¿Demasiado viejos para el rock and roll? - 1
¿Demasiado viejos para el rock and roll? - 1

Por Ricardo Hinojosa Lizárraga

Son poco más de las seis de la mañana en la granja de Max Yasgur, un sencillo hombre de familia que alquiló sus terrenos para un concierto de tres días. Mientras casi todo el país duerme, más de medio millón de jóvenes se resiste a hacerlo como si de ello dependiera la vida, como si fueran pocos los amaneceres que quedaran ya. Por el escenario instalado en la granja pasaron, durante las últimas 36 horas, artistas como Richie Havens, Santana, Canned Heat, CC Revival, Grateful Dead, Janis Joplin. La gente trata de menospreciarnos/ solo porque vamos adonde queremos/ Las cosas que hacen parecen horriblemente frías, canta un chico de 25 años llamado Roger Daltrey, y otras voces lo acompañan con un coro que se repite tras cada frase: Talkin’ ‘bout my generation. Mientras se integran en esa comunión visceral, juvenil, incendiaria, con su público, el domingo 17 de agosto de 1969 recibe los primeros rayos de luz solar que alumbrarán el último día de un fin de semana inolvidable. I hope I die before I get old, completa Daltrey a toda voz desde el escenario. Sus acompañantes son Keith Moon en la batería, John Entwistle en el bajo y, en la guitarra, el autor de la letra, Pete Townshend. Ninguno supera la edad de su vocalista: se trata de la banda británica The Who, cantando su canción más emblemática, “My Generation”, en pleno festival de Woodstock, hito del rock y la libertad, testimonio sociocultural de lo que es capaz de hacer la juventud ante un determinado momento de la historia. 
    Han pasado 47 años. Es de noche en Toulouse, Francia. Guitarras, bajo y batería se hacen dueñas del sonido. People try to put us down/ Just because we get around, cantan desde el escenario de una conocida sala de espectáculos, completamente llena para la cita. Sobre él, dos rockeros —acompañados por otros músicos— demuestran con sudor y vena que siguen en pie. I hope I die before I get old, canta, convencido, Daltrey; mientras Townshend rasga la guitarra como solo él sabe y puede, aunque una sordera parcial lo venga fastidiando desde hace algún tiempo. Es el 14 de junio del 2016. Lo único que ha cambiado —aparte de la ausencia de los fallecidos Moon y Entwistle— es que Daltrey y Townshend son septuagenarios. He ahí dos hombres resistiendo el paso del tiempo, podría decir alguien. Dos que, conscientes de esto, hacen de todo para disfrutarlo. 
    ¿Qué hace posible que un tipo que compuso una canción a los 20 años, en 1965, con un sentimiento y emociones particulares, pueda seguir cantándola más de medio siglo después? La pregunta podría aplicarse a muchos otros músicos de similar edad que mantienen viva la llama de la juventud. Quizá porque es un himno ineludible para su repertorio, quizá porque les permite mantenerse vivos. Para muchos podría ser paradójico que la canten hoy, cuando probablemente representan el negocio del rock de las últimas cinco décadas y, con ello, lo bueno y lo malo de él. Además, porque, aunque no tengamos detalles de cómo han criado a sus hijos o nietos, tal vez ellos también, en algún momento, intentaron menospreciar a alguien solo por ir adonde quería, e hicieron cosas que lucieron horriblemente frías. Quizá se han convertido en todo aquello que despreciaban y a lo que temían representar algún día. O siguen cantando, justamente, para no convertirse en ello. A lo mejor dudamos porque los muertos están mitificados, pero los que siguen en pie siguen siendo humanos. “¡Denle un vistazo a mi vida! ¡Miren a mi generación! ¿Cómo funcionó? —declaró Pete Townshend para un documental—. Keith Moon, Brian Jones, Janis Joplin, Jimi Hendrix, la lista es jodidamente interminable. Ellos están muertos. Mi vida está llena de gente muerta. Mis amigos están muertos. Ellos podrán ser sus malditos ídolos, pero eran mis jodidos amigos. Y están muertos”. No son necesarias más palabras para entender su pena y su nostalgia. A pesar de ella, The Who sigue dando batalla y conciertos alrededor del mundo.


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Demasiado viejo para el rock and roll, pero demasiado joven para morir, cantaba hace exactamente 40 años la banda británica Jethro Tull. La canción era parte de una obra ambiciosa: pretendía contar la historia de Ray Lomas, un rockero ficticio que, al enfrentarse a una sociedad cada vez más cambiante y confusa, no encuentra su lugar en el mundo y opta por el suicidio, pero termina en coma. Cuando despierta, pasado un tiempo, nota que su look y su música están de moda otra vez. Asimismo, parece bastante más joven, gracias a la cirugía de reconstrucción facial a la que fue sometido luego del accidente. Lomas encarna, de pronto, los sueños de muchos rockeros sobrevivientes hoy: no tener que recurrir a medicinas cotidianas; no estar pendiente de su testamento o su seguro de vida; no tener una pensión digna, sino un trabajo emocionante; no aceptar el asiento en el Metropolitano por orgullo; no sufrir por la AFP, el régimen 20530, la jubilación, el reumatismo o la impotencia. Después de todo, ellos eran sexo, drogas y rock and roll. 
    Ian Anderson, factótum de Jethro Tull, tenía apenas 28 años cuando escribió la canción que da nombre al mencionado álbum. Hoy, a sus 68, puede tocar la flauta, cantarla y sentirla como nunca. Tiene una agenda recargadísima, que incluye conciertos programados hasta fines de año. 


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“Alice Cooper está harto de la retórica, las difamaciones y el frenesí de los medios de comunicación —indica un comunicado de prensa difundido hace unas semanas por él mismo—. Cooper quiere ser elegido”. ¿Elegido? Sí. A su peculiar manera, el cantante ha iniciado una ‘campaña’ en dos países. En los Estados Unidos se ofrece como una opción a Trump y Clinton, y también va por el cargo de primer ministro del Reino Unido, aunque ya tenga dueña. 
    No importa que haya nacido en Arizona hace 68 años: es tercera juventud. “Les pide a sus compañeros norteamericanos, británicos y todos aquellos alrededor del mundo que estén desilusionados con sus líderes que se sumen al Partido Salvaje”, prosigue el comunicado. Esta campaña tiene su propia página web (www.aliceforpresident.com) y su lema: “Un hombre problemático para tiempos problemáticos”. Pese a su edad,  Cooper —quien también participa del proyecto Hollywood Vampires, junto al guitarrista de Aerosmith Joe Perry (65), Matt Sorum y Johnny Depp— tiene aún un gran sentido del humor: esto no es más que un plan para promocionar su single “Elected”, una nueva versión de un tema del 72 incluido en "Billion Dollar Babies". Más sabe el diablo por viejo. 


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“He sentido mucho malestar durante el último año. Empezó con un dolor lumbar y después se desplazó a otros lugares”, le dijo Eric Clapton, de 71 años, a la revista Classic Rock hace unas semanas. A pesar de haber publicado en mayo su vigesimosegundo álbum de estudio, "I Still Do", y de haber colaborado en lo nuevo de los Rolling Stones —que aparecería en octubre—, la descripción de sus síntomas, que incluyen una especie de choques eléctricos hacia sus piernas cada vez que toca la guitarra es, para muchos, la de un mal que, en un corto plazo, no le permitiría seguir tocando. 
    Clapton es uno de los más grandes sobrevivientes de su generación, pues superó adicciones a las drogas y el alcohol, además de constantes deseos de suicidio, tres úlceras sangrantes y el dolor por su hijo Connor, muerto en un lamentable accidente ocurrido en 1992, cuando tenía apenas cuatro años. Sin embargo, quien también formara parte de Cream parece estar viviendo un momento crítico: las adicciones, al fin y al cabo, podían curarse. Al parecer, el mal que sufre, no. “Es difícil tocar la guitarra así, y he tenido que aceptar el hecho de que no va a mejorar”, confesó Slow Hand a la revista. Algunos medios se han aventurado al diagnóstico: polineuropatía mixta degenerativa, probablemente ocasionada, en parte, por sus años de adicción. Pero él asegura que seguirá tocando, sobreponiéndose al dolor. Después de todo, “Clapton is God”. 
    Hace poco, Ginger Baker, su compañero sobreviviente de Cream (Jack Bruce falleció el 2014 víctima de una dolencia hepática) fue operado a corazón abierto. “No hay más conciertos para este viejo baterista”, habría dicho Baker, de casi 77 años, tras la operación. Hasta poco antes de la cirugía tocaba con continuidad con su banda Air Force. Luego de ella, tuvo que cancelar su tour por Gran Bretaña. Paralelamente a ese mal, padece osteoartritis degenerativa. El 2013 le había confesado a The Guardian que “salió de las drogas 29 veces”. Hoy, parece que su salud está pagando el precio de sus 28 regresos. 


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Quizá una de las bandas más afectadas en estos momentos, por distintos motivos, sea AC/DC. Pensar verlos en todo su esplendor es otra vez una utopía: el baterista Paul Rudd, a sus 62 años, está bajo arresto domiciliario por posesión de drogas y amenazas de muerte a un exempleado; Malcolm Young, de 63, diagnosticado con demencia, ya no puede tocar; Brian Johnson, de 68, está quedándose sordo, y Axl Rose (¿lo han visto?) es su reemplazante ‘provisional’; Cliff Williams, bajista y único miembro de la formación clásica que acompañaba a Angus Young todavía, acaba de anunciar que lo deja todo. El paso del tiempo también afecta a una banda que, hasta hace poco, era considerada una máquina imparable. 
    Dentro de poco, Aerosmith aterrizará nuevamente en Lima, sí, pero según los promotores del evento, será su gira de despedida. Si pensamos en el reciente desmayo de Joe Perry en pleno concierto y en que sus integrantes rozan los 70 años, podríamos creer que lo será. Y esperar dos cosas: ante todo, que hagan una extraordinaria presentación —los Stones han dejado la valla bastante alta, gracias a su intensa performance de marzo pasado—; y, segundo, que no imiten a Camilo Sesto y empiecen a realizar despedidas cada año.         
    En cuanto a otros rockeros representativos, Duane Allman, de The Allman Brothers; y Eric Burdon, líder de The Animals, publicaron sendos libros autobiográficos y siguen cantando. Por su parte, los Beach Boys han vivido una especie de renacimiento en los últimos dos años, con el estreno de "Love & Mercy", el biopic sobre su genio creativo, Brian Wilson. Curiosamente, y aunque todas las apuestas de la época lo daban como la primera posible baja del grupo, a sus 74 años es el último sobreviviente de los hermanos Wilson y está en plena gira por el 50 aniversario del "Pet Sounds" (pese a que, desde mediados de los sesenta, sufre de serios problemas mentales). Bruce Johnston y Mike Love siguen tocando bajo el nombre de Beach Boys. 
    Otra baja potencial fue siempre Ozzy Osbourne. Pero hoy, a sus 67 años y pese a su apariencia achacosa, sus mayores problemas recientes derivaron de una infidelidad a su esposa. En el escenario sigue siendo un poseso. Otros coetáneos suyos, como Rod Stewart (71) o Elton John (69) se han convertido en ‘lores’ del show business. La voz ronca del primero —hace unos días la rompió en el festival catalán de Cap Roig— y la destreza compositiva del otro —este año publicó "Wonderful Crazy Night", su 32.° álbum de estudio— siguen intactas. 
    También siguen ‘oliendo a espíritu joven’ gente como Santana (69), que acaba de editar "Santana IV", luego de reunir a muchos de sus músicos del pasado remoto; Patti Smith (69), que está por lanzar, junto a su hija, un trabajo dedicado a Nico, la fallecida integrante de Velvet Underground; Neil Young (70) —a pesar de algunos problemas en la espalda, acaba de deslumbrar al público español tras un concierto en Madrid, y fue calificado como “el mayor portador vivo de la llama del rock ‘n’ roll”—; o Paul McCartney (74) y Ringo Starr (76), quienes, como vimos en Lima, siguen en la plenitud de sus facultades y dando conciertos por todo el mundo. Incluso a Paul lo sacaron hace unos años de un exclusivo restaurante por prenderse un porro en el baño. John Fogerty, quien fuera frontman de CC Revival, también sigue cantando, vital sobre el escenario.
    Por lo demás, seres como David Bowie (69) o Lemmy Kilmister (70) trabajaron hasta el último instante y extrañaron al mundo con la gravedad de sus enfermedades. Bob Dylan (75) sigue sacando discos con la misma voz y el sentimiento de siempre. Los Grateful Dead se despidieron el año pasado; el francés Johnny Hallyday, de 72 años, emprendió a inicios de año una gira que superó los cien conciertos; Meat Loaf se anda desmayando en sus presentaciones… y nadie sabe por qué; Iggy Pop sigue en absoluta forma —a sus 69— y se acerca también a Lima, dispuesto a estar a la altura de su leyenda, para demostrar que es una iguana inmortal. Igual sucede con Steve Hackett (66), de Genesis y, claro, los Guns N’ Roses, que, aunque menores, siguieron una estela de autodestrucción similar a la de muchos de la vieja guardia sesentera, pero hoy están de vuelta. 
    Por estos lares, Charly García (64) es un ejemplo simbólico: luego de superar décadas de adicciones y locuras, hoy es un genio bonachón y regordete. Además, junto a Litto Nebbia (68) —quien también viene a Lima en setiembre— es uno de los más destacados sobrevivientes argentinos de la primera oleada del rock en español. Álex Lora (63) también sigue, firme, frente a El Tri. Leyendas nacionales como Los Saicos, Los Belkings, Traffic Sound, Black Sugar y hasta Frágil, que teloneó a los Stones, reavivan de tanto en tanto sus fuegos.
    De vez en cuando, los ‘sumos sacerdotes’ del rock también se juntan entre ellos. En octubre de este año, Desert Trip reunirá a los Stones, McCartney, The Who, Dylan, Roger Waters y Neil Young, en un festival sin precedentes. Incluso, al cierre de esta nota, se comentaba la posibilidad de una reunión entre los miembros sobrevivientes de Pink Floyd y Roger Waters. Todos nos proporcionan imágenes actuales, con vida propia, a pesar de la edad de sus protagonistas. Lo terrible sería imaginar con artritis en los dedos a Jimmy Page (72) o a Keith Richards (72), o a Mick Jagger (73) sin poder bailar siendo bisabuelo. El rock es nostalgia también, por eso muchos escribimos artículos sobre los equis años de la muerte de tal o cual rockero, conmemorándolo, lamentándolo, celebrando lo que fue su vida. 
    A veces uno se imagina vivo a su rockero favorito. Después de todo, para muchos las canciones son bellos fantasmas que acompañan para siempre. Veámoslo de esta manera: pese a las pruebas de vigencia y vitalidad de muchos, en 15 años estaremos escribiendo un artículo sobre “la última leyenda viva” del rock. Y eso sí será triste. Sin embargo, siempre podremos remitirnos, nuevamente, al tema de Jethro Tull y a su frase final: Nunca eres demasiado viejo para el rock & roll si eres demasiado joven para morir.

El rock de los patriarcas

Jerry Lee Lewis, Chuck Berry, Little Richard, Fats Domino son cuatro nombres que hoy nadie menciona, pero que forjaron el rock desde sus inicios. Aunque a muchos les parezca improbable, todos están vivos. ¿Sus edades? 80, 89, 83 y 88, espectivamente. Más sobrevivientes que ellos, ninguno. Ojalá que nuevos y posibles homenajes los encuentren igual de sanos y juntos.

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