Forgotten Silver cuenta la vida de Colin McKenzie, no solo el más grande pionero del cine en Nueva Zelanda, sino también un personaje imaginario, creado por Peter Jackson. [Foto: Wingnut films]
Forgotten Silver cuenta la vida de Colin McKenzie, no solo el más grande pionero del cine en Nueva Zelanda, sino también un personaje imaginario, creado por Peter Jackson. [Foto: Wingnut films]
Claudio Cordero



En 1995 el mundo celebró el centenario de la primera exhibición del cinematógrafo de Lumière. De pronto Nueva Zelanda, un país sin mayor tradición, reclamó su derecho a sentarse en la mesa de los adultos, gracias a los éxitos internacionales de El piano (Jane Campion, 1993), Once Were Warriors (Lee Tamahori, 1994) y Criaturas celestiales (Peter Jackson, 1994). Fue así como se produjeron un par de documentales para celebrar semejante ocasión: uno apócrifo (Forgotten Silver, de Peter Jackson) y otro oficial (Cinema of Unease: A Personal Journey by Sam Neill). Ni siquiera Australia, el gran vecino, se permitió semejante lujo.

Forgotten Silver cuenta la vida del más grande pionero de cine en Nueva Zelanda: un genio maldito llamado Colin McKenzie, que se adelantó a los avances de Georges Méliès y D. W. Griffith (concibió los primeros movimientos de cámara, los primeros planos, etc.), pero nunca obtuvo reconocimiento, más bien fue castigado por su obstinación de hacer películas. En realidad McKenzie jamás existió: fue creado por Peter Jackson para conciliar la euforia del presente con un pasado sin imágenes icónicas; tocó reírse de uno mismo (y de su cine) como señal de superación.

La capacidad para erigir una industria de cine donde antes no había infraestructura es una muestra elocuente de la idiosincrasia local, y un aviso de advertencia a todo aquel que se atreva a subestimar a los 4,5 millones de neozelandeses que habitan las dos islas que componen el territorio nacional. Tal vez debido a su remota ubicación geográfica, las autoridades reconocieron la necesidad de crear una imagen de su país y apostaron por un lenguaje universal para mostrar sus increíbles atributos culturales y geográficos.

"The Piano" cuenta la historia de una mujer escocesa, Ada McGrath, cuyo padre la vende en matrimonio a un hombre, Alistair Stewart, y la envía junto con su joven hija Flora y su piano a vivir con él a Nueva Zelanda.
"The Piano" cuenta la historia de una mujer escocesa, Ada McGrath, cuyo padre la vende en matrimonio a un hombre, Alistair Stewart, y la envía junto con su joven hija Flora y su piano a vivir con él a Nueva Zelanda.

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Hoy Nueva Zelanda se ha convertido en un país de cine, no solo por la notable cantidad de artistas de esa nacionalidad, sino porque ha servido para atraer a las superproducciones de Hollywood, siendo la más notoria la saga de El Señor de los Anillos. Lo increíble de esta historia es que en tan poco tiempo hayan alcanzado metas tan altas. Basta remontarse a fines de la década de los setenta, cuando fue creada la Comisión de Cine de Nueva Zelanda, agencia gubernamental responsable de incentivar la producción local. Hasta entonces, el cine neozelandés tenía un valor puramente anecdótico y la idea de contar con una industria cinematográfica local era disparatada.

Hubo que esperar hasta 1977 para el estreno del primer largometraje en 35 mm hecho totalmente por un equipo neozelandés:
el thriller político Sleeping Dogs, dirigido por Roger Donaldson y protagonizado por Sam Neill. Fue el mismo Donaldson quien consolidó el prestigio de la nueva industria con Smash Palace (1981), aclamada hasta la fecha como un clásico absoluto del cine neozelandés. Ambos éxitos le abrieron al director las puertas de Hollywood, donde haría una irregular carrera. En el 2005, volvió a casa para firmar uno de sus mejores filmes: The World’s Fastest Indian, con Anthony Hopkins.

Los ochenta evidenciaron los progresos del cinema kiwi. Destaca el director Geoff Murphy por sus logrados ejercicios de género con sabor local: sea road movie con Goodbye Pork Pie (1981), el western con UTU (1983), o la ciencia ficción con The Quiet Earth (1985), todas ellas inmensamente populares ahí y consideradas obras de culto en Europa y Estados Unidos. Mucho más consciente de su estatus de autor es Vincent Ward, cineasta de febril imaginación que será el primer neozelandés en competir por la Palma de Oro en el Festival de Cannes: tanto con Vigil (1984) como con The Navigator: una odisea en el tiempo (1988). Otros avances se dieron en términos de representatividad, ya que empiezan a surgir las primeras mujeres directoras y los primeros trabajos audiovisuales realizados por los maorís, población indígena del país.

La consolidación internacional llegó finalmente en los noventa y tuvo como protagonistas a Jane Campion y Peter Jackson, cineastas de sensibilidades casi opuestas que venían forjándose reputaciones de prestigio (Campion con Un ángel en mi mesa, de 1990) e infamia (Jackson procedía del gore más extremo, tal como lo certifica la salvaje Braindead, de 1992). Aunque Campion no haya desarrollado su posterior carrera en Nueva Zelanda, ha sido un ejemplo para directoras compatriotas, desde Alison Maclean (Crush, 1992) y Christine Jeffs (Rain, 2001), hasta Niki Caro (su drama Whale Rider tuvo un éxito mayor en el 2002). Mucho más prominentes son los herederos del primer Peter Jackson: Housebound (2014), What We Do in the Shadows (2014), Deathgasm (2015), por mencionar tres títulos recientes, revelan ese gusto de los neozelandeses por la fantasía irreverente, invocando con ironía a vampiros y demás monstruos.

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Dos décadas después de la explosión, la industria de cine local se mantiene vigente gracias a películas que han dejado su marca en festivales internacionales, por ejemplo In My Father’s Den (2004), Out Of The Blue (2006), Dean Spanley (2008), The Dark Horse (2014). Si hay un cineasta neozelandés que esté brillando en este momento como lo hicieron alguna vez Roger Donaldson, Geoff Murphy o Vincent Ward , ese es sin duda Taika Waititi, autor de los filmes más taquilleros de la historia de Nueva Zelanda: Boy (2010) y Hunt For The Wilderpeople (2016). En breve podremos ver cómo le ha ido al talentoso Waititi en su primera aventura americana, nada más y nada menos que la nueva entrega de Thor.

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