“'La naranja mecánica' de los noventa”. Con este eslogan se promocionó "Trainspotting" en su estreno. Hacía falta arrogancia para compararse con el clásico de culto de Stanley Kubrick, y los responsables creativos de "Trainspotting" tenían el talento y la juventud para ser lo arrogantes que quisieran. Esta actitud desafiante estaba en perfecta consonancia con la película que habían hecho. Basada en la novela de Irvine Welsh, se cuenta la historia de unos heroinómanos sin excusas ni redención moral, una crónica de supervivencia en clave de humor negro. Han transcurrido 20 años y "Trainspotting" no ha perdido su impacto; además, se ha convertido en un tesoro generacional. Volver a ella es revivir las imágenes y sonidos de una época desenfrenada.
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Todo empezó con el éxito de "Tumba al ras de la tierra" (1994), el primer largometraje dirigido por Danny Boyle, escrito por John Hodge y producido por Andrew Macdonald. Los tres socios de la conquista estaban en sus treintas y volaban alto. Su ópera prima fue un brillante ejercicio de suspenso salpicado de ironía, muy al estilo de los hermanos Coen. Después de tiempo, el Reino Unido contaba con un filme insolente y, al mismo tiempo, incompatible con los dramas sociales de Ken Loach y Mike Leigh, los maestros de la escuela realista.
La novela de Welsh transcurre a fines de los ochenta, pero quizá en esa época "Trainspotting" hubiera tenido otra acogida. Las trasgresiones de Mark Renton y su pandilla de “drugos” desentonaban con el espíritu conservador impuesto a hierro y fuego por Margaret Thatcher. Para que una película alcance el estatus de evento cultural, necesita algo más que calidad artística: tiene que ser un producto de su tiempo, aparecer en el lugar y en el momento indicados. En ese sentido, los dioses estaban del lado de Boyle y su equipo de aventureros. Exhibir con orgullo ser británico y de clase trabajadora volvió a ponerse de moda tras la salida de Thatcher y el arribo de un período conocido como “Cool Britannia”. Bandas de rock y pop como Oasis y Blur habían devuelto a los jóvenes el espíritu de libertad y hedonismo. Súbitamente, estaba bien portarse mal y "Trainspotting" lo capitalizó a su favor.
Sin embargo, cuando Boyle anunció su intención de llevar al cine una novela sobre drogadictos escoceses al borde de la sobredosis, casi logra que lo ingresen al manicomio. En teoría era exactamente el tipo de historia que la gente evade como la peste. Pero Boyle estaba convencido de poder hacer una película de un libro aparentemente inadaptable dado su carácter episódico. El mismo Welsh era escéptico de ceder los derechos. Hizo falta que Boyle le prometiese que no daría sermones. Indudablemente honró su palabra, a tal punto que muchos condenaron "Trainspotting" por glorificar las drogas. Para otros, en cambio, es una de las obras que mejor retratan el horror y desesperanza que subyacen en este submundo. Esa era la intención del director: mostrar por qué las drogas son tan seductoras y cuál es el terrible costo de su dependencia.
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Siempre hubo un favorito para hacer de Mark Renton, el esmirriado héroe de "Trainspotting". Ewan McGregor fue una revelación en "Tumba al ras de la tierra" y contaba con el carisma necesario. “'La naranja mecánica' de los noventa” apenas mostraba escenas de violencia; en cambio, Boyle apeló más a la irrealidad de las imágenes. Un referente inesperado es "Anochecer de un día agitado" (1964), con The Beatles, una película que no da respiro por un minuto y establece complicidad con el público. Más evidente es la influencia de Stanley Kubrick, tanto en el concepto visual como en su mirada cáustica de la sociedad; ambas están del lado de los jóvenes en su rechazo al sistema, pero también reconocen la imposibilidad de trascenderla.
El fenómeno "Trainspotting" se redondeó con un soundtrack de antología. Figuras del britpop como Pulp, Elastica y Damon Albarn asomaron en el tracklist, junto a canciones de Lou Reed (“Perfect Day”) e Iggy Pop, cuyo “Lust for Life” alcanzó la categoría de himno. Ahora sabemos que David Bowie ayudó a conseguir las licencias de estos clásicos, producidos por él mismo.
Todo apunta a que este 2016 se rodará la esperada secuela, basada en "Porno", una novela también, claro, de Irvine Welsh, un proyecto largamente acariciado por los fans y por Boyle, quien afirma haber esperado 20 años para que los actores luzcan el paso del tiempo. Pero hay un ingrediente adicional, ya que será el reencuentro del director y su estrella, enemistados desde que Leonardo DiCaprio desembarcara a McGregor de "La playa" (2000). Final feliz para estos viejos amigos, tanto de la realidad como de la ficción.