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Lady Guillén y una lucha que no encontró justicia [CRÓNICA] - 2
Martín Acosta González

Lady Guillén es una sobreviviente. En 2012 fue golpeada salvajemente por su pareja y su caso se convirtió en símbolo de la lucha contra el maltrato a la mujer. Pese a las pruebas, su agresor fue liberado por exceso de carcelería. Estuvo cerca de engrosar la estadística de feminicidios pero ella eligió vivir. Casi cuatro años después del episodio más oscuro de su vida, el Poder Judicial le ha dado la espalda.

Eran los primeros días de junio de 2012 y en una vivienda de Puente Piedra los gritos de Lady Guillén se ahogaban en los puños de Ronny García. El rostro de la joven bailarina sangraba. Minutos antes su agresor le había arrancado parte de la ceja de un mordisco y había estrellado la cabeza de Lady contra la pared varias veces. Apenas podía abrir su ojo izquierdo y durante esos minutos, pensó que iba a morir.

Durante un año Lady había soportado las agresiones de su pareja, pensando que era lo mejor para ella y para la enfermiza relación. Cada masacre era seguida de un pedido de perdón, en un espiral que se repetía semana a semana. Había vivido sus últimos meses secuestrada y amenazada por su pareja pero aquel día tomó valor, casi desnuda escapó de la casa y corrió. Corrió sin mirar atrás, sin saber a dónde ir. Ella había elegido sobrevivir.

Aquel mes de junio la historia de Lizeth Rosario Socia Guillén, o simplemente Lady Guillén, acaparó las portadas y los reportajes de la televisión. La imagen de su rostro desfigurado y con moretones se repetía en noticieros y páginas de diarios. Su caso se había convertido en símbolo de la lucha contra el maltrato a la mujer.

“Yo elegí entre vivir o morir”, cuenta Lady. Lo que vino después fue igual de duro. Mientras las heridas en su rostro sanaban, el daño sicológico parecía irreparable. “Mi autoestima estaba por los suelos, sentía que merecía lo que me había pasado. Tuve que pasar por un largo tratamiento sicológico. Tomé antidepresivos hasta hace unos meses”.

Hoy, a sus 29 años, Lady luce inquebrantable. Está a pocos meses de acabar la carrera de Derecho en la universidad y practica en un estudio de abogados. Haber sido víctima de violencia, la hizo volcar toda su energía en defender a aquellas que como ella han sufrido este flagelo. Muy pronto lanzará una fundación de ayuda gratuita para mujeres maltratadas. Mientras tanto, asesora casos similares junto al estudio en el que trabaja.

Dice que no se reconoce en los videos post agresión. Ella no habla precisamente de las heridas en su rostro, sino de su actitud frente a la cámara. En las imágenes de archivo, sus ojos sienten miedo, apenas pueden soportar la mirada en el frente y su cuerpo se ve frágil. Ahora luce fuerte y decidida. “Uno sana pero los recuerdos son imposible de olvidar”.

Sin embargo, casi cuatro años después el maltrato continúa. Su agresor quedó en libertad por exceso de carcelería en 2015 y andaba sin problemas por las calles. “No te imaginas lo que fue su libertad, me sentía impotente, pese a las pruebas, a las lesiones, a la sangre, ese tipo salió libre. Eso dolió más que cualquier golpe”. Los ojos le brillan, es impotencia, es rabia, es incluso miedo.

“Tengo miedo del sistema judicial, tengo miedo de que me pueda matar, de que pueda hacerme algo en venganza, de que le pase algo a mi familia”. Durante años su caso quedó estancado en la maraña judicial y recién el pasado 9 de marzo dio inicio el juicio oral. La Fiscalía había pedido para Ronny García 27 años de prisión por el delito de secuestro y 7 años por violencia familiar. Nada de eso ocurrió.

Hoy Lady ha sido golpeada nuevamente. Esta vez no son los puños de Ronny sino la mano de la justicia. La Primera sala para Reos en Cárcel de la Corte Superior de Justicia de Lima, absolvió a Rony García del delito de secuestro y lo condenó a cuatro años de prisión suspendida por los delitos contra la vida, el cuerpo y salud, en una sentencia polémica dada la brutal agresión. Lady Guillén, por supuesto, apelará en un acto que alargará más su calvario.

El maquillaje no oculta las marcas del pasado, el daño ha quedado tatuado en su interior. Mientras Lady está al borde de las lágrimas, su agresor sonríe, disfruta su efímera libertad y se regodea en la justicia ineficiente. Sin embargo, Lady sabe que su verdugo pagará cada golpe, cada patada, cada insulto, más pronto que tarde.

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