Plataformas como Spotify y YouTube han creado un nuevo pop que sigue los ritmos del hip hop, el trap, y el reggaetón.
Plataformas como Spotify y YouTube han creado un nuevo pop que sigue los ritmos del hip hop, el trap, y el reggaetón.
Francisco Melgar Wong

Estamos pasando por la revolución más importante de la música pop en las últimas tres décadas. Cuesta creerlo, pero los números no mienten. Desde los años ochenta, el pop moderno inaugurado por Prince, Madonna y Michael Jackson —y continuado por Justin Timberlake, Christina Aguilera y Lady Gaga— fue un género musical fraguado con elementos de la música disco, la música electrónica de baile y el R&B. Su estado de ánimo, celebratorio en casi todos los casos, estaba cuidadosamente cubierto por una pátina brillante y pulida en extremo. Durante más de 30 años, estas fueron las características dominantes de la música pop que era, o al menos eso suponían los expertos, la más popular del planeta.

Pero hace un par de años las reglas empezaron a cambiar. Ahora el sonido ubicuo en las radios, laptops y teléfonos móviles alrededor del mundo responde a otro conjunto de convenciones. En él predominan el hip hop, el trap y el reguetón. Basta echarle un vistazo al “Hot 100” semanal de Billboard para darse cuenta de ello.

Dos exponentes del nuevo pop: la catalana Rosalía y el colombiano J Balvin.
Dos exponentes del nuevo pop: la catalana Rosalía y el colombiano J Balvin.

Las canciones de Khalid, Ariana Grande, Halsey, Post Malone y Billy Ray Cyrus que coronan esta lista responden a una fórmula en la que los elementos antes mencionados se combinan de una u otra manera. Si uno se fija en la lista de las canciones más escuchadas en el Perú a través de Spotify, las características son más o menos las mismas: Dalex, Sech, Piso 21, Wolfine. En países tan alejados del centro del mainstream, como India o Egipto, las músicas locales también se adaptan a este nuevo formato. ¿Cuál es la razón de este cambio de paradigma sonoro? Según analistas del pop como Chris Molanphy y críticos culturales como Jon Caramanica y Joe Coscarelli, el ascenso del streaming como modo de consumo carga con gran parte de la responsabilidad.

Desde que las listas de "Billboard" tomaron como referencia una plataforma como Spotify el pop empezó a cambiar.
Desde que las listas de "Billboard" tomaron como referencia una plataforma como Spotify el pop empezó a cambiar.

El nuevo pop
En 2013, después de décadas de basar su recolección de datos en las ventas al por menor y en la rotación radial, Billboard empezó a incluir la visualización de videos en YouTube en su fórmula para capturar las canciones más populares del momento.
El resultado: la extravagancia musical “Harlem Shake” se reveló como número uno de la lista de las canciones más escuchadas de Estados Unidos. Sin mayor rotación radial ni ventas de discos por medio, la canción de Baauer había llegado a la cima del “Hot 100” gracias a sus vistas en YouTube. El dato no es trivial: a diferencia de las canciones cuya popularidad se basa en la programación radial —que es coordinada por los dueños de las radios y sus anunciantes— “Harlem Shake” llegó a la cima, básicamente, por la voluntad de la gente que eligió escucharla libremente en internet.

En 2015, cuando las reproducciones en Spotify entraron a la ecuación que permite el ingreso al “Hot 100” de Billboard, el contorno sonoro de la lista empezó a cambiar aún más. Los himnos de pop lustrosos, cantados por artistas blancos como Britney Spears, Katy Perry, Taylor Swift, Christina Aguilera, Pink y Justin Timberlake —muchos de ellos escritos y producidos industrialmente por Dr. Luke y Max Martin— empezaron a cederle terreno a canciones de rap, hip hop, dancehall y reguetón, cuyo principal motor para ingresar a la lista era su número de reproducciones en Spotify o YouTube. A diferencia de sus predecesores, los intérpretes de estas canciones —entre los que se incluyen Drake, Rae Sremmurd, Gucci Mane, The Weeknd, Migos, Lil Uzi Vert y Kendrick Lamar— eran afroamericanos y, la mayoría de ellos, raperos.

Para Caramanica y Coscarelli el punto de quiebre entre el viejo y el nuevo pop está marcado, primero, por “Black Beatles”, la canción de Rae Sremmurd y Gucci Mane que llegó al número uno de Billboard el 26 de diciembre de 2016 y, luego, por “Bad and Boujee”, el tema de Migos y Lil Uzi Vert que llegó a la cima de las listas el 21 de enero de 2017. Ninguna de estas canciones, vale decir, fue lanzada en formato físico.
Es importante anotar también que, a diferencia de las producciones que Dr. Luke y Max Miller hacían para Katy Perry y Christina Aguilera, estas canciones no tenían un carácter de himno ni un ánimo festivo, tampoco una superficie lustrosa y brillante producto de las sugerencias de un focus group convocado por los CEO de una casa discográfica. “Black Beatles” y “Bad and Boujee” son canciones crudas, tanto en sus letras como en su música, explícitas, despojadas de ornamento, conectadas de manera directa con una cultura vernácula asociada al consumo de drogas y la promiscuidad. De hecho, el álbum de Migos, que luego incluyó “Black Beatles”, se titula, ni más ni menos, Cultura.

El término cultura no es algo que se deba pasar por alto, ya que, más allá de los hábitos marginales que son retratados en estas canciones, la forma de distribución y de consumo de esta música —en este caso, un género que responde al nombre de trap, en referencia a las casas donde los jóvenes de las ciudades estadounidenses se reúnen a fumar crack— está vinculada a las plataformas virtuales y no a las tiendas de discos ni a la programación radial. Se trata de música enraizada, en realidad, en una subcultura que, gracias a la fuerza de las plataformas de streaming, ha penetrado en las listas de Billboard para, de pronto, convertirse en la corriente principal de la música popular en Estados Unidos.
Hagamos números para darles sustento a estas afirmaciones. El porcentaje de géneros musicales que entran al “Hot 100” de Billboard con y sin streaming es revelador. Sin tener en cuenta los datos provenientes de las plataformas de internet, la lista tiene 20 % de R&B, hip hop y trap; 23 % de viejo pop; y 33 % de rock. Con streaming las cifras cambian sustancialmente: 54 % de R&B, hip hop y trap; 19 % de viejo pop; y 13 % de rock.
De hecho, el último single de Madonna, la reina del viejo pop siempre dispuesta a apropiarse de las nuevas tendencias para mantenerse vigente, es un reguetón titulado “Medellín”, cantado al lado del colombiano Maluma.

Trap al sur
Como suele ocurrir en la vieja relación entre centro y periferia —diluida en parte por el gran ecualizador que es internet—, el efecto de este nuevo pop no tardó en hacerse sentir en Hispanoamérica. En España aparecieron nuevas figuras que fusionaban la música tradicional con el trap y el reguetón: un ejemplo de ello es la canción “Con altura”, un dueto entre la renovadora del flamenco Rosalía y el reguetonero colombiano J Balvin, que se las arregló para trepar en las listas de popularidad en países tan diversos como el Perú, Suiza y, cómo no, la del “Hot Latin Songs” de Billboard.
Las escenas de trap latino se extienden ahora por toda Latinoamérica, desde México hasta Argentina. El hecho de que J Balvin se convirtiera en portada de la revista española Rockdelux, asociada durante décadas al rock independiente, hizo que muchos rockeros pusieran el grito en el cielo. Y con razón. De alguna manera era una marca visible de que el lenguaje del pop global ya no estaba basado ni en el viejo pop ni en el rock, sino en el nuevo pop que surgió de una explosiva mezcla de hip hop, trap y reguetón.
El que estos géneros nos gusten o no es irrelevante, su sonido se ha convertido en el nuevo parámetro de moda y modernidad en la música popular transnacional. Y si el siglo XX estuvo marcado por la radio y las tiendas de disco, todo indica que el futuro del pop será modelado por las plataformas virtuales.

De este modo, gracias a las nuevas formas de consumo asociadas con la música popular urbana, el reinado del viejo pop llegó a su fin. Quién iba a imaginarlo. Tras la aparición, auge y caída del rock 'n' roll, los historiadores de la música pop se preguntaban cuándo llegaría el día en que, nuevamente, una combinación de artistas regionales, formas independientes de distribución y el gusto popular de los jóvenes se fusionaran para crear una nueva fuerza musical que dominara el reino del pop. Basta abrir un poco los oídos para percatarse de que ese día ya llegó. Quien tenga oídos que oiga.

Contenido sugerido

Contenido GEC