Uno de los pocos registros sobre los efectos en la economía peruana de la anemia en el largo plazo data de los años 2009 y 2010. De acuerdo con el libro “Impacto económico de la anemia en el Perú”, de la investigadora de Grade Lorena Alcázar, el costo por persona debido a la pérdida cognitiva relacionada a esta afección ascendía a S/70, lo que habría representado para las arcas del país una pérdida de casi S/2.040 millones en el 2009.
Una década después, aún no se ha hecho un estudio similar sobre uno de los mayores problemas de salud que padecemos.
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Tomando como base estas cifras, Oswaldo Molina, director de la Maestría en Economía de la Universidad del Pacífico, explicó que la capacidad de aprender es lo que más se perjudica en una persona que sufre de anemia por un período prolongado.
“Los efectos de esta afección derivan de un déficit de aprendizaje. Esto termina impactando, posteriormente, en las labores que realiza una persona”, apunta.
Esto va de la mano con lo que refiere Tomas Walter en su texto “Effect of Iron-Deficiency Anaemia on Cognitive Skills and Neuromaturation in Infancy and Childhood”, en el que explica que quienes recibieron tratamiento tardío para la anemia, luego de un año de padecerla, no podrán recuperarse de los daños ocasionados en la capacidad cognitiva.
Para Molina, no hace falta esperar a que estas personas crezcan y se inserten en el mercado laboral para observar estas consecuencias. Indudablemente, no solo les será más difícil conseguir un trabajo, sino también mostrarán bajo rendimiento académico, escolar o universitario, por ejemplo.
A junio del 2019, el Centro Nacional de Alimentación y Nutrición del Instituto Nacional de Salud registraba que casi cuatro de cada diez infantes (entre 6 y 35 meses de edad), en el ámbito nacional, tenían anemia. La figura se vuelve más crítica en La Libertad, Madre de Dios, Puno y Ucayali, donde uno de cada dos la padece.
PROGRAMAS CONTRA LA ANEMIA
El Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (Midis) ha registrado, entre el 2017 y 2018, reducciones en la incidencia de anemia en el grupo de mayor vulnerabilidad (niños de 6 a 35 meses) mediante sus programas sociales.
Cuna Más, por ejemplo, disminuyó la incidencia de anemia en las personas que atendió de 59,1% en el 2017 a 50,3%, en el 2018. Del mismo modo, Juntos y Qali Warma acortaron ese registro de 54,5% a 50,9% y de 21,6% a 20,9%, respectivamente.
Entre el 2017 y el 2018, no se observó un incremento de presupuesto para Qali Warma ni Cuna Más, pero sí uno de 20,21% para Juntos. En tanto, del 2018 al 2019, sí se inyectaron más recursos para los tres programas. Estos fueron de 5,48%, 19,58% y 1,01, respectivamente.
Así, para este año, el Midis asignó un presupuesto de S/1.676 millones para Qali Warma, de S/453,73 millones para Cuna Más y S/975,86 millones para Juntos.
RECURSOS HUMANOS
Uno de los principales problemas en los establecimientos de salud –donde se llevan a cabo las tareas estratégicas de lucha contra la anemia– es la escasez de recursos humanos, según el informe “Intervención del Estado para la reducción de la anemia infantil: resultados de la supervisión nacional”, elaborado por la Defensoría del Pueblo en el 2018.
El documento precisa que Cuna Más y Juntos fueron algunos de los principales aliados estratégicos con los que se trabajaron y se concluye que la participación de su personal en estos espacios resulta importante. Sin embargo, el 32% de los centros de salud de primer nivel de atención no cuenta con esos trabajadores.
Con este panorama, seguir en la senda de inyectar mayores recursos económicos a estos programas sociales, como en los tres últimos años, se muestra como una pronta solución para atacar la anemia en el país.