En 1973, Bruce Severy, un joven profesor de Literatura decidió usar la novela “Matadero cinco” como material de lectura para su clase. Sin embargo, Charles McCarthy, el director del instituto Drake en Dakota del Norte en el que enseñaba Severy puso el grito en el cielo y ordenó que los ejemplares utilizados fueran quemados en la estufa de la escuela y reducidos a cenizas. McCarthy nunca sospechó que esas cenizas se esparcieran por el mundo ‘resucitando’ a los muertos que el autor cargaba a cuestas, razón por la que emigraba en sus novelas a mundos imaginarios. Este libro semiautobiográfico y antibélico, mezcla de ciencia ficción y sátira desgarradora, ha sufrido diversas prohibiciones en varios idiomas bajo el pretexto de poseer un contenido obsceno.
En reacción indignada a la quema de su libro, Vonnegut le escribió una carta al director ‘incendiario’ con expresiones que, al igual que las de su obra, mantienen el vigor de entonces y una curiosa similitud con nuestra realidad actual.
Fragmentos de la carta
“Ciertos miembros de su comunidad han insinuado que mi obra es perversa. Por lo que leo en los periódicos y veo en televisión, deduzco que usted me imagina, al igual que a otros escritores, como si fuéramos una especie de gente rastrera que disfruta envenenando la mente de los jóvenes para ganar dinero a cambio (…) Me he ganado todo lo que tengo gracias al esfuerzo, y no tengo arrestos ni denuncias en mi contra… Si se tomara la molestia de leer mis libros y se comportara como una persona culta, descubriría que más bien invocan a la gente a que sea más amable y responsable de lo que suele ser. Si usted y su claustro aplican algo de sabiduría y madurez cuando ejercen su poder en la educación de los jóvenes, deberían reconocer que, luego de quemar esos libros, les dieron una lección perversa a sus niños, a los que también debería exponer a toda clase de opiniones e información, con el objetivo de prepararlos para tomar mejores decisiones para poder sobrevivir”.
La carta jamás obtuvo respuesta. Y “Matadero cinco” es considerada una de las novelas emblemáticas y más importantes de la literatura estadounidense del siglo XX. Fue adaptada al cine bajo la dirección de George Roy Hill en 1972.
Durante la Segunda Guerra Mundial, el joven Vonnegut, de apenas 17 años, sirvió como soldado. En 1944, fue capturado por las tropas nazis y sobrevivió al inhumano bombardeo de Dresde que destruyó la ciudad, en un sótano para prisioneros en el que había sido recluido y donde apilaban los cadáveres de los prisioneros. Lo llamaban Matadero Cinco.
A pesar de todo el horror, Vonnegut sobrevivió y continuó con su vida, aunque sus heridas internas probablemente jamás lograron cicatrizar. Quizás por eso creaba a menudo mundos imaginarios como Trafalmadore, donde podía ahuyentar a sus recuerdos, y acudía al sentido del humor, por más negro que fuera, como tabla de salvación.
El escritor se casó dos veces, tuvo tres hijos biológicos y adoptó a otros tres, hijos de su hermana Alice, que murió de cáncer. Escribió a lo largo de su carrera muchos libros formidables, entre los que figuran “Desayuno de campeones”, otro clásico llevado también a la pantalla grande en 1999. No murió de tristeza, sino a consecuencia de una caída ocurrida en su residencia de Nueva York, cuando tenía 84 años.
Según declaración propia, y consecuente con su forma de vivir, era ateo, humanista y escritor por vocación. Lo cual no le suele facilitar la vida a nadie, aquí en la tierra como en el cielo.
En 1944, Kurt Vonnegut fue enviado a la guerra en Europa. Participó en la batalla de las Ardenas y fue hecho prisionero. Se encontraba en Dresde, trabajando en una fábrica de suplementos dietéticos para embarazadas, cuando la ciudad, joya de la arquitectura barroca, fue bombardeada y arrasada. Pensó que le sería muy fácil escribir un libro sobre esto: bastaría con contar lo que había visto. Lo que le salió fue “Matadero cinco”, un libro que, según su autor, “si es tan corto, confuso y discutible es porque no hay nada inteligente que decir sobre una matanza. Después de una matanza solo queda gente muerta que nada dice ni nada desea: todo queda silencioso para siempre. Solamente los pájaros cantan” (Contratapa de “Matadero cinco”, edición de Blackiebooks)
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