Existen cócteles que provocan el apetito, otros son refrescantes; están aquellos que acompañan la conversación, también los que se sirven para la sobremesa luego de disfrutar la comida e incluso aquellos que reemplazan el postre.
Pero existen otros cuya función apunta a “reparar” las fuerzas, los famosos “levantamuertos”. El clásico, delicioso y reconfortante Bloody Mary.
Cuenta la historia compartida por mi amigo el profesor Juan Carlos Gómez que existen versiones respecto a su origen. La más seria es la que atribuye su creación al barman Fernand Pete Petiot quien preparó esta bebida en 1921, en el Harry´s American Bar en París. Al parecer el nombre hacía referencia a la reina María I de Inglaterra, quien recibió el apelativo de María la Sanguinaria o sangrienta por ordenar la persecución contra los protestantes en el siglo XVI.
Otra versión dice que cuando Petiot sirvió el cóctel por primera vez en París, dos clientes de Chicago dijeron que les recordaba a una bartender de su ciudad llamada Bucket of Blood (cubo de sangre), a la que también le decían Bloody Mary. Y así, sin querer, quedó bautizada la nueva bebida.
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