En las últimas semanas ha surgido un movimiento liderado por la sociedad civil en contra de la tala de árboles y de la ampliación de vías en Magdalena del Mar. Los vecinos han protestado, incluso algunos han llegado a amarrarse a los troncos con el fin de no permitir que la municipalidad siga talando los árboles de su calle, Félix Dibós. Según ellos, la comuna ha talado 23 árboles en lo que va del mes; según la municipalidad, ninguno. Uno puede elegir su propia versión de la historia.
El domingo se publicó una noticia en El Comercio que confirma que la Municipalidad de Lima está planeando construir dos nuevos ‘by-pass’ en la avenida Arequipa, en los cruces de las avenidas Angamos y Santa Cruz. Como ya mencioné con anterioridad en otras columnas, los ‘by-pass’ y ampliaciones de vías no ayudan a reducir la congestión. Pero más allá del tráfico, estas obras tendrán un impacto negativo en los pocos árboles de Lima. En las tres avenidas afectadas por estos proyectos, como en la calle Félix Dibós, existen árboles que tienen décadas de antigüedad, los cuales tendrán que ser talados o trasladados.
Más allá de las razones estéticas e históricas para protegerlos, los árboles agregan valor a la ciudad de varias maneras y su tala tiene un impacto negativo directo en los vecinos que viven en estas zonas.
Para empezar, las propiedades que están rodeadas de calles con árboles valen 7% más que las que no lo están, según un estudio realizado por B.R. Payne en Estados Unidos. Además, según otro estudio llevado a cabo en Toronto, los residentes que viven en calles que tienen más de 10 árboles por cuadra han recibido beneficios a su salud (lucen como si fueran siete años más jóvenes). Según “The Guardian”, en las calles urbanas con árboles los residentes experimentan menos estrés, menos casos de asma y también se dan menos nacimientos de niños con bajo peso.
En Lima, las autoridades están reaccionando al aumento de la densidad y del tráfico talando árboles para ceder espacio público a vehículos. Asimismo, los inversionistas privados eliminan casas con amplios jardines para construir edificios de departamentos. En Lima, la ciudad con el aire más contaminado en las Américas (OMS 2014), la tala de árboles es un acto autodestructivo. De hecho, estos pueden reducir partículas nocivas en las calles en un 60%, según el estudio de Kim Coder.
Tenemos pocas avenidas que cuentan con grandes árboles estructurales como los de las avenidas Arequipa, Santa Cruz y Angamos. Con la construcción de los mencionados ‘by-pass’ se perderán muchos de estos árboles. En estas avenidas –que también son corredores para transporte público– se reducirá la calidad del espacio público, así como la permeabilidad peatonal. En lo que deberíamos estar pensando es cómo mejorar la experiencia peatonal e incentivar el uso del transporte público.
En vez de continuar con una cultura de planeamiento urbano reactivo, sería adecuado pensar en qué tipo de ciudad se quiere vivir. Si esto incluye avenidas con grandes árboles estructurales, debemos diseñar el tráfico en función de los árboles, que demoran décadas en crecer.