El secretario general de Solidaridad Nacional asesinando al presidente. Así termina el video que compartió la semana pasada en sus redes sociales Luciano Revoredo, uno de los candidatos al Congreso por Lima de ese partido. El spot es un montaje de la película Terminator II y muestra a Rafael López Aliaga –quien acaba de anunciar que postulará a la presidencia en el 2021– enviando a Martín Vizcarra a un abismo de líquido hirviente. La propaganda fue retirada días después, sin aclaraciones de por medio.
La campaña para las elecciones parlamentarias del 26 de enero ha comenzado a calentar tarde, y lo ha hecho sobre los mensajes radicales –ese es el término que usan los especialistas– de un grupo de candidatos que busca crecer en las encuestas. El partido más activo en ello ha sido Solidaridad Nacional, que hasta diciembre aparecía en el grupo Otros, con menos de 1% de intención de voto, según Ipsos.
Su discurso tiene características fácilmente reconocibles. “Lo primero es el conservadurismo religioso y social llevado al extremo. Lo segundo es plantear el debate político desde la perspectiva de la polarización: no hay forma de acuerdo posible con los rivales. Y lo tercero es ese nacionalismo que acá se expresa en la inmigración venezolana”, dice el politólogo Jorge Aragón. El toque final –y transversal– es la difusión de información falsa.
Ejemplos sobran. Sobre polarización, está el video que el partido difundió a mediados de diciembre en el que equiparaba a Vizcarra y al excongresista Gino Costa con líderes de las agrupaciones terroristas Sendero Luminoso y el MRTA. Y sobre el discurso conservador, el spot contra la supuesta ideología de género, que compartió la candidata Nelly Cuadros, en el que un niño le pregunta a su padre si es “varón o mujer”.
En el plano nacionalista, Rosa Bartra –la cabeza de la lista de Lima y jefa de campaña desde diciembre– apela al sentimiento anti inmigración llevando como bandera una propuesta de expulsión inmediata de extranjeros que cometan delitos menores (de “bagatela”, los llama ella) y el también candidato Yorry Wharton plantea un “control fronterizo y política migratoria eficientes”.
Luego, están las mentiras. Bartra, por ejemplo, dijo que en los colegios públicos a los niños de 11 años se les presentan recursos audiovisuales que los estimulan a probar “tornillos” y “navajas” como objetos sexuales, afirmación que El Comercio desmontó el sábado pasado; y López Aliaga compartió una encuesta falsa, que atribuyó al Instituto de Opinión Pública de la PUCP, en la que su partido aparecía tercero. Luego borró el tuit y aseguró que el sondeo se lo había enviado “el director de una empresa grande”.
En un acto que este Diario condenó, Mario Bryce terminó un debate organizado por El Comercio entregándole dos jabones al candidato de Juntos por el Perú, Julio Arbizu. El gesto, no obstante, fue respaldado por su partido, se hizo viral y le dio a Bryce valiosos minutos en televisión y páginas en prensa escrita.
“Los grandes temas como el género, el terrorismo o la xenofobia son articuladores de los mitos de las personas. Eso no es una creación peruana, es parte de la dinámica política global: trabajar sobre los miedos para sobre eso construir promesas”, dice Lilian Kanashiro, comunicadora, politóloga y especialista en análisis semiótico de la Universidad de Lima.
–Nada nuevo bajo el sol–
Nada de esto es inédito. Si las características del discurso ‘solidario’ son tan fáciles de reconocer es porque constituyen la tropicalización de una fórmula que ya ha sido utilizada en otros países. “Se ve la copia de una serie de estrategias que han funcionado en otros sitios. Con lo del jabón, por ejemplo, dices: este tipo ha visto muchos videos de [Donald] Trump”, opina Aragón.
El entorno del presidente de Estados Unidos también se caracteriza por la difusión de información falsa. De hecho, una de sus consejeras presidenciales, Kellyanne Conway, acuñó el término “hechos alternativos” para referirse a una mentira dicha por el secretario de prensa de la Casa Blanca Sean Spicer, quien exageró considerablemente la cantidad de gente que había asistido a la toma de mando de Trump.
El politólogo holandés experto en movimientos de extrema derecha Cas Mudde explicó hace tres meses, en entrevista con la Deutsche Welle, la diferencia entre ultraderecha y derecha radical. La primera, dijo, rechaza la esencia misma de la democracia y preferiría que esta no exista.
En cambio, la segunda, la radical, se inserta en la contienda democrática pero critica y busca eliminar el componente liberal que esta tiene: los derechos de las minorías, por ejemplo. En esta última categoría Mudde incluye a los movimientos cuyo discurso Solidaridad Nacional imita.
Por ejemplo, está el partido conservador español Vox. Su líder, Santiago Abascal, ha acusado a contrincantes de representar al “comunismo chavista”, ha hablado de la necesidad de terminar con “las leyes totalitarias de la ideología de género”, ha dicho que los delincuentes en España son “mayoritariamente extranjeros” y ha propuesto la prohibición de ayuda social para los inmigrantes ilegales.
Sobre Vox, la catedrática de la Universidad Autónoma de Barcelona Eva Anduiza escribió en El País que incorpora entre sus componentes ideológicos el nativismo (el privilegio de los ‘nativos’ sobre los inmigrantes) y el “rechazo visceral al cambio cultural”. “El énfasis se sitúa especialmente en el rechazo al feminismo, al matrimonio entre personas del mismo sexo y al aborto”, asegura.
Una retórica más agresiva, pero fundada sobre los mismos temas, es la del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro. Él es conocido por sus frases misóginas (“tengo cuatro hijos hombres, con la quinta fallé y salió mujer”), racistas (que los afrodescendientes “no sirven ni para procrear”) y homofóbicas (“No podemos dejar que Brasil sea conocido como un paraíso para el turismo gay”).
Pese a ello, el día que anunció su candidatura, en diálogo con Panorama, el propio López Aliaga dijo que buscaría ser el “Bolsonaro peruano”.
“Antes este discurso estaba pegado en Fuerza Popular, que tenía también otras banderas, entonces era difícil distinguir qué peso tenía dentro del fujimorismo. Ahora es como que se hubieran independizado. Como ya van solos, nos vamos a poder dar cuenta qué tan atractivas son estas ideas por sí mismas para el electorado”, dice Aragón.
–Apenas un experimento–
Pero en Solidaridad Nacional no se consideran “derecha radical”, sino “derecha popular”. Así denominó a su partido López Aliaga –quien optó por no declarar para este artículo– en entrevista con RPP. Dijo, además, que las propuestas habían sido elaboradas mediante “un focus group a nivel nacional” y aclaró que su plan también considera temas como la regulación de los intereses bancarios y la pensión mínima de jubilación.
“El fenómeno actual es bien de ensayo desesperado de Solidaridad Nacional. Pero que no estén teniendo tanto éxito por ahora no nos debe llevar a pensar que este discurso [el de derecha radical], combinado con otros temas, no pueda atraer a grupos importantes de la población", advierte el politólogo Eduardo Dargent.
En esa línea, esta elección parlamentaria configuraría un laboratorio de ensayo. “No creo que estén esperando grandes resultados, sino pasar la valla y quedar instalados en el electorado”, dice Aragón.
El objetivo, según Kanashiro, es que el revuelo de la ‘incorrección política’ les dé la exposición suficiente para alcanzar esa votación mínima. “En semiótica tenemos la figura del oso: siempre va y patea el tablero. La figura del camaleón no gana una campaña. La estrategia del oso es decir algo que sabes que va a causar polémica”, afirma. “Y estamos picando un poco el anzuelo dándoles tanta cobertura”, complementa Dargent.
Para los especialistas, sin embargo, el éxito de Solidaridad Nacional en el largo plazo solo sería posible si su discurso se complementa con otros elementos internos y externos. “Los gestos de ahora no bastan. Tendrían que ser parte de una estructura más compleja. En Brasil el contexto era interesante: el gobierno del Partido de los Trabajadores (PT) había estado metido en un escándalo de corrupción. El voto anti PT fue muy fuerte”, explica Aragón.
En el frente interno, la figura presidencial es crucial. “Un candidato presidencial atractivo en segunda vuelta no puede ser tan duro como Nelly Cuadros o Rosa Bartra. Se necesita alguien que asuma esos discursos, pero los combine. Tranquilamente podrías tener allí un discurso más fuerte en servicios sociales, por ejemplo”, dice Dargent.
La mezcla perfecta, asegura, es alcanzable. “Imagínate un combo de discurso anticorrupción, conversador y con propuestas en temas sociales. Las conductas de este tipo tienen limitaciones, pero sí pagan políticamente”, pronostica. Precisamente hacia allá apunta el combo que López Aliaga plantea con propuestas relacionadas a los intereses bancarios o al sistema de pensiones.
Por ahora, Dargent asegura que Fuerza Popular está sirviendo como “tapón”. “No están pegando porque el fujimorismo ya está instalado en ese sector de la población", afirma.
Pero el tapón podría no aguantar. En España, por ejemplo, Anduiza explicó que la retórica de Vox vivía contenida dentro del derechista Partido Popular hasta que este empezó a caer en las encuestas. Luego tomó vuelo propio. En los últimos cuatro años, Vox ha pasado de tener 0,23% de los votos a 15,09%, lo que significa 52 diputados de 350.
“Antes estos discursos estaban controlados por la estrategia del candidato presidencial y nos sorprendíamos del Congreso que salía. Ahora, como la elección es solo parlamentaria, está saliendo el retrato tal cual. Vamos a tener una radiografía más exacta del electorado”, concluye Kanashiro. El 26 de enero, el termómetro medirá finalmente cuánto cala el discurso de derecha radical entre los peruanos.