La Cámara Peruana de la Construcción (Capeco) presentó el último lunes la vigésima edición del estudio “El mercado de edificaciones urbanas en Lima Metropolitana y el Callao”, con resultados sorprendentes.
Uno de los más importantes es que la demanda insatisfecha de vivienda alcanza en cifras redondas las 460.000 unidades, manteniendo el déficit histórico de alojamiento que el ‘boom’ inmobiliario y el Gobierno no han podido reducir.
La oferta de vivienda al 2015 es de aproximadamente 24.000 unidades, siguiendo la tendencia de los últimos años. Dicha oferta atiende al 2% de la población de Lima (que constituye su tasa de crecimiento anual), pero no acorta el déficit acumulado.
La demanda efectiva de los sectores que pueden pagar entre US$4.000 y US$30.000 por una vivienda es casi 35%. Pero la oferta es menor al 2%.
Y los que pueden aportar como máxima cuota inicial un monto inferior a US$5.000 para un crédito inmobiliario son casi el 40% de limeños. A este rango pertenece el aporte que familias de invasores hacen a traficantes de terrenos. Se necesitan entonces políticas de vivienda hechas a partir de esas posibilidades y no al revés, que incorporen a todos los actores: Gobierno Central, gobierno local, sector privado y usuarios, especialmente los más pobres, o la presión de la demanda se volverá inmanejable.
Sobre su población, Capeco presentó también datos inquietantes de la realidad de Lima:
Entre 1960 y 1970, Lima era una sociedad de niños: 45% de la población tenía menos de 14 años; hoy, solo es el 25%. Lima es una ciudad de jóvenes: 29% tiene entre 15 y 29 años y el índice de envejecimiento ha subió de 18% a 31% en 15 años.
La fecundidad en Lima bajó de 6 hijos por mujer en 1960 a 1,9 hijos por mujer en el 2013. Así, surge un nuevo tipo de familia y nuevos ingredientes para la ciudad.
En los próximos años, aumentará la demanda de departamentos, casas de vacaciones para solteros o grupos de amigos, habrá una mínima demanda de dormitorios, espacios para trabajo en el hogar, mayor demanda de espacios públicos y lugares de reunión o esparcimiento que complementen áreas reducidas de alojamiento. Con ello, se impulsaría una cultura de compartir y respetar y otro modelo de movilidad y desplazamiento. Y seguirán las invasiones, sino hay opción.
Políticas en formación de valores de convivencia urbana son básicas para superar la situación. Esto implicará políticas de “palo y zanahoria” y no solo el diálogo entre autoridades y vecinos. Impulso a reglas de ciudadanía, multas que se cumplan, respeto al derecho del otro, el interés común por encima del individual y un plan socialmente aceptado como carta de navegación para la ciudad. La demanda insatisfecha de vivienda es una oportunidad de crecimiento económico del país, pero situada dentro de las recientes tendencias de la población de Lima. Por aquí empiezan algunos de los nuevos paradigmas para repensar la ciudad.