jornadas en el Estadio Nacional para ver jugar a Cristal. Un triunfo del equipo hacía la diferencia y marcaba la tónica de la semana. Memorias cómo esa, hacen que mi padre, mi maestro, mi gran ejemplo de vida, esté conmigo hoy más que nunca.
EL GRAN LEGADO
Su gran vocación fue, sin duda, la docencia y por más de medio siglo fue profesor del curso de Derecho de las Obligaciones en la Facultad de Derecho de la Universidad Católica. Tuve la suerte de que me enseñara en tercer ciclo; era un lujo de profesor y quien más conocía sobre Derecho de las Obligaciones en el Perú.
Sus clases me recordaban las larguísimas horas que dedicó a la Comisión Reformadora del Código Civil de 1936, cuyo fruto fue nuestro actual Código Civil (1984).
Fue en los 70: mi padre pasaba todos sus fines de semana y muchas noches hasta el amanecer, impulsando esa Comisión, y preparando el articulado del Libro VI del Código Civil, y la Exposición de Motivos correspondiente.
Creo que ese fue su mayor legado para el Perú; una hazaña a mi juicio insuficientemente reconocida por las autoridades y la academia. Sé, sin embargo, que la historia y las futuras generaciones de abogados sabrán reconocer su valiosísimo aporte al Derecho Civil.
RECUERDOS
Me es difícil imaginar cómo serán mis días sin él, sin su amor y la lucidez de su consejo constante.
En el dolor de su ausencia vuelven a la memoria las experiencias compartidas. Son imágenes de mi infancia y juventud a su lado: nuestra casa en Blas Cerdeña, San Isidro, nuestros paseos a caballo en la hacienda de mi abuelo materno, don Roberto Letts; la aventura de nuestros primeros meses en la casa de La Molina, en el año 1968 casi en medio de la nada; mis visitas a su oficina del Estudio y mi fascinación por sus lápices Mongol No. 2, perfectamente tajados.
Viajar con él era un placer, viajamos mucho porque le gustaba estar acompañado de su familia. Nunca perdió la capacidad de sorprenderse ni la avidez por el conocimiento y las nuevas experiencias. Su sentido del humor, energía y optimismo lo hacían el compañero de viaje ideal.
Era un deleite conversar con él por su vasta cultura. Pocos temas le eran ajenos, pero cuando ello ocurría tenía la humildad de reconocerlo, de aprender e informarse.
el trabajador
Siempre nos recordaba, a mis hermanos y a mí, que empezó a trabajar a los quince años apenas terminó el colegio, y que trabajaría por siempre. Retirarse no estaba en sus planes: quería seguir contribuyendo, generando valores y enseñando con el ejemplo. Fue un luchador de la democracia y de la igualdad.
GUÍA
Elegí la profesión de abogado para parecerme más a él. Quisiera haber heredado sus dotes de jurista, su facilidad de palabra y su don de conversación, pero lo que me inculcó fue más valioso.
Me enseñó que la libertad y el derecho de las personas son los valores por excelencia. Una de sus virtudes más notables fueron la compasión, la tolerancia y su gran respeto por los menos favorecidos. Desafortunadamente, en nuestro país subsisten situaciones de discriminación y de abuso por raza o condición social frente a las cuales muchos siguen indiferentes.
Pienso cuán distinto sería el Perú si existieran más “Felipes”; más abogados y políticos con su línea de conducta intachable y de coherencia entre la prédica y sus actos.
Nos queda su legado y su ejemplo de vida que para mí señala el camino a seguir.