[Foto: Rolly  Reyna]
[Foto: Rolly Reyna]

                                                 
Por Eloy Jáuregui                                           

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Y de pronto aquella dulzura en la que levita Susana Baca de la Colina se torna mueca de malestar. Está recordando el mes de julio del 2011, cuando fue nombrada ministra de Cultura por el flamante gobierno de Ollanta Humala, y siente que fue un trance que no quisiera repetir. Que existió una presión política inexplicable tratándose de un ministerio nuevo (fue su segunda cabeza, después de Juan Ossio), sin aún personalidad, ni visión, ni normas, ni presupuesto. Otra vez volvió a sentir el racismo y la segregación de cuando era niña. La noticia de su nombramiento la trajo la señora que trabajaba en la casa. “Señora —le dijo—, he visto en la televisión que usted es la nueva ministra de Cultura”. Susana Baca se quedó helada, pero la sorpresa fue mayor cuando la asistenta remató: “¿Y para qué sirve eso?”.

     La segregaron por negra y por artista, le digo. “Es que la cultura en el Perú es la quinta rueda del coche, y no debe ser así”. Y le sale el indio y dice que no existen normas a favor de la cultura y del inmenso patrimonio monumental que tenemos. Pero trabajó en la Ley General de Cultura, un plan integral y transversal que quedó listo cuando se marchó del cargo; pero su sucesor (Luis Peirano, N. de R.), afirma, no supo qué hacer con él. Que sí avanzó en la Ley del Artista, que se sustentaba en los derechos sociales y de salud. Pero nadie le hizo caso. Entonces ella reconoció que la sacaron por querer consultar a los indígenas y luchar contra la corrupción. Y no faltó quien dijera que era una irresponsable por ausentarse del cargo por una breve gira de conciertos. Que existió una suerte de estropicio cuando propuso pautas de descentralización y lucha contra la desigualdad cultural. Y claro, hoy reconoce que fue la ministra mendiga. Y ahí quedó todo.

Además de artista, maestra e investigadora en etnomusicología, Susana Baca ha sido dos veces ganadora del , y fue ministra de Cultura. [Foto: Rolly  Reyna]
Además de artista, maestra e investigadora en etnomusicología, Susana Baca ha sido dos veces ganadora del , y fue ministra de Cultura. [Foto: Rolly Reyna]

     ¿Sería otra vez ministra?, le pregunto. “No —dice— ya sé que lo mío es el arte. Es verdad que no me arrepiento de nada, porque trabajé honestamente con un equipo de primera clase. En el Perú la política es una práctica de la destrucción. Es el afán del desgaste porque nos enfrenta y nos obliga a odiarnos. Ser un artista y ciudadano que quiere lograr cosas importantes para su país es una tarea para héroes. Además, los poderosos, los gobernantes y políticos no entienden la importancia de la cultura. Saben que te hace pensar y mirar para atrás. La política es un botín, cuando debería estar al servicio de la gente”.

     Entonces, en medio del abatimiento, aparece su perrito Luca y, con su pelota, se sienta en mis faldas. Ella se mata de risa. “¿Qué es usted, Susana?” —le pregunto. Y ella responde: “Cantante, artista, soñadora”. ¿Negra presuntuosa? También, e investigadora de los ritmos y costumbres afroperuanos. Además, de exministra de Cultura, dos veces ganadora del Grammy. Maestra formada en la Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle, La Cantuta. Al principio cantaba temas ligados al registro poético, “cuando iba tocando puertas y me respondían que la poesía no vendía. Y mire lo que sucedió, que aquello que escuchó David Byrne fue ‘María Landó’, el poema de César Calvo y Chabuca Granda que yo cantaba en las universidades y sindicatos, que para el mercado no era un tema vendible, y resulta que esa canción fue, a fin de cuentas, la que abrió las puertas de mi cielo”.

28 de julio del 2011. El entonces presidente de la República Ollanta Humala y Susana Baca, en la ceremonia de juramentación como ministra de Cultura.
28 de julio del 2011. El entonces presidente de la República Ollanta Humala y Susana Baca, en la ceremonia de juramentación como ministra de Cultura.

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Íbamos bien y le recuerdo la reciente renuncia de Guillermo Nugent de la dirección del Lugar de la Memoria, la Tolerancia y la Inclusión Social (LUM). Y otra vez se pone triste. Y otra vez la obstinación y la intolerancia. Baca no tiene tapujos ni pretextos. Lo dicho por Salvador del Solar no es suficiente. Otra vez la presión de los congresistas para con la muestra Resistencia visual 1992, que le hace decir al ministro que hay un “sesgo” en los trabajos de 36 artistas sobre hechos como el golpe de Estado del 5 de abril, los asesinatos de María Elena Moyano y Pedro Huilca, así como la captura de Abimael Guzmán. Entonces vuelven los fantasmas del pasado y el LUM, que debe ser un escenario para conversar entre los peruanos, se convierte en el teatro del odio que algunos interesados alimentan. “Es una barbaridad su salida”, dice.

     Y aparece Ricardo Pereira, su compañero, esposo y manager. Y trae en sus manos un pisco que hacen en Santa Bárbara, Cañete, donde hoy funciona un sueño de Susana Baca: el Centro Cultural y Artístico de la Memoria. Y son las 11 de la mañana en su departamento de Chorrillos, y nos servimos unas copitas de aquel néctar de los dioses. Y nos ponemos a recordar que de niña se escapaba para observar la bahía de Lima desde el malecón cercano. Cierta vez oyó con el corazón el rumor del mar trenzado a las sordas cantigas del cielo generoso, y le proclamó y prometió a grito pelado que desde ese día sus himnos se harían canto para entibiar las iras del alma y darle resuello a los espíritus tristes.

Susana Baca en un desfile escolar por Fiestas Patrias, en el colegio 444 de Chorrillos. [Foto: Archivo personal]
Susana Baca en un desfile escolar por Fiestas Patrias, en el colegio 444 de Chorrillos. [Foto: Archivo personal]

     Susana Baca nació en el barrio de Lince, en lo que fue la hacienda Lobatón, donde los negros limeños habían preservado su historia remota con el lenguaje mágico de sus landós, pregones y panalivios. Ella cantaba lo que otros cantaban. Tarareaba las aguas encrespadas, los batientes sonidos de los pájaros, el rumor del viento cuando roza la piel de los árboles al amanecer. Alameda y bajada a Agua Dulce, y Susana, chiquitita de la mano de su madre, y su canasta que traía los pescados frescos, torcidos aún y briosos del sabor del esplendor. El muelle de los pescadores y la gente de mar que le contaban historias de naufragios y de tempestades. Sus tías festivas que bailaban y cantaban a coro con las garúas y los relatos de aparecidos que ella oía entre asombros. Y las noches cuando sus manitas se engarzaban a los cabellos de la abuela, y soñaba con melodías y poemas.

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Ese fue su ayer, pasaría un largo de memoria, toda una intensa vida hasta aquella noche del 2002, cuando se hizo merecedora del Grammy Latino. Por ser de justicia, justicia poética que le dicen. Dijo más, que su música había querido ser siempre el fresco murmullo que vigorizara las alegrías de su gente, los desterrados del lujo, los amantes de los besos intensos, los creyentes de la poesía simple que tienen la mirada de ojos probos.

Junio 2016.  Susana Baca participó en el musical "Déjame que te cuente" en el Teatro Municipal. [Foto: Juan Ponce Valenzuela]

DENISSE DIBOS
SUSANA BACA
Junio 2016. Susana Baca participó en el musical "Déjame que te cuente" en el Teatro Municipal. [Foto: Juan Ponce Valenzuela] DENISSE DIBOS SUSANA BACA

     Susana Baca recuerda 1971, cuando, ya graduada como profesora, viajó a las alturas de Acolla, por Tarma. Mientras enseñaba a los niños de la zona descubrió una noche en unos quinuales la luz azulada en contraste con el brillo dorado de los saxos de una de las cientos de orquestas de la región del Mantaro. Pero se sentía llamada por una vocación mayor, el canto. Su amistad con escritores como Manuel Scorza, Julio Ramón Ribeyro, Oswaldo Reynoso y el poeta y compositor Juan Gonzalo Rose, quien la convocó al Festival Internacional de Agua Dulce de 1972. El auditorio atiborrado junto al mar reunió a los nuevos compositores e intérpretes de la llamada nueva canción peruana. Ahí estaban Diego Mariscal, “Caitro” Soto, Perú Negro, El Polen de Raúl Pereyra, junto a los consagrados Alfredo Zitarrosa, Soledad Bravo, Víctor Heredia, Los Compadres. La fecha de la gran final, una cantante menudita hizo brillar el sol de la medianoche cuando lanzó su embrujo al público extasiado. Se llevó el Primer Premio a la mejor intérprete. Cierto, ese fue el final del comienzo. Baca había culminado una primera etapa de aprendizaje. Después, todo sería distinto.

      Conversar con ella es regresar a la tradición negra peruana abrillantada por un estilo sensual en extremo y generoso en matices. Ese es su mérito: serio, profuso y admirable. Dicen que, desde el principio de los tiempos, todo aquel que oye su voz y su ritmo, en realidad, está escuchando la pasión que habita en el imaginario de nuestros pueblos, aquel simbolismo de sus poetas y el sentimiento encendido de las fiestas populares y de todo aquello que encierra el gran capítulo de nuestra cultura y alma popular. Entonces, ahora que Susana Baca suma décadas de vida artística difundiendo la música de raíces afroperuanas y está ubicada como una estrella de la world music y la música étnica, es bueno preguntarse cuándo se gestó este prodigio que se hace manantial inagotable, susurro atemporal y haz de luz inmarcesible.

6 de abril de 1986. La cantante Susana Baca participa en el SICLA (Semana de Integración Cultural Latinoamericana), realizado en el Palacio de Gobierno.
6 de abril de 1986. La cantante Susana Baca participa en el SICLA (Semana de Integración Cultural Latinoamericana), realizado en el Palacio de Gobierno.

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Y hablamos de las horas tristes del criollismo de hoy. Y me dice que todo se debe al descuido de promotores y músicos. Y habla del programa Costumbres. Que ese sería el modelo y no los espacios donde ahora se liquida la música criolla, pero se calla. Y que si la invitasen no iría. Y que el eterno conflicto entre lo nuevo y lo viejo afectó con delicadeza su opción. Un poema de Enrique Verástegui le parecía más valioso que un vals de Felipe Pinglo. A Susana Baca le interesa lo que ocurre en Portugal. Allá con el fado, con Cesaria Evora o Mariza se construye una nueva sensibilidad para regresar a los orígenes de lo genuino y no al facilismo y la torpeza que hoy se muestran en la radio y la televisión.

     Entonces recién me habla de su centro cultural en Cañete, donde vive los pocos meses que pasa en el Perú. Y ahí se sigue con los esfuerzos de otros investigadores del tema afroperuano, Nicomedes y Victoria Santa Cruz, la testarudez de la familia Vásquez buscando un espacio para su arte, el éxito de Ronaldo Campos y su Perú Negro. Aquello que se mordía pero no se tragaba. Baca sabe que esa música, la de los negros peruanos, no era reconocida; que la sociedad la obligaba a mostrarse con artificios y florituras. Y como ahí no había poesía —decían— todo era fútil, trivial y comercial. 

Julio del 2017. Susana Baca en su casa de Cañete, donde también funciona el Centro Cultural y Artístico de la Memoria, un proyecto personal. [Foto: Rolly  Reyna]
Julio del 2017. Susana Baca en su casa de Cañete, donde también funciona el Centro Cultural y Artístico de la Memoria, un proyecto personal. [Foto: Rolly Reyna]

     Con Ricardo Pereira emprendieron una cruzada inédita: buscar con rigor las raíces más entrañables de esa cultura relegada. Sus trabajos al lado de la musicóloga Chalena Vásquez la obligaron a la indagación descomunal de una verdadera científica social en un país de entusiastas. Así, hurgó en el acervo de las familias que mantenían la tradición como coraza para defender su autenticidad, desde Aucallama hasta a El Carmen, de Malambo a San Luis de Cañete, de Santoyo a la mítica Saña. Y qué de músicos, cantantes y decimistas no encontró en su exploración. La certeza de su asombro. Ella y su esposo recorrieron la costa peruana recopilando testimonios y documentos de aquellos pueblos descendientes del negro. El resultado fue el libro Del fuego y del agua luego de 11 años de labor.

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Sus investigaciones comenzaron ya en 1984. Textos como El aporte del negro a la formación de la música popular peruana, Universidad de Sao Paulo, Brasil; “La diáspora africana y el mundo moderno”, Universidad de Austin, Texas, 1996... También posee innumerables premios y distinciones. En 1987 fue nombrada embajadora de Buena Voluntad de la Unicef; y ostenta el premio ySor Juana Inés de la Cruz, otorgado por el Museo Mexicano de Arte Contemporáneo con sede en Chicago.

     Hacia 1998 y mientras el Perú ingresaba a una vorágine de corrupción y populismo que intentó destruir las formas más genuinas de nuestra identidad cultural, Susana Baca declaró en una revista local que la música afroperuana había ganado un sonido contemporáneo. Pero advertía que era penoso que los músicos no conocieran cuál era la célula rítmica del landó o del festejo. Añadía luego que las raíces de nuestro país, uno que tiene diversidades encontradas, nos obligaba a querernos y reconocernos, a escucharnos y recordamos.

     A la sazón, en 1999, la edición de julio de la revista Rolling Stone explicaba este crecimiento espectacular de Susana Baca y su relación con Byrne: “Para perfeccionar su español, Byrne estudiaba los temas de Susana. De pronto, el idioma pasó a un segundo plano. ‘Me sentí intrigado. Además de descubrir el sonido afroperuano, me encontré con una artista increíblemente conmovedora y orgullosa de su cultura’. Era el encuentro entre África y Perú. Así que ubicó a Susana y comenzaron a perfeccionar lo que después se llamaría el disco Eco de sombras”.

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El notable jazzista Michael League y su grupo Snarky Puppy van a llegar en enero y estarán alojados en el centro cultural de Santa Bárbara, donde grabarán un disco. La noticia quizá interese a pocos, pero no al equipo que trabaja con Susana Baca y que mantiene el interés de lo negro peruano y su articulación con los indios y criollos de la costa. Ese cruce que enriqueció la tradición mestiza de estas tierras. ¡Vaya uno a confrontar esa sabiduría medicinal, el genio culinario, aquel espíritu celebrante y la imaginación religiosa, todos armonizados por los cantos! Porque no fue un solo tipo de negro el que llegó en calidad de esclavo: existió, al contrario, una población heterogénea formada por casi cien mil africanos que forjaron la tradición criolla peruana, que fue la simiente de artistas negros que fundaron dinastías y estilos, adobados en un crisol gozoso y al mismo tiempo cruel e injusto. Esa fue parte de la diáspora que regó su sangre en las haciendas costeñas, ese su orgullo y su cadencia.

6 de junio del 2004. La cantante peruana Susana Baca se presenta durante el festival de música "Off-Fest", celebrado en Skopie, capital de Macedonia. [Foto: AFP]
6 de junio del 2004. La cantante peruana Susana Baca se presenta durante el festival de música "Off-Fest", celebrado en Skopie, capital de Macedonia. [Foto: AFP]

     Y ahora nos acordamos del poeta Arturo Corcuera y su poema “Los amantes”, que ya está tarareando. Y la película de Javier, su hijo, Sigo siendo, donde ella canta un par de temas. Y recordamos a Gregorio Martínez y a Andrés Soto, muertos en la víspera. Baca es heredera de las dinastías más ilustres de los negros en el Perú. Y cada dinastía aportó esa parte que su memoria atesoraba en sus corazones. Cuánta belleza halló entre cajones y chacombos, al compás de las cadenas, al son de un socavón. Susana Baca recuerda y no cesa de recordar precisamente esa maravilla del negro peruano, el disco que grabara Nicomedes Santa Cruz, Cumanana, con Porfirio, con los De la Colina, con aquellos que llevan una sangre encendida de reclamos y aromada en sus bondades de glóbulos festivos. Y la dejo entre sus amores y sus pasiones. Que ya llega la hora. Y gracias por tanta belleza, maestra.



de los amores: conciertos en Lima

Susana Baca no se presentaba en Lima desde hace años. “Hacer una producción en el Perú es muy difícil”, dice. Pero tenía un anhelo permanente, un fuego inmarchitable en su corazón que, al fin, las noches del 8 y 9 de setiembre, se hará realidad en el Teatro Municipal de Lima. De los amores es una parada en la capital de su tour Gira Primavera 2017. Este espectáculo ya se ha presentado en conciertos en Europa y Estados Unidos. Así, acompañada por los mismos músicos de orquesta y coros de su escuela en Cañete, su muestra comprende un repertorio al reencuentro de lo romántico en dos de sus vertientes más fieles: el vals peruano y la poesía musicalizada en temas de Javier Laso, Andrés Soto, Máximo Bravo, Pablo Casas y Chabuca Granda.

Más InformaciÓn
Teatro Municipal
Jirón Ica 377,  Lima 15001
Entradas desde S/. 22
Disponibles en

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