En el año 2017, La casa de papel se transmitió por televisión abierta en España y pasó sin pena ni gloria, pero la historia de una banda de ladrones liderada por “El profesor” cambió cuando Netflix compró sus derechos, convirtiéndose hoy en una de las series más exitosas y de mayor audiencia de la plataforma. Para Javier Gómez Santander, apasionado por la literatura - en especial por los libros de Roberto Bolaño - y que abandonó el vértigo del periodismo para dedicarse a la escritura, la cuarta temporada lo ha conmovido mucho tanto como guionista como espectador; además confesó que si bien le gustan los personajes de Nairobi, Tokio y Arturo, el que más ha disfrutado escribir es a Berlín.
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En el futuro espera escribir un libro sobre la serie y una novela: “siempre regreso a 2666 de Bolaño, lo tengo amarrado con un cordón que era del pantalón de mi pijama. Lo leo y lo amarro de nuevo para que no se escape. Ahí lleva en mi biblioteca amarrado catorce años”.
¿Recuerda su experiencia como televidente? ¿Qué series de alguna manera lo marcaron?
Siempre he sido más lector que espectador, de hecho fui un adolescente muy lector y entusiasta, aún hoy lo sigo siendo. Recuerdo que mi abuela era una lectora fantástica, apenas aprendió a leer y a los siete años tuvo que trabajar como criada. Durante la guerra civil, tenía dieciséis años, un farmaceuta le dio una lista de lecturas para que leyera durante los bombardeos y no tuviera tanto miedo. Años después ella me dio esa lista. Ese hombre sembró en mi abuela la semilla de la lectura que luego llegó a mí. Ahora como espectador creo que todos le debemos a Los Soprano y The wire, series que supieron llevar la ambición narrativa de la novela a la televisión.
Y en relación al fenómeno de Netflix, ¿cómo cree que ha beneficiado al espectador y a la industria?
Netflix te permite algo que antes era muy difícil: ver buenas series. Antes si querías ver una buena serie debías vivir en Estados Unidos o buscarlas piratas, ahora no. También pasa otra cosa al extenderse Netflix por todo el mundo, no solo le interesa la mirada de Estados Unidos, también le interesa la nuestra. Es bueno que ahora, los latinos, estemos contando historias en el terreno que antes solo era exclusivo para los norteamericanos. Es una oportunidad fantástica para nuestra mirada e idioma.
¿Qué serie de Netflix le ha gustado?
The Crown, es una serie muy bien escrita y dirigida. Es exquisita.
Hablando ahora de La casa de papel, curiosamente en España, su país de origen, fue el último en llegar el fenómeno de la serie.
Efectivamente, cuando explotó en el mundo fue consumida en España. Digamos que su fracaso inicial fue el modelo de consumo: se transmitía en la televisión convencional y se pasaba un capítulo a la semana. La casa de papel es una serie que el espectador exige ver ya cada capítulo, por eso necesitaba una plataforma como Netflix.
Según lo que cuenta, precisamente lo que se le critica a Netflix es promover el consumo adictivo y el sedentarismo.
Pero eso no es responsabilidad de Netflix es del usuario, quien debe ser un adulto responsable como espectador. En mi caso, yo no veo más de dos capítulos seguidos. Ver televisión es algo muy pasivo no es lo mismo que estar sentado tres horas leyendo donde el cerebro si está más activo.
Ya va en su cuarta temporada, ¿cómo ve el futuro de La casa de papel?
No será alargada artificialmente. No se lo merece porque es una serie que le han pasado cosas muy bonitas, tiene que acabar bien.
¿De los personajes con cuál se siente más identificado?
Todos los personajes tienen algo del equipo creativo. Veo cosas mías en Berlín o en Arturo, especialmente de este último que es un personaje que todo el mundo odia, pero es muy humano y real. He disfrutado mucho a Nairobi, Tokio y El Profesor. Ahora como guionista me gusta escribir a Berlín.
¿Por qué le gusta escribir precisamente de Berlín?
Porque está en un lugar muy extremo, te obliga a pensar en cosas que no son muy morales. Escribir un personaje que es malo como persona es un ejercicio muy estimulante.
Curiosamente los espectadores sienten más empatía por los malos.
La ficción no hay que mirarla con parámetros morales, la historia de la literatura y del cine está llena de malos, refleja una parte de lo que es el ser humano. Lo que sí me preocupa es cuando en las sociedades los malos generan empatías y eso es porque algo en el sistema está fallando, ahí vemos a Donald Trump o como se está colando la xenofobia y los discursos de odio. Hoy están fallando los líderes y la sociedad, así que no me preocupa la ficción pero sí en la realidad.
¿Qué hubiera pensado Dalí de su máscara?
Creo que le hubiera gustado. Dalí era un genio, un loco, que atraía atracción sobre sí mismo. Es una imagen poderosa y representa el espíritu de la serie.
El personaje de Nairobi se ha convertido en un símbolo del feminismo.
Es uno de los grandes temas de justicia social que tenemos que enfrentar ahora mismo, es el cambio más profundo al que vamos asistir como generación porque en realidad no se trata solo de que las mujeres lleguen a puestos directivos o acabar con la violencia machista. Como en todas las revoluciones se busca que el ser humano adquiera una nueva mirada sobre el mundo, una mirada que sea más justa.
Y finalmente, ¿cómo es la ventana por donde mira Gómez Santander?
Mi escritorio está frente de una ventana donde veo un parque muy grande de Madrid. Para mí un periodista y un escritor es su mirada, no tiene que estar arriba en una torre, tiene que estar en el suelo, ir moviéndose.