El olvido y esa irredimible asesina en serie llamada humedad limeña son los principales enemigos del patrimonio monumental de la ciudad, cuyo estado en diversas zonas se asemeja a la escenografía de una película de desastres.
La plaza Dos de Mayo es uno de esos espacios en emergencia, que luce su triste deterioro desde hace décadas, acentuado por un incendio que en el 2014 destruyó la casona Larco, uno de sus edificios circundantes construido a inicios del siglo pasado.
El techo y parte de sus paredes parecen haber sido arrancados de un manotazo, como si el lugar hubiese sido el campo de batalla de esos monstruos de caucho de las teleseries japonesas, que animaban las tardes televisivas de los niños setenteros.
Pero Lima, a pesar de su abandono casi costumbrista y del incondicional amor por el cemento de su actual alcalde, es una ciudad con suerte. O, mejor dicho, con leche. Pero de la buena, no de esas que prometen ‘pura vida’ al 60% nomás.
El anuncio de que Arte Express acaba de adquirir la casona Larco y que piensa hacer lo mismo con las otras siete que componen el conjunto arquitectónico de la plaza, debe ser la noticia más importante que ha podido recibir en mucho tiempo.
Dueña de 22 edificios en nuestra capital, y de otra importante cantidad en España y Estados Unidos, el negocio de esta compañía es conocido: compra edificaciones en deterioro para ponerlas en valor y explotarlas comercialmente.
Lo ha hecho ya con construcciones emblemáticas, como las que rodean la plaza San Martín. Gracias a ello es que varias empresas y entidades públicas decidieron volver al Centro de Lima, desafiando la inseguridad y la locura del tráfico vehicular.
Ahora está intentando hacer lo mismo en Detroit,la otrora capital de la industria automotor estadounidense, declarada en quiebra años atrás.
Es poco lo que se ha hecho por mejorar el Centro de Lima en los últimos años. El último gran esfuerzo por devolverle parte de su esplendor fue obra de Alberto Andrade, uno de los mejores alcaldes que ha tenido la ciudad, quien la liberó de los vendedores callejeros, trabajó en el embellecimiento de sus plazuelas e impulsó un original programa de padrinazgo de balcones.
Hace dos años, la Municipalidad de Lima estimó que se necesitaban 970 millones de dólares para la recuperación total del Centro Histórico, una suma imposible para sus desfallecientes arcas e incluso las del Gobierno Central.
Por eso es necesario promover que estos esfuerzos privados se multipliquen, otorgándoles las facilidades que prevé la ley y mejorando la calidad de los servicios (seguridad, transporte, iluminación, etc.).
No abusemos de nuestra leche.
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