Probablemente, sus intereses se formaron muy tempranamente, en sus viajes de infancia junto a sus padres. Siempre contaba que todos los fines de semana iban a Chancay o a distintas localidades del norte chico. En esos viajes recorrían los yacimientos de antiguos cementerios e iban recolectando los vestigios que encontraban en el suelo.
Esta tradición la continuó con nosotros también, muchos domingos de nuestra infancia los pasamos yendo a los mismos sitios que él recorría de chico. Increíblemente, aún cuando nosotros íbamos, todavía encontrábamos fragmentos de huacos tirados en el piso, entre huesos y otros objetos curiosos. Esos paseos tenían un aire de paz y misterio que sin duda nos han moldeado.
Una de las enseñanzas que más recordamos de él, es el respeto y amor que tenía por la naturaleza. Una manera de reflejarlo en nosotros fue a través de los campamentos, los cuales hacíamos todos los años en la playa Barlovento. Él iba ahí desde joven, y sin duda era su lugar favorito. Lo que más disfrutaba era pescar y hacer largas parrilladas en las noches. Era amante de las 4x4 por lo cual usualmente era el elegido para desarenar cualquier atollado o para subir algún cerro. Producto de su amor por dicho lugar, fundó EcoPlayas, iniciativa que surgió entre amigos con el deseo de mantener la playa en las mejores condiciones para futuras generaciones. Siempre nos inculcó dejar cada lugar mejor que lo encontrábamos.
Fue cerca a esta playa que él descubrió unas figuras en un cerro de Paracas. Las estudió e investigó por muchos años, decía que eran aun más antiguas que las líneas de Nasca y pertenecían al período Paracas Cavernas. Hizo algunas publicaciones al respecto ya que le preocupaba la preservación de las mismas. Tuvo muchos otros proyectos como este. Él era una enciclopedia andante, sabía de todo y le interesaban muchos temas. Era la persona más interesante para conversar y el indicado para resolver cualquier tipo de pregunta, siempre tenía la respuesta.
Un conocedor del Perú
Otra actividad que disfrutaba mucho era viajar y explorar, conocía todo el Perú y no se cansaba de recorrerlo. Sobre todo los sitios arqueológicos. Le gustaba mucho ir a la sierra, aunque siempre sufría de soroche y bromeaba diciendo que le daba hasta en Chaclacayo. En cada viaje que hacíamos era impresionante escucharlo hablar de cada sitio con completo conocimiento, siempre tenía historias interesantes y una manera única de contarlas. Era un gran explorador y el mejor compañero de viajes.
Si bien siempre estuvo relacionado al Museo, desde que su padre falleció, fue su madre quien asumió la Dirección. En todos los años en que la acompañó en sus labores, siempre respetó sus ideas y la gestión que realizaban. Sin embargo, él tenía un enfoque algo más moderno y dinámico, así que con el tiempo fue desarrollando estos planes e ideas en su cabeza.
Su gestión en el Museo Amano
En 2012 asumió la presidencia del Museo, etapa decisiva en la cual se debía afrontar una crisis. Por más de 30 años se había mantenido la filosofía de Yoshitaro Amano, respetando sus deseos de no cobrar por el ingreso a ver la colección. Hasta ese momento, el Museo se había mantenido enteramente con donaciones y el patrimonio familiar. Eso nos había empujado a un límite en el que ya no era viable continuar sosteniendo económicamente al Museo. Como familia tomamos la decisión de darle un nuevo giro, implementar una nueva propuesta museográfica y museológica acompañada de una gestión cultural dinámica, que puedan en conjunto lograr el autosostenimiento del Museo.
Desde ese entonces, él tomó las riendas y se dedicó enteramente a la dirección del Museo. Hizo un gran trabajo de difusión y gestión, dejó de lado hasta sus otros intereses para dedicarle toda su energía. Siempre trató a todos con el mismo carisma, generosidad y amabilidad que lo caracterizaban. Tenía las puertas abiertas para todos, cualquier interesado en estudiar alguna pieza o plantearle algún proyecto siempre era bienvenido y tratado como en casa. Era sumamente bondadoso, siempre pensaba primero en el otro y generalmente ofrecía hasta lo que no tenía.
Con la materialización de su propuesta, uno de los resultados más valiosos fue que la colección se hizo más conocida dentro del ámbito local. Cabe recalcar que previo a la renovación, el Museo era básicamente conocido por investigadores, arqueólogos, artistas o diseñadores. Siendo la mayoría de ellos extranjeros. Esto se debió en gran parte a que hasta ese entonces solo había funcionado a puerta cerrada y bajo la modalidad de reserva. Era todo un misterio. Él literalmente abrió las puertas del Museo a una nueva era. Más abierta y accesible para todos.
Él siempre recalcó que somos los guardianes de la colección y todas sus acciones estaban orientadas a salvaguardarla lo mejor posible. Ahora es nuestro turno tomar la posta y seguir con la misión familiar. Si bien nos toca asumir esta gran responsabilidad en una etapa muy retadora donde las reglas del juego han cambiado, nos comprometemos a hacer todo lo que esté en nuestras manos para sacar adelante el Museo una vez más. Esperamos que con la misma resiliencia y entrega con la que lo hizo él.
Mas allá de la invalorable labor por difundir y proteger el legado precolombino, nosotros lo recordaremos por su entereza humana. Como el padre engreidor, amigo incondicional y compañero de aventuras. Sin duda el tiempo que compartimos juntos quedó muy corto, pero llevaremos su recuerdo y legado vivo por siempre.
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