¿Imagina un Jockey Plaza frente al Monumental?, por Pedro Ortiz
¿Imagina un Jockey Plaza frente al Monumental?, por Pedro Ortiz
Pedro Ortiz Bisso

Está en la lista de Trip Advisor, junto con el Parque del Retiro, la Plaza Mayor y el Palacio de Cibeles, como uno de los lugares más visitados de Madrid. A diario, cientos de personas de todas partes del mundo pagan 24 euros para recorrerlo, apreciar su impresionante salón de trofeos, sentarse por unos minutos en sus tribunas o fotografiarse frente al césped perfecto que tapiza su campo de juego. Y cuando juega el Real, sus tribunas revientan de gente.

El estadio Santiago Bernabéu está ubicado en Chamartín, en una zona donde se vive con cierta holgura, a solo unos pasos de la calle Serrano, donde se ubican las tiendas de las principales casas de moda del mundo. El recinto deportivo, además, cuenta con un espacio imposible para cualquier estadio del Perú: un centro comercial que abre sus puertas sin temor al ataque de algún barrista desaforado.

Ni Universitario ni ningún club de fútbol del país tienen el prestigio o la capacidad económica de la institución que preside Florentino Pérez. Pero suena imposible que esa convivencia entre estadio y barrio que hay en Madrid pueda repetirse aquí. 
¿O alguien imagina que el lote adyacente al Monumental, donde suelen organizarse conciertos, pueda ser sede de un nuevo Jockey Plaza? Ni con barricadas en cada puerta.

Los predios de los alrededores del estadio de la ‘U’ viven una permanente agonía. El deterioro es tal que algunos resignados vecinos han convertido sus garages en precarias sangucherías al paso durante los días de fútbol. Otros optan por encerrarse en sus casas para no ser víctimas de los barristas.

No es asunto exclusivo de los cremas. Construir un centro comercial al lado del Alejandro Villanueva suena imposible. Y proponer un estadio en medio de una zona residencial sería motivo de rebelión vecinal. Hace pocos años Sporting Cristal lo sufrió cuando anunció que levantaría el suyo en el Rímac. La presión del barrio mandó al tacho sus sueños de tener una casa propia.

Los barrabravas justifican sus tropelías bajo supuestos derechos reivindicativos (los clubes son suyos y deben defenderlos) y se presentan como grandes juzgadores de la moral ajena. El reciente ataque a los jugadores de la ‘U’ no fue solo por su mal rendimiento deportivo, sino por las supuestas indisciplinas de algunos de sus futbolistas.

El ministro del Interior acaba de sumarse a la lista de autoridades que prometen acabar con estos organismos purulentos. Pero anunciar el empadronamiento de hinchas o la suspensión de los partidos si hay actos de violencia no son medidas suficientes. 

Se necesita una acción integral que quiebre el vínculo mafioso que existe en el interior de esas organizaciones y, he aquí lo más difícil, poner a los clubes en vereda. Si siguen apañando –o sirviéndose– de estos grupos, la violencia seguirá ganando el partido como hasta ahora: con baile y por goleada.  

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