“A caminar”, por Angus Laurie
“A caminar”, por Angus Laurie

Haremos un juego de asociación de palabras. Un pájaro vuela. Un pez nada. ¿Y un ser humano?

En Lima, donde la lógica del peatón no existe y este es ignorado sistemáticamente a lo largo de la construcción planificada, ¿es posible imaginar una ciudad para las personas?

Por necesidad más que por elección, alrededor del 25% de la población camina desde su hogar a su destino, y más del 53% lo hace gran parte de su trayecto para conectarse con alguna línea de bus o combi, según un estudio del Banco de Desarrollo de América Latina (CAF) del 2011.

Sin embargo, en vez de facilitar el movimiento a pie, las autoridades crean impedimentos, como rejas en avenidas que quitan la posibilidad de cruzar, señales de tráfico solamente para autos, cruces poco frecuentes y pases a desnivel.

Las esquinas con curvas amplias, que incentivan la velocidad de los vehículos, o los puentes peatonales que hacen que las personas tengan que subir cinco metros de altura para cruzar calles o avenidas, son señales de una cultura urbana que da privilegio al automóvil sobre el peatón y que ignora totalmente a las personas de la tercera edad, padres con coches de bebes y discapacitados. En otras ciudades se están eliminando los puentes peatonales en vías urbanas, para que las personas puedan cruzar a nivel, dándoles la prioridad.

Los altos niveles de contaminación de Lima agravan la situación. Nuestra ciudad es ahora la más contaminada en América Latina, producto del transporte vehicular. Asimismo, Lima presenta la mayor cantidad de muertes por accidentes de tránsito en la región (CAF 2011).

En términos de diseño, el maltrato al peatón se ve representado en el escaso 20% (en promedio) de la sección que se le da al ancho de las veredas, en relación al ancho total de una calle o avenida. Esto es cuando hay veredas, ya que en algunos distritos son inexistentes.

Nuestras veredas, de 1,2 metros de ancho según el RNE (Reglamento Nacional de Edificaciones), solo permiten que las personas puedan trasladarse de un lugar a otro en línea recta en relación a otros peatones. Esto ignora completamente la función lúdica de la calle para pasear, jugar, conversar; un rol cuya importancia ha sido reconocida desde hace décadas y que le otorga un valor social incalculable.

Al observar nuestras veredas podemos aprender mucho sobre el lugar en donde vivimos. Por ejemplo, en ciudades donde una proporción mucho mayor usa el automóvil y una menor camina, el porcentaje otorgado a la vereda es más del doble: 46% en París, 44% en Nueva York y 32% en Londres.

Dada nuestra condición de peatones, debemos empezar a dar prioridad a este uso para nuestras calles al momento de planificar nuestra ciudad.

Justamente son las veredas y su rol e importancia en la ciudad las que marcan la diferencia entre las ciudades desarrolladas con las que están en vías de desarrollo, según Enrique Peñalosa (ex alcalde de Bogotá). Estas definen nuestra calidad de vida y son un símbolo de democracia.

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