El feminismo islámico —aunque a muchos les parezca un imposible; un oxímoron; o tal vez, incluso, un error— existe. Y tiene una historia de luchas que va más allá de aquello que en Occidente hemos reducido a la pregunta sobre si las mujeres musulmanas deben o no usar velo.
Veamos el lío que han armado los legisladores franceses al prohibir el uso de distintos velos propios de la religión islámica en los espacios públicos. Las directamente afectadas por el tema han levantado la voz en redes sociales con el hashtag #PasToucheAMonHijab (#NoTeMetasConMiHijab, en español), y la ONU considera que Francia incurre en discriminación religiosa.
Si bien la imposición del uso de determinados velos sí es un tema dentro del feminismo islámico, no es el único ni el más importante. Así lo dicen las feministas musulmanas como la estudiante estadounidense Attiya Latif en el TED Talk titulado La decisión de una feminista de usar el hijab, en que denuncia discriminación y violencia ante su decisión libre de empezar a usar el velo a los 19 años. “No tengo una bomba ni escondo a Voldemort bajo este velo”, señaló.
¿Feminismo y religión?
Así como el debate alrededor del uso del velo es antiguo y no parece que fuera a acabar pronto, el debate en torno al feminismo islámico también lo es. La investigadora iraní Valentine Moghadam define el feminismo islámico como un movimiento reformista centrado en el Corán, realizado por mujeres musulmanas dotadas del conocimiento necesario para desafiar las interpretaciones tradicionales.
Moghadam pertenece al sector feminista que argumenta que el islam ha sido interpretado, a lo largo de los siglos y especialmente en tiempos recientes, de un modo patriarcal y misógino, y que tanto el espíritu como la letra del Corán han sido distorsionados.
Sin embargo, hay mujeres de origen musulmán que no están de acuerdo con esta propuesta, como la argelina Wassyla Tamzali —directora del programa de igualdad de género de la Unesco por 20 años—, quien señala: “Puedes ser musulmana y feminista, pero no puedes hacer feminismo con el islam”. Esta posición es compartida por la escritora marroquí Najat el Hachmi, que, en una entrevista con el diario El País de España, refirió: “Me parece fantástico que las creyentes intenten hacer compatibles las creencias y la necesidad de igualdad. El problema aparece cuando pretenden que los derechos de todas dependan de textos sagrados y niegan la misoginia estructural de las religiones monoteístas, tan evidente en el islam”.
Al respecto, la investigadora chilena Vanessa Rivera entiende que la idea de considerar a las religiones misóginas por naturaleza supone como única vía de liberación el abandono de las creencias y lo considera contraproducente: “Negar la posibilidad de desmantelar el patriarcado religioso es aceptar que no hay mujeres capaces de realizar esta tarea y que el patriarcado es invencible”. Rivera cree necesario cuestionar el sistema patriarcal religioso y sus narrativas. “Si el feminismo trata de desafiarlo, entonces, hay que desafiarlo en todos los ámbitos, materiales y simbólicos”, añade.
¿Es esto posible? Una de las primeras iniciativas ligadas al feminismo islámico nació en los años noventa en Malasia con el colectivo “Sisters in Islam”, formado por un grupo de musulmanas profesionales de las leyes y de las ciencias sociales, motivadas a buscar soluciones a los problemas de discriminación contra las mujeres en nombre del islam. Las religiones son objeto de crítica dentro de los feminismos por su androcentrismo y misoginia. La batalla que ha asumido el feminismo islámico es, entonces, titánica.
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