En el ámbito de la medicina se le conoce como el mal de los nadadores: es causado por un parásito que puede afectar a cualquier persona que se sumerja en aguas infestadas. Ingresa por la nariz y viaja hasta el cerebro ocasionando daños en el tejido. De ahí su incómodo sobrenombre: ameba comecerebros.
Eso fue lo que le sucedió a Mateo, un niño de 11 años que contrajo este parásito tras un viaje a Iquitos. A los pocos días de regresar de la selva, presentó fiebre constante pero los médicos no hallaban la causa. Cuando Mateo sufrió dos infartos cerebrales y privación sensorial, se determinó que había contraído el parásito mortal.
Hoy el menor está en la unidad de cuidados intensivos de una clínica privada de Lima. El único medicamento que podría salvarle la vida es la miltefosina (comercialmente conocido como Impavido). Su madre, Diana Guerra, recibió como donación un stock de pastillas para 20 días. Luego deberá adquirirlas desde los Estados Unidos, ya que no se venden en el Perú. El tratamiento mensual bordea los US$57.000 y podría durar medio año.
Fuentes del Instituto de Medicina Tropical indicaron a El Comercio que actualmente hay otros dos menores de edad (uno de ellos de apenas dos meses) que están internados en hospitales de Lima por la misma ameba y necesitan el tratamiento. Aun así, no hay laboratorio que tenga las pastillas.
–En detalle–
El nombre científico de la ameba que se aloja en el cerebro de Mateo es ‘naegleria fowleri’. Vive en agua fresca y caliente, pero no es exclusiva de los ríos de nuestra selva.
“Esa ameba está en muchos ambientes acuáticos. Pero solo afecta a las personas cuando se encuentra en su estado trofozoíto (cuando pierde sus aletas, deja de nadar y comienza a reptar). Ingresa por las fosas nasales y en muy extraños casos se adhiere al nervio olfatorio y se mete al cerebro a través del hueso etmoides. Una vez allí es capaz de segregar una enzima que destruye la masa cerebral hasta producir una meningoencefalitis”, dice Ernesto Bustamante, ex jefe del Instituto Nacional de Salud.
Uriel García, ministro de Salud entre 1980 y 1982, y designado para combatir la epidemia de cólera de esa década, dijo que ninguna persona debe arriesgarse a nadar en agua que no haya sido tratada. “Ahora los médicos que atienden a Mateo deberán tomar muestras del agua donde se sumergió para investigar el caso”, dijo.
Pero determinar el origen de la ameba implicaría tomar muestras de todas las piscinas (privadas y públicas), ríos y lagos en los que Mateo se sumergió durante los ocho días del viaje familiar.