Lady Gaga y Selena Gomez en los American Music Awards del 2016. Además de tenerse admiración mutua, sufren enfermedades crónicas y poco investigadas.  [Foto: Ladygaga.com]
Lady Gaga y Selena Gomez en los American Music Awards del 2016. Además de tenerse admiración mutua, sufren enfermedades crónicas y poco investigadas. [Foto: Ladygaga.com]


Por Víctor Falcón Castro

El 2017 será recordado como uno de los años más agitados de la volátil industria musical. Muertes sorpresivas, anuncios médicos y esperados lanzamientos han creado puntos de inflexión en un negocio cada vez más vertiginoso y cambiante. ¿Se está modificando nuestra forma de ver a los cantantes y celebridades? ¿Basta un buen disco para conseguir el éxito? ¿O este necesita ser ‘explicado’ en las redes sociales y las noticias?

                          — El profeta posmilenio —
20 de julio. Chester Bennington, líder de la banda Linkin Park y quizá la voz más representativa del nu-metal (género que fusiona elementos del heavy metal con el rap o el rock alternativo), se suicidó por ahorcamiento. La fecha coincidió con el cumpleaños de su amigo Chris Cornell, líder de la banda Soundgarden, quien se había quitado la vida del mismo modo dos meses atrás. Bennington tuvo una existencia tan triste y violenta como las letras de sus canciones. Adicciones, salud precaria y abusos sexuales desde los siete años marcaron su personalidad y posterior propuesta artística. Muchos acusaron a sus propios fanáticos de empujarlo a matarse por las críticas agresivas y las escasas ventas de One More Light, disco lanzado en mayo de este año.

Luego de su muerte, los siete álbumes de la agrupación reingresaron al Top 200 de la revista Billboard, y One More Light fue reescuchado y considerado el testamento artístico de Bennington. Al margen del verdadero detonante, queda una certeza triste: sin esta tragedia, One More Light habría fracasado comercialmente y muy poca gente lo hubiese valorado. La muerte quedó convertida en táctica de ventas para oír un disco.

                          — La reina de Instagram —
14 de setiembre. La batalla de Selena Gomez contra el lupus (enfermedad en que el sistema inmunológico ataca al propio cuerpo) la ha llevado a paralizar su carrera varias veces. Su fotografía agarrada de la mano con Francia Raisa, amiga que le donó un riñón, conmocionó Internet, sobre todo, Instagram, donde publicó la noticia. En esta red social, Gomez tiene más de 127 millones de seguidores (cuatro veces la población de nuestro país). Ello la convierte en la persona con mayor cantidad de ‘amigos’ con los que está conectada.

Paradójicamente, en la premiación de los American Music Awards del 2016, dio un discurso inspirador y pidió a sus seguidores no mostrar sus cuerpos en Instagram, sino enseñar lo que hay en sus corazones. Quizá no esté consciente de que lo que hizo en una red calificada como “superficial” y “cosmética” fue exhibir las secuelas de una enfermedad. Muchos analistas dicen que, al exponerse así, ha cambiado el modo de compartir fotos en Internet. Solo queda dejar pasar el tiempo para ver si lo logró.

                 — La madre de los monstruos —
18 de setiembre. Lady Gaga canceló su participación en Rock en Rio y la gira europea para promocionar su disco Joanne. Sus detractores argumentaron que se trataba de estrategia publicitaria y berrinche de la autodenominada Mother Monster. Una semana después, se estrenó en Netflix el documental Five Foot Two. En este se narra la gestación de Joanne y, simultáneamente, los tratamientos que Gaga debe seguir para combatir la fibromialgia. Dicha enfermedad, con un alto componente emocional, causa dolor y trastornos psíquicos en el paciente. Este extracto resume la sensación experimentada: “Siento como si una soga me tirara del dedo del pie, por toda la pierna, y pasara por la primera costilla, y llegara hasta el hombro. El cuello. La cabeza. La mandíbula. ¡Me duele toda la maldita cara!”.

Exhibir aspectos tan íntimos de una cantante acostumbrada a generar noticia en cada aparición la redimensionaron como figura pública y persona. El mercado respondió inmejorablemente a esta muestra de humanidad. Joanne remontó 93 puestos en la lista del iTunes mundial, Spotify reportó un incremento de 385 % de reproducciones por streaming, y subió 200 lugares en el ranking de discos compactos de Amazon.

Este hecho no sería significativo si Joanne fuese una producción comercial y hecha para la diversión de sus oyentes. No lo es. Es un proyecto personal y melancólico. El documental exhibió el sufrimiento de su creadora; y permitió oírlo, apreciarlo y conseguir el respeto de críticos que siempre la consideraron superficial. Este sendero fue seguido por Miley Cyrus y Kesha, con los lanzamientos de Younger Now y Rainbow, respectivamente. Ambos fueron escritos para satisfacción de sus autoras por encima de la complacencia de la industria, y transformaron en música momentos dolorosos que pasaron y han contado en entrevistas.

La fragilidad de un músico es tan rentable como el glamour y la fantasía que este ofrece en una industria que demanda hits inmediatos y mundiales. Las debilidades quedan cada vez más expuestas y viralizadas en la red. Y, por supuesto, listas para ser monetizadas por el mercado. La calidad de un álbum es juzgada por factores ajenos a este pero, a la vez, directamente relacionados con la inspiración del mismo.

Algo es evidente e innegable: las ‘estrellas’ no se encuentran en el firmamento, sino en la Tierra. Son seres humanos. Trágicamente humanos.

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