Cuando Ryszard Kapuściński viajó a Tegucigalpa para cubrir la serie que definiría el último cupo a México 70, sabía que presenciaría algo más que un encuentro de fútbol. Su olfato periodístico, adiestrado en la corresponsalía de conflictos bélicos, le permitía avizorar lo que se iba gestando entre las fronterizas selecciones de Honduras y El Salvador. Fueron tres cotejos disputados al límite, con participación excesiva de hinchadas y prensa, hostiles en su máxima expresión con el rival. Chauvinismo y xenofobia afloraron en los discursos de esos días. El clima de violencia que envolvió las disputas de balón terminaría resolviéndose dos semanas después en el campo de batalla. Había estallado la guerra del Fútbol.
En aquel relato nacido para seguir el curso de la pelota, el reportero polaco logró el testimonio más convincente de lo que antecedió al conflicto militar que causó seis mil pérdidas entre los países centroamericanos. Armado con una libreta y una máquina de escribir, Kapuściński construyó una jugosa crónica que hizo repensar el poder simbólico y los alcances extradeportivos del fútbol.
Ha pasado medio siglo de aquel episodio, y el fútbol ya asoma como un objeto de estudio legítimo. En la última Feria del Libro de Buenos Aires, una réplica a mediana escala del estadio Alberto J. Armando, la célebre Bombonera, sorprendió a miles de visitantes. A modo de un gran stand, en su interior no aguardaba una versión de La 12 (la encendida barra de Boca Juniors), sino se ofrecían textos inspirados en la vida xeneize: biografías de ídolos, o relatos febriles de periodistas hinchas y escritores que no tienen problemas en romper la ortodoxa neutralidad. A pocos metros, el rival River Plate y otros clubes históricos como Huracán y Newell’s Old Boys mostraban lo propio.
“El fútbol pertenece al mundo de la cultura”, dijo alguna vez el extécnico campeón mundial César Luis Menotti, una de las figuras que más ha contribuido en aproximar el fútbol y los libros, dos campos que antes parecían difíciles de cruzar. La creciente intromisión de títulos dedicados al balompié y el protagonismo ganado en citas artísticas ponen en evidencia un fenómeno que ya cobró matices globales. Los rostros de Lionel Messi, Cristiano Ronaldo, Diego Maradona o José Mourinho no están reservados para tapas de diarios especializados. Hoy juegan también en proyectos editoriales de diverso alcance. Incluso varios de ellos, traspasando la frontera del rectángulo verde, se van animando a escribir sus propias líneas. Es así que libros como Creer (Diego Simeone) y Palabra de Pep (Josep Guardiola) son leídos también como guías de autosuperación y liderazgo.
Si bien la reciente masificación de la oferta ha expuesto la íntima relación fútbol-libro en el derrotero del siglo pasado, encontramos una nutrida lista de plumas que reivindicaron las pulsiones que brotan en una cancha. En la primera mitad del siglo XX, los jóvenes Albert Camus y Vladimir Nabokov coincidieron en su gusto por enfundarse los guantes bajos los tres palos. Ahí, sobre la línea de gol, los reflexivos escritores se convertían en celosos guardianes de sus porterías. “Lo que más sé acerca de la moral y de las obligaciones de los hombres se lo debo al fútbol”, resumiría años después el argelino, premio nobel 1957, en su sentido texto “Lo que le debo al fútbol”.
Antes que Argentina se consolide como terreno fértil para la escritura futbolera, “El Negro” Roberto Fontanarrosa y Osvaldo Soriano instalaron al deporte rey como el eje de sus narraciones. En sus escritos, Fontanarrosa, seguidor incondicional de Rosario Central, recogía fielmente el entorno de las airadas disputas dominicales. Hábil en sus fraseos y atento al habla popular, por la espontaneidad de sus cuentos parecía un fanático devenido en escritor.
A esa estirpe también pertenece el británico Nick Hornby. El autor de Alta fidelidad publicó en 1993 Fiebre en las gradas, una novela de 300 páginas en que deja al descubierto la influencia del Arsenal en su vida. Su devoción al equipo londinense rige su propia biografía que alcanza el clímax con el título local obtenido en 1989.
La fila de precursores es más profusa de lo pensado. El uruguayo Mario Benedetti, fanático confeso de Nacional, describe en su cuento “Puntero izquierdo” los vericuetos de un jugador del ascenso; Mario Vargas Llosa ha tenido diversos puntos de contacto con Universitario de Deportes, club que sigue desde los 10 años. En El pez en el agua dejó en claro su sintonía con la camiseta crema. Años antes colaboró como columnista de este diario para el mundial España 82; Günter Grass en su poema “Estadio de noche” se rinde ante el arquero, a quien compara con un poeta solitario; Gabriel García Márquez en la crónica “El juramento” resume su amor por el Junior de Barranquilla.
No fueron pocos los autores que enfrentaron la hoja vacía con el deporte más hermoso como arma creativa. Un hito en este recorrido fue la antología Cuentos de fútbol (1995) editada y prologada por Jorge Valdano, el delantero de la imbatible Argentina de México 86. Javier Marías, Alfredo Bryce Echenique, Julio Ramón Ribeyro y Augusto Roa Bastos fueron algunos de los “jugadores” que sumaron al proyecto del exartillero.
Sin embargo, durante mucho tiempo, en el sentido común se impusieron los estereotipos. La juiciosa reflexión parecía no ser compatible con el descontrolado universo de los impulsos. “En el mundo de las letras, hasta hace pocos años, el fútbol era un tema marginal. Era considerado ligero, liviano, que no producía conocimiento. Había un prejuicio según el cual todo lo que era recreación no era serio”, refiere el sociólogo de la PUCP Aldo Panfichi, autor de Ese gol existe (2008), un ensayo que rescata el alcance social del balompié.
En esa línea, Eduardo Galeano solía preguntarse: “¿En qué se parece el fútbol a Dios? En la devoción que le tienen muchos creyentes y en la desconfianza que le tienen muchos intelectuales”. El dispositivo creado fue tan fuerte que terminó demarcando dos bandos. En otras palabras, en ese terreno de suposiciones, se instaló una doble negación: al hincha del fútbol no le gusta leer, y al escritor no le gusta el fútbol.
Hubo que romper esa figura para experimentar un salto en la producción literaria y académica. ¿Cómo se produjo esto? Para Panfichi, además de tratarse de un cambio generacional, la caída de los grandes discursos e ideologías posibilitó la inserción de la cotidianidad en el centro del debate. “Hoy el fútbol, igual que la música o la comida, es clave para explicar el comportamiento de la gente. Lo interesante es que ya no solo hay producción descriptiva; también se intenta explicar. Creo que estamos yendo a la ‘futbología’, el estudio de la sociedad a través del fútbol”, afirma el sociólogo y entusiasta hincha de Alianza Lima.
“El fútbol es un fenómeno de la historia que no digo que explique todo, pero concede llaves para abrir muchas puertas. La capacidad que tiene para intervenir cada aspecto de la vida terminó por quebrar esa idea de que el músculo queda en una avenida y la capacidad intelectual en otra”, anota Ariel Scher, uno de los principales cultores de la literatura futbolera en Argentina.
Si hubiese necesidad de ejemplificar esa ruptura de estereotipos, haríamos bien en mencionar uno de los últimos proyectos que tuvo a Scher como protagonista. Hace un par de años, fue convocado por un grupo de futbolistas para editar un libro de cuentos. Los uruguayos Jorge Cazulo (actualmente en Sporting Cristal) y Agustín Lucas, junto con el argentino Sebastián Domínguez (exseleccionado), tenían ganas de compartir sus escritos en un volumen que reuniera material gestado en los vestuarios. Pensaron en once nombres de colegas, como una alienación lista para saltar a la cancha, pero la adhesión al proyecto fue tan numerosa que tuvieron que pasar por alto esa intención. Pablo Aimar, Juan Pablo Sorín, Jorge Sampaoli, Javier Mascherano, Fernando Cavenaghi y los infaltables Ángel Cappa y —otra vez— Jorge Valdano son algunos nombres ilustres que depositaron sus relatos en Pelota de papel (Planeta, 2016).
“La aparición del libro hizo que otros futbolistas se animaran a escribir. Si bien en todas las actividades hay prejuicios, no debería sorprendernos que un futbolista escriba por las mismas razones que no nos sorprende que un médico intente escribir”, menciona Scher. Pelota de papel continúa circulando a través de lecturas grupales en las divisiones menores de clubes argentinos y uruguayos. En un público fidelizado con el deporte, esta publicación asoma como una herramienta idónea para la promoción de la lectura, más aun cuando son los propios héroes los transmisores del mensaje.
—Fuimos héroes—
En cada página de ¡Academia, Carajo! (Alejandro Wall), libro que narra la ruta del Racing campeón del 2001, Humberto Meneses se iba descubriendo a sí mismo. Sacrificios que había hecho por ir a la cancha, sufrimientos en solitario frente a una pantalla, conductas desbordadas en las gradas... cada situación escrita parecía describir su actitud frente al fútbol. “Me abrió los ojos para descubrir que la pasión que uno vive en las tribunas se puede trasladar perfectamente a los libros”, comenta.
La obra de Wall fue el primer ejemplar de esta temática que Meneses devoró con avidez. Acababa de volver de Buenos Aires con una veintena de libros ligados a su deporte favorito. Creyó que era una buena forma de reengancharse con la lectura. Resultó. En seis meses completaría la tarea. Tras agotar las páginas, buscó nuevas opciones en las librerías limeñas, pero en sus anaqueles encontró una oferta que no representaba la diversidad que la producción futbolera hoy ofrece. “Las librerías no estaban cumpliendo con un nicho creciente”, recuerda.
Tras experimentar este rápido estudio de mercado, no tardaría mucho en lanzar Decontra, la primera librería peruana especializada de fútbol. Actualmente coordina las ventas vía online. A fines de mes lanzará el sitio web que permitirá canalizar mejor los pedidos y exhibir todo el catálogo, que ya supera los cien títulos. “Que el fútbol sea la excusa para leer” es el eslogan que sostiene el proyecto de Meneses. Así como los promotores de Pelota de papel, considera que los discursos surgidos del balón pueden funcionar como plataformas que expandan los círculos lectores.
Como si se tratase de reafirmar el creciente interés por este rubro literario en nuestro país, el próximo fin de semana Decontra tendrá su primera incursión pública. Del 22 al 25 al junio, la sede del Ministerio de Cultura se convertirá en el epicentro de la cultura futbolera. Como parte del Festival de Cine de Fútbol Minuto 90, en el edificio de San Borja se montará una feria de libros de fútbol en la que el proyecto de Meneses será uno de los principales anfitriones. “En habla hispana, Argentina y España son las dos principales industrias que sacan libros de esta línea. Ofreceremos novedades de ambos circuitos y, obviamente, material local”, menciona.
Siete meses después de haber iniciado operaciones, ya identifica patrones y conductas del mercado. “Los libros que más salen suelen ser las biografías”, dice. Hurgar en la vida de los ídolos continúa siendo una fórmula efectiva de ventas. Inmiscuirse en sus dramas y acompañar la transición de hombres comunes a celebridades es un relato que conserva su encanto. A fin de cuentas, es así como se gestan los héroes de estos tiempos.
“Como industria del entretenimiento, necesitas productos. Necesitas héroes, bandidos, circunstancias. El hincha necesita reconocerse en un equipo, en un jugador. Los héroes del fútbol son aquellos que en el campo de juego mueven la frontera de lo posible”, comenta Panfichi.
Messi y Maradona, dos de esos héroes que condensan dos formas muy distintas de sentir el fútbol (la sobriedad y el descontrol), han sido (y son) móviles de numerosos proyectos biográficos. Cuando el discurso parece agotarse, llega un nuevo escritor con una vuelta de tuerca a algún rasgo no profundizado en sus vidas. El tratamiento hormonal de crecimiento al que fue sometido Messi en su niñez y su camino de Rosario a Barcelona fueron puntos ineludibles en la decena de títulos que lo tienen como portada. A la espera de una versión definitiva, los hinchas de “Lio” seguirán leyendo nuevas páginas que hablen por el silencioso crack.
El periodista Andrés Burgo rindió pleitesía a la figura maradoniana de una forma menos convencional. Recopilando recuerdos, propone en El partido una reconstrucción del inolvidable choque entre Argentina e Inglaterra de México 86, acaso los 90 minutos más relevantes de la historia futbolística rioplatense. En sus páginas devela las contradicciones que puede tener la memoria colectiva y contribuye a la mitificación del “Diez”.
Curiosamente en nuestro país, el futbolista que más ha inspirado a las plumas en los últimos años pertenece a tiempos del amateurismo. La camiseta de Lolo (Gonzalo García Bedon) y Padre nuestro (Miguel Villegas) son algunos de los recientes libros que tienen a Teodoro “Lolo” Fernández, el emblema de la U, como protagonista. Los autores no lo vieron jugar, y quizá en ello radican sus principales motivaciones. La aureola legendaria que rodea al “Cañonero” es un terreno ávido de ser deconstruido. En la vereda de enfrente —en todo sentido— destaca Este amor no es para cobardes (2009), conjunto de cuentos de Martín Roldán Ruiz, considerados de culto y en los que se cruzan la pasión barrista por Alianza Lima con los años más turbulentos de nuestra historia reciente.
—Otras tendencias—
En la creciente producción pueden identificarse otros textos que escapan a la centralidad de un personaje. Durante dos años, el chileno Juan Pablo Meneses recorrió diversas canteras de formación de futbolistas en Latinoamérica. En su recorrido palpó el agresivo negocio que vive en los fueros internos del deporte y que posiciona a nuestro continente como el exportador de materias primas y a Europa, como el principal beneficiario de las rentas. En ese sentido, Niños futbolistas es un libro de fútbol, pero también es un texto que interpela las formas de dependencia económica a las que nos vemos sometidos.
Al ser consultados por referencias bibliográficas, los involucrados (futbolistas, editores, periodistas, escritores) suelen mencionar rápidamente a Eduardo Sacheri. El autor de la novela que detonara la cinta ganadora del Óscar El secreto de sus ojos ha construido su corpus literario en torno al balón. Sus primeros cuentos nacieron de esa pasión que pareciera infantilizarnos cada fin de semana. Hincha de Independiente, el “Rojo” de Avellaneda, conocía de alegrías y decepciones. Tenía suficiente material emocional para volcarlo en palabras.
Aviones en el cielo (2011) y Las llaves del reino (2015) son antologías que recogen algunas de las columnas que escribe regularmente para la revista El Gráfico. Precisamente el formato de colaboraciones para medios impresos es una práctica que también ejecutan Martín Caparrós o Juan Villoro, dos actores estelares de la pelota escrita. “[…] Y fue entonces cuando Messi dijo que era Messi, se sacó la camiseta, la mostró hiératico, altanero. Fue su gol número 500 en partidos oficiales y era él: su camiseta, él”, escribió Caparrós semanas atrás, a propósito del último clásico español, en una nota que se tornó rápidamente viral porque el fútbol genera redes por naturaleza, tiene un poder de aglutinación espontánea que apela a las fibras más sensibles.
“De lo menos importante, el fútbol es lo más importante”, fue una frase acuñada décadas atrás. Los cambios sociales van tornándola anacrónica. Quizá en pocos años solo tengamos que quedarnos con la última parte. La razón ha cedido paso a la emoción. ¿Y qué es más emocionante que un gol en los descuentos?
Feria del libro de fútbol
Se realizará del jueves 22 al domingo 25 de junio en la sede del Ministerio de Cultura (av. Javier Prado 2465, San Borja). Las puertas estarán abiertas desde el mediodía hasta las 22:00. El ingreso es libre. Aquí se podrán encontrar novedades como El barrabrava, de Fernando González; biografías del Pep Guardiola; o Bien jugado, una selección de textos locales de autores reunidos bajo la batuta de Jorge Eslava. Destacan Enrique Planas, Antonio Cisneros, Jaime Bedoya, entre otros.
La cita forma parte del Festival de Cine de Fútbol Minuto 90, que exhibirá ficciones y documentales que presentan al deporte rey como un fenómeno sociocultural.