Es imposible no tener en cuenta un libro tan importante como Apogeo y crisis de la república aristocrática ( 1979 ), escrito al alimón con Manuel Burga, cuando es necesario tener una imagen confiable y crítica del Perú de comienzos de siglo XX. Lo mismo sucede con su ya clásico Buscando un inca: identidad y utopía en los Andes (1986), cuando se trata de comprender la naturaleza de la resistencia andina desde los inicios de la dominación colonial hasta el presente.
Para Flores Galindo, lo dicen Carlos Aguirre y Charles Walker en su reciente libro Alberto Flores Galindo. Utopía, historia y revolución ( La siniestra, 2020 ), “la liberación de los oprimidos y la construcción del socialismo estaban ligados al conocimiento y la interpretación del pasado”. No le era posible, pues, hacer historia, sin asumir este doble compromiso que lo ligaba con el pasado (un pasado que cambiaba con las lecturas que se hacían de él) y sin el cual no le era posible entender el presente.
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Flores Galindo pertenece a esa hornada de historiadores para quienes hacer historia suponía, antes que formular hipótesis sugerentes, trabajar con el repertorio documental. Su concienzudo trabajo en archivos departamentales dio como fruto un interesante trabajo sobre la economía arequipeña durante los siglos XVII y XX en 1977. Todo un modelo de investigación de la llamada historia regional.
Uno de sus intereses fue también el legado ideológico de José Carlos Mariátegui. Recuerdo muy bien las clases de un seminario que, a mediados de los 80, dictaba en la Universidad Católica en el que nos hablaba del socialismo no autoritario del Amauta. Producto de ese interés fue el libro La agonía de Mariátegui. La polémica con la Komintern, de 1980, que constituye, como dicen Aguirre y Walker, “una magistral biografía intelectual y política”.
Sobre Arguedas
Su vinculación (desde la escuela) con la literatura y su interés por la utopía andina lo acercaron a la múltiple y compleja figura de José María Arguedas. Para Flores Galindo, “Arguedas es uno de esos personajes excepcionales que, en su derrotero lingüístico y en su labor como escritor, condensó las tensiones y preocupaciones de una sociedad”, refieren los autores del libro. Nadie, entonces, como Arguedas para comprender las profundas fracturas sociales que ahogaban al Perú en un pozo de violencia en los años 80.
Es, sin embargo, la formulación del concepto de “utopía andina” la que nos permitirá valorar su mayor aporte a la discusión sobre las complejas relaciones entre el universo andino y Occidente. Ligado a la existencia y ejecución de un proyecto político, la utopía andina era, para Flores Galindo, “no solo un discurso sobre el pasado, sino la base de agendas políticas y sociales para el futuro”.
Es decir, la activación de esta utopía se encontraba detrás de la permanente actualización del secular descontento histórico andino, como lo demostraban los alzamientos indígenas que apoyaron a Túpac Amaru o las rebeliones campesinas de los años 70, así como también la violencia que desangraba al país en los 80. Operativo por su capacidad para estudiar manifestaciones de diverso tipo, el concepto de utopía andina también le sirvió a Flores Galindo para explorar la obra literaria de Arguedas, como sostienen los autores.
Al final del capítulo 6, el libro nos permite conocer las referencias literarias utilizadas por Flores Galindo en sus obras. El resultado impresiona. La figura descollante es Arguedas, pero también están Camus, Cortázar, Dostoievski, Kafka, Melville, Orwell, Rilke, Sartre, Tolstói, Vallejo, Vargas Llosa, entre otros. Destaquemos el esfuerzo de Carlos Aguirre y Charles Walker por brindar al lector un panorama de la obra y de los intereses de nuestro querido Tito. Este es el mejor modo de brindarle un homenaje a su memoria.
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