En este prólogo no diré mucho sobre el argumento central defendido en el ensayo, pues considero que es bastante obvio que este se mantiene vigente. Entre las élites de derecha e izquierda de la región todavía veo abundantes demócratas precarios, capaces de invocar la democracia cuando esta sirve a sus intereses y convertidos en autoritarios cuando el balance de poder los favorece.
Por eso, quiero aprovechar este espacio para tratar dos temas. Primero, quiero presentar un balance de algunas condiciones que han cambiado para mal en América Latina y que hacen a los demócratas precarios más peligrosos que en el pasado, pero también resaltar algunas buenas noticias locales. Segundo, dar una mirada a la coyuntura nacional y discutir la afirmación de que quienes no consideran —consideramos— que el cierre del Congreso fue un golpe de Estado nos hemos convertido en ‘demócratas precarios’.
—Estabilidad y amenaza autoritaria—
El libro fue escrito con tono de urgencia: pedía no confundir continuidad democrática con calidad y estabilidad democráticas. El que hubiese mejoras en algunas dimensiones claves para la estabilidad democrática no debía esconder que estas aún eran frágiles, y que la continuidad dependía más de un contexto internacional favorable. Seguíamos lejos de tener condiciones que nos permitieran calidad y estabilidad democráticas. Pues bien, pasados diez años muchas de estas condiciones negativas siguen presentes. A eso se suma hoy un hartazgo regional con democracias que, a pesar de buenos años de crecimiento económico, siguen mostrando resultados insuficientes. América Latina muestra hoy democracias que se van quedando sin ideas sobre cómo resolver tensiones gruesas que aparecen en su interior.
Sin embargo, más que lo interno, preocupan los cambios en el contexto mundial que hacen que las barreras democráticas sean menores que hace una década. Estados Unidos y la Unión Europea, principales difusores de la democracia en la primera década de este siglo, hoy enfrentan problemas para mantener la democracia como una de sus prioridades. Incluso al interior de estos Estados han aparecido amenazas a este sistema, con líderes populistas que cosechan en el miedo para atacar a desprestigiados partidos tradicionales. Además, China ha crecido como un actor político y económico en la región, balanceando los intereses de Estados Unidos y Europa, y con menos preocupaciones democráticas en su política exterior.
Esta situación hace que los regímenes autoritarios que puedan surgir en la región sean más tolerables. La competencia económica internacional y los procesos internos antes señalados reducen el uso de principios democráticos en las relaciones internacionales. Y sin esos límites es más fácil que los abusos de líderes autoritarios sean tolerados y se presenten como asuntos internos. En resumen, los estándares de lo que cuenta como autoritario se vuelven más flexibles que hace unos años.
No sería justo, sin embargo, considerar que no hay cambios positivos en otras dimensiones que pueden ayudar a la construcción democrática en el Perú. El principal, creo, es el fortalecimiento del Ministerio Público que ha permitido avanzar en un complejo proceso de corrupción política. No exageremos, todavía hay mucho por hacer para que la institución se contagie de la independencia y capacidad mostradas por las áreas especializadas a cargo de las investigaciones de alta corrupción; pero es, sin duda, una muestra de que es posible en condiciones adversas construir instituciones de control horizontal. Un cambio importante en un país donde la rama judicial solía estar subordinada al Poder Ejecutivo y a los partidos políticos tradicionales.
—¿Fue un golpe el cierre del Congreso?—
Sobre el segundo punto: ¿es veraz que los falsos demócratas no condenamos la disolución del Congreso? No pretendo minimizar los riesgos de lo que fue una medida excepcional y que deja precedentes preocupantes hacia el futuro. La experiencia vivida con diversos líderes envueltos en actos de corrupción, por lo demás, parece enseñarnos que ya no es posible confiar en nadie. Por ello, me parece importante que se vigile al Ejecutivo sin minimizar los riesgos de gobernar sin un contrapeso parlamentario.
Sin embargo, a pesar de estas preocupaciones, no creo adecuado calificar de ‘demócratas precarios’ a quienes consideran que en el Perú no se ha dado un quiebre democrático. Considero que estamos muy lejos de un golpe. Para comenzar, no se afectaron libertades públicas, la prensa funcionó con libertad, otros poderes del Estado cumplieron sus funciones y se siguieron los plazos para tener elecciones. No fue un cierre basado en el capricho o la ilegalidad. Hubo un conflicto constitucional de difícil solución, polémico, pero sobre el que se construyó la justificación del cierre del Congreso. Y, finalmente, se ha seguido la consecuencia lógica en una democracia: darle al pueblo la posibilidad de resolver el conflicto con su voto. Pero, además, hay una gran diferencia entre Vizcarra y otros líderes. Es una pésima evaluación considerar que estamos ante un gobernante expansivo, que busca concentrar poder. Por el contrario, Vizcarra hasta ese momento había peleado para ejercer su poder, para no ser una mesa de partes del Congreso. Más bien ha sido un presidente que ha dado muestras de ceder el poder, como cuando pidió el adelanto de elecciones. Mucho más debe pasar para considerar a Vizcarra un líder autoritario que busca concentrar poder.
El libro
Un libro que analiza cómo las élites políticas subordinan su compromiso con la democracia liberal a sus intereses.