[FOTOS] Celebremos el Día Internacional del Juego - 4
[FOTOS] Celebremos el Día Internacional del Juego - 4
Lilia Córdova Tábori

¿Cuándo fue la última vez que jugaste a las escondidas, a las canicas, trepaste el árbol del vecino o saltaste la cuerda? Hace mucho ¿verdad? Hoy se celebra el Día Internacional del Juego, oportunidad propicia para recordar cómo eran algunos de los juegos de antaño que poco a poco se han ido guardando en el baúl de los recuerdos.

Jugar con trompos era un clásico entre los chicos del siglo XX. No era sencillo hacer bailar a este juguete hecho de madera cuya punta era un simple clavo. Antes de soltarlo al piso había que enrollarlo con una especie de cuerda, llamada huaraca. Con mucha destreza, los niños hacían que el trompo vuele por los aires.

En la década del 60 se conquistaba el “mundo” saltando en cualquier calle o vereda. Con una tiza se dibujaba una especie de figura de avión donde cada casillero tenía un valor del 10 al 100. Cada jugador lanzaba una piedrita, chapita e incluso una cáscara de plátano al primer casillero hasta llegar al número 100. Para ganar no se debían pisar las rayas de los casilleros.

El origen del skateboard se remontan a los años 50. Los primeros skateboards eran de madera, sin dibujos y con cuatro pequeñas ruedas. Hacer maniobras era muy difícil pues eran inestables. En la década de 1970 y de 1980, en especial durante el verano, era muy común ver a los adolescentes con sus skateboards romper el silencio de los barrios limeños.

Jugar fútbol sigue siendo, hasta hoy en día, una de las actividades que no pasarán de moda. Ya sea con una pelota de trapo o plástico, los niños se las ingenian para sentirse los futuros héroes del deporte rey. La cancha era la pista del barrio y el arco estaba delimitado con ladrillos, piedras o latas de leche vacías.

La ONU en el artículo 31 de la Convención sobre los Derechos del Niño reconoce al juego como un derecho que trasciende la edad. Con estos argumentos la Asociación Internacional de Ludotecas propuso, en 1998, instituir un día para jugar.

Dos años más tarde se celebró por primera vez esta efeméride que nos recuerda que el juego es una actividad que no tiene horarios, es gratis y alimenta el espíritu.

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