La importancia de la inversión en ciencia y tecnología ha quedado demostrada en el desarrollo de esta pandemia. El futuro cercano requiere que lo tomemos en cuenta. (Foto: iStock)
La importancia de la inversión en ciencia y tecnología ha quedado demostrada en el desarrollo de esta pandemia. El futuro cercano requiere que lo tomemos en cuenta. (Foto: iStock)
Alberto Gago

Conforme la pandemia originada por el COVID-19 se ha propagado por diversos países, toda noticia o información científica relacionada al virus ha ido captando, por obvias razones, cada vez más la atención. Así, el mundo ha estado siguiendo de cerca a la ciencia en sí misma. Se ha mostrado desde la explicación científica el por qué el lavado de manos es eficiente destruyendo al virus; así como el poder predictivo de la ciencia, a través de los modelos epidemiológicos. Dentro de este mismo contexto, casi se puede asegurar que no hay quien no haya visto y tratado de entender el famoso “flattening the curve” o aplanamiento de la curva.

Hemos aprendido también cómo conforme se construye la evidencia científica se van agregando nuevos hallazgos. Por ejemplo, la permanencia del virus en el ambiente o la variedad de síntomas que presentan los infectados. Y en ese sentido, también hemos sido testigos de cómo la evidencia científica ha ido desmontado muchas de las hipótesis iniciales que habían sobre el virus.

Ahora, por encima de todo lo demás, la coyuntura nos está enseñando a mirar la importancia de la ciencia y la investigación científica en nuestra sociedad. De hecho, líderes mundiales como el presidente de Francia Emmanuel Macron se han pronunciado enfáticamente sobre lo vital que es la investigación científica y la necesidad de invertir en ella masivamente y a largo plazo. Al dar este mensaje hizo pública también su decisión de invertir 5,000 millones de Euros en investigación. La asignación de este rol protagónico a la ciencia deviene de un hecho fundamental: es la única que nos puede dar una solución para evitar más muertes.

Sin tratamiento efectivo ni vacuna a la vista, el presidente Vizcarra, basándose en evidencia científica y las experiencias de otros países, tomó la mejor decisión posible: declarar la cuarentena y con ello conseguir el “aislamiento social”. Y en esta misma línea, se ha hecho necesario prolongarla. El objetivo es minimizar la pérdida de vidas y no colapsar el sistema de salud. Este tiempo de cuarentena, y su extensión debe servir para prepararnos para lo que se viene.

El futuro cercano va a requerir todos los recursos a nuestro alcance para controlar la enfermedad, lo que incluye tanto a nuestros científicos como a la infraestructura instalada en los laboratorios públicos y privados. Un ejemplo de ello son los laboratorios de biología molecular existentes en diversas universidades, los cuales podrían ayudar en el diagnóstico. Es de destacar la proactividad de algunas de estas instituciones al ofrecer su infraestructura de manera pública y desinteresada, del mismo modo que otras han manifestado su disposición y capacidad para producir respiradores de bajo costo.

Sin embargo, ante esta emergencia nacional debemos ir mucho más allá y, además de considerar lo anterior, movilizar a un grupo más amplio de científicos con capacidades diversas en bioinformática, big data, inteligencia artificial o estadística avanzada, por mencionar algunas, para la construcción e interpretación de modelos que son fundamentales para el desarrollo de técnicas avanzadas en la vigilancia epidemiológica y el manejo e interpretación de la data sobre la enfermedad en el Perú.

No es casualidad que durante la guerra sea cuando más se invierta en investigación y se requiera de ella. En tal sentido, y sin excluir la tecnología que podamos importar, es imperativo impulsar el desarrollo de tecnología e investigación locales que puedan ayudar a combatir y entender mejor al COVID-19. En ese sentido cabe destacar la convocatoria de Concytecpara establecer una mirada desde distintos ángulos, pero una de las lecciones más importantes que como país debemos sacar de esta complicada situación es que la urgencia de invertir masivamente en una ciencia diversa, y con visión a largo plazo. No solo es asunto de Francia o de los países desarrollados, sino también es asunto nuestro, pues es fundamental para nuestro futuro.

Alberto Gago. Investigador en física de partículas elementales y docente PUCP

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