Creo que no hay adolescente que, tras haber leído Mujercitas (Louisa May Alcott, 1868), no se contagie del impetuoso espíritu de Jo March y sueñe —al menos por un momento— con ser una escritora libre, vivir una vida digna de escribirse y volar sin que el cielo sea el límite. Es el poder de la ficción. Y, en este caso, hablamos de una ficción bellamente escrita y que ha sido considerada —con razón o no— una obra básica para el feminismo. ¿Era esta la intención de su autora? ¿Es Mujercitas feminista? “Depende de cómo definas el feminismo”, dice Bethsabé Huamán, magíster en Estudios de Género.
Y explica: “Si te remites al hecho histórico, el feminismo es recién reconocido como tal en el siglo XX; entonces, Mujercitas no lo sería. Si, en cambio, te quieres referir al feminismo como la forma en que las mujeres en cada época han resistido la imposición de roles y valores que las disminuían o limitaban como seres pensantes y como plenas ciudadanas, entonces sí es plenamente feminista. Creo que este segundo sentido es mucho más productivo porque te permite ver el feminismo como una forma de resistencia cambiante que se ha ido adaptando a su tiempo y que, en el siglo XX, llegó a una de sus formas más radicales, que, además, es importante destacar: que las mujeres siempre han luchado por su pleno reconocimiento en la sociedad”.
Lis María Arévalo, Magistra en escritura, diplomada en estudios de género y docente, considera que estamos frente a un libro pre-feminista o proto-feminista, si se quiere. Por su lado Regina Limo, dramaturga y guionista de televisión, argumenta que si medimos la obra con los patrones de hoy no se puede hablar de una obra feminista “Pero hacer eso sería absurdo. Recordemos que para 1868 un libro que tiene a cuatro hermanas, es decir, a cuatro mujeres como protagonistas, y no como figuras secundarias de personalidades planas, es un gran avance y hasta un texto revolucionario. Entonces la literatura no hablaba de los sueños y anhelos de las mujeres, ni siquiera de las más privilegiadas”, añade. Y lo dice con razón. En el siglo XIX las mujeres no existían como protagonistas salvo que fueran personajes trágicos como Madame Bovary, y aún así seguían escritas por hombres. “En el año 1868, que una mujer haya tomado la palabra para escribir de mujeres que tienen aspiraciones artísticas y no tienen el matrimonio como fin primordial, no fue poca cosa”, dice la dramaturga.
Historias cotidianas
Louisa May Alcott escribió este libro casi sin parar durante dos meses y medio entre 1867 y comienzos de 1868. Para ello, se basó en su propia experiencia de vida, pues creció junto a sus tres hermanas en Massachusetts, Estados Unidos. La novela, publicada el 30 de setiembre de 1868, vendió más de dos mil copias inmediatamente. Louisa May Alcott nació en Pensilvania el 29 de noviembre de 1832 y murió el 6 de marzo de 1888. Escribió más de dos decenas de libros y muchos más artículos, aunque en ocasiones usó seudónimos para sus textos: Flora Fairfield o A. M. Barnard. Este último le sirvió específicamente para escribir relatos sobre temas tabúes para la época como el adulterio y el incesto. Abrazó las causas abolicionistas y sufragistas; y vale la pena recordar que esta última era la lucha feminista de la época aunque el mundo entonces no definía el feminismo como tal.
Pero, volvamos a Mujercitas. La historia es encantadora, pues narra la extraordinaria cotidianidad de Meg, Jo, Beth y Amy March, cuatro hermanas que viven con su madre, Marmee, mientras su padre se encuentra en el frente de batalla durante la guerra de Secesión. En sus más de 400 páginas, acompañamos el paso de las muchachas a la adultez, y los conflictos y lecciones que esto supone para ellas. Su madre es la encarnación del amor y la bondad, y tanto ella como el padre apuestan por criar a sus hijas bajo los preceptos de la solidaridad, la libertad, la independencia y la hermandad.
Reconociendo la potencia del relato, es mejor mirarlo sin idealizarlo. Dice Lis María: “Las mujercitas tienen soporte familiar para crecer con menos imposiciones sociales pero al final, en la historia no se imagina un destino completamente autónomo para las jóvenes y no se critica el que se les asigna. Sí, Jo March logra escribir, Amy estudia para ser artista, Beth recibe un piano para afianzar su talento y Meg se compromete como quería. Todas parecen optar por espacios de realización diversos, pero solo mientras son niñas, en la primera parte. En Good Wives, que en español conocemos como Aquellas Mujercitas, las rutas para ser escritora, artista o ama de casa se reducen solo a la última y las protagonistas abandonan sus ambiciones iniciales para dedicarse al cuidado de niños y a la vida conyugal. De esta secuela y las que siguen, Hombrecitos y Los muchachos de Jo, se rescata muy poco para las nuevas versiones, acaso porque son demasiado complacientes con el orden patriarcal”.
Sabiendo esto, y reconociendo el potencial de la hermosa narración de Mujercitas, vale recordar que fue aprovechado por la industria cinematográfica y televisiva desde sus inicios, por lo que la historia de las hermanas March ha sido reinterpretada para el formato audiovisual de diversas formas, manteniendo su esencia casi siempre, aunque sin dejar de evidenciar las peculiaridades de cada época en la que fue adaptada.
Mujeres de todas las épocas
Aunque son cientos los productos audiovisuales que se han inspirado en la obra, revisaremos los más famosos y de mayor alcance. Sí, los realizados por la industria hollywoodense. De la primera adaptación de Mujercitas no podemos decir mucho, pues se realizó en 1917 y la cinta, al parecer, desapareció. Luego vino otra en 1918, de la que tampoco queda evidencia fílmica y es así como llegamos a las que verdaderamente nos atañen, pues aún circulan por canales formales o no, y no es poco el público que se ha acercado a ellas. La primera, de 1933, fue dirigida por George Cukor y cuenta con las interpretaciones de Katharine Hepburn como Jo, Joan Bennett como Amy, Frances Dee como Meg y Jean Parker como Beth. El lujo de ver a Katharine Hepburn como la audaz Jo March es la mejor excusa para mirar esta película que fue, en su época, un éxito de taquilla. Vista hoy, 80 años después, es improbable creer que las actrices representaban a adolescentes y deja cierto sabor amargo saber que la esencia de la historia fue sacrificada por entregar una suerte de comedia con happy ending.
La segunda película, de 1949, fue dirigida por Mervyn LeRoy y protagonizada por grandes estrellas como June Allyson (Jo), Janet Leigh (Meg), Margaret O’Brien (Beth) y Elizabeth Taylor (Amy). Sobre esta adaptación, de recargado decorado y apoteósica puesta en escena, dice la crítica de cine española Lucía Ros: “A la MGM [la productora] y al público de la época, les interesa más el ensalzamiento de la buena moral de las muchachas y su papel como soporte incondicional de los hombres que descubrir sus imperfecciones, sus conflictos, sus inquietudes y aprendizajes, que es, en el fondo, lo que hace tan especial a la novela de Louisa May Alcott”.
Gillian Armstrong fue la encargada de volver a colocar en pantalla la historia en 1994. Otro elenco de superestrellas se vio involucrado: Winona Ryder (Jo), Kirsten Dunst (joven Amy), Trini Alvarado (Meg), Claire Danes (Beth), Susan Sarandon (Marmee) y Christian Bale (Laurie). Esta adaptación es mucho más fascinante que sus predecesoras. Era otra época y, además, la dirigió una mujer.
Inicialmente, el presupuesto fue mínimo, ya que los ejecutivos consideraban que Mujercitas era un mal para los hombres y preferirían clavarse una aguja en el ojo antes que verla. Así lo dijo la directora. En una entrevista con la revista Vulture, Armstrong contó que, tras presentar unas escenas de la película a los ejecutivos, aumentaron el presupuesto y le dijeron: “Temíamos que sería una película de mujeres, pero nos ha encantado y vemos que es mucho más que una película para niñas”.
Así llegamos al 2019, una época en la que la palabra y la idea del feminismo se exponen en voz alta a pesar de que aún hay quienes no quieren escucharla. En este contexto, se estrena la Mujercitas de Greta Gerwig. Sobre la obra, refiere la crítica de cine Leny Fernández: “May Alcott creó un personaje femenino que era todo lo libre que podía ser en su tiempo. Jo continúa siendo desafiante frente a la resistencia por mantener paradigmas que cada vez se hacen más débiles, felizmente”. Y sobre la película de Gergwis añade: “Pienso que por restarle clasicismo a la narración y tal vez distinguirse de sus predecesoras, experimentó con un juego de tiempos que le restó fuerza conmovedora a un relato que, a nivel literario, es pura emoción. Por otro lado, reconozco que es un aporte —aunque propio de esta época de reivindicaciones— deslizar que el final romántico de la novela se deba a una negociación editorial y no a la verdadera intención de la autora”.
Bethsabé Huamán tiene otra visión: “la sucesión de adaptaciones de Mujercitas puede responder a esa urgencia que tiene la sociedad por que las mujeres definan lo que es ser mujer, esa obsesión que Betty Friedan ha desarrollado magistralmente en su libro La mística femenina ( 1963 ). Las mujeres deben conformarse con ser mujeres, esposas, madres. Todo lo demás representa la muerte simbólica de la mujer para dar paso a un ser que ya no es considerado femenino y que lidia con rasgos de lo masculino. Esta nueva versión pretende abrir un camino diferente para aquellas que no entran en el esquema conservador, el punto es por qué las mujeres tienen que responder preguntas y dudas que no son suyas, sino de una sociedad que sigue viendo con sospecha su libertad”.
La última adaptación cinematográfica ha destacado los diálogos y las escenas más feministas del texto original y propone una estructura narrativa en que el foco de atención es la carrera literaria de Jo March, anota Lis María Arévalo. “El libro de Jo publicado es casi un personaje más y es impactante verlo aparecer en primer plano. Sin embargo, los saltos temporales que priorizan la formación de Jo como escritora pueden resultar confusos para quien se acerca por primera vez a Mujercitas. A diferencia de las versiones anteriores que eran más lineales y fieles a la original, esta última parece dirigida a las lectoras ideales de Mujercitas, feministas contemporáneas (como yo) que conocen la historia desde siempre. Claro que, incluso para nosotras, una carrera en carruaje con chicas cómplices y decididas, que detienen la partida del pretendiente de su hermana en una estación de tren, podría resultar inverosímil en una historia contada desde el siglo XIX”, señala.
La diversidad de puntos de vista, pues, enriquece la discusión. Regina Limo, que ha trabajado en una adaptación para la televisión nacional, ve que la multiplicidad de adaptaciones demuestra su vigencia. “La obra todavía da pie a hablar de las realidades de las mujeres de hoy, que están constreñidas aún por cánones moralistas o machistas”, dice. Y no se equivoca. Adaptaciones e idealizaciones de lado, Mujercitas es un libro para quienes no se conforman; pero vale la pena cuestionarse por qué, 152 años después de su publicación, el molde del siglo XIX tienen aún una dolorosa vigencia. Es esto tal vez lo que hace que la historia sigue siendo un referente para las muchachas que aún ven en la sociedad muchos patrones por romper.