Perú en ‘boom’: para ponerse a bailar, por Raúl Castro
Perú en ‘boom’: para ponerse a bailar, por Raúl Castro
Raúl Castro

Si con el fútbol aterrizamos de vuelta a la realidad y en economía asumimos que las épocas doradas de los minerales y materias primas han llegado a su fin, con “Perú Boom” podríamos volver a tener motivos para bailar. Literalmente. 

El sello peruano-inglés Tiger’s Milk –“Leche de Tigre” en castellano– acaba de lanzar un disco doble con tal nombre, pleno de ritmos mixtos de cumbia local y música electrónica, en lo que puede ser la más reciente y vanguardista variación de un género que las masas juveniles europeas seguramente apreciarán con la fanática atención que los caracteriza.

Si bien aislado el hecho parece anecdótico, es por el contrario sintomático de un fenómeno cada vez más frecuente y que poco a poco empieza a tomar otro vuelo, en la medida en que sus números indican que algo más que los pies se están moviendo positivamente en la economía, el arte y las industrias creativas del país.

Tres años atrás, Martín Morales, fundador de Tiger’s Milk y de una exitosa cadena de restaurantes en Londres –entre ellos los célebres Ceviche y Andina– tuvo una revelación: la comida se sirve bien al ritmo original. Así, hizo el peregrinaje respectivo por los bares y pubs de la capital para captar la estructura sentimental del sonido actual limeño. Y la halló en la cumbia electrónica.

En una ciudad con el tránsito colapsado, con la peor contaminación sonora, la reconstrucción auditiva de la chicha –“cumbia veloz” según la crítica europea– es lo que Morales encontró susceptible de ser apreciado en grandes mercados a la caza de tendencias.

El hecho no es aislado. Como con la música, países emergentes como el Perú encuentran en la economía cultural y artística de los libros, el teatro, el cine, la moda, la cocina, los videojuegos y la producción de radio y televisión –llamados también la “industria creativa”– no solo fuentes de ingreso y desarrollo considerables.

El impacto de la gastronomía es mucho más conocido. Mientras apostábamos en Chile el orgullo nacional, jugando al fútbol, en Dubái, Emiratos Árabes, una de las más grandes cadenas de hoteles internacionales, con presencia en todo el planeta, dejaba listo su próximo restaurante “peruano”.

En él, la artista india Fathima Mohiuddin, sobresaliente en Asia, Europa y Estados Unidos, pintaba murales “peruanos” sin haber estado alguna vez en nuestro país. “Me pidieron que hiciera algo en mi estilo, inspirado en su arte ancestral”, me contó por Facebook.

Según el libro del BID, “La economía naranja. Una oportunidad infinita”, las industrias culturales en el Perú representaron al 2013 el 2,7% del PBI del país. Una participación tan o más fuerte que lo que aportan otros sectores como el minero.

En un escenario así, es de destacar que la corrupción o la inseguridad no sean las únicas marcas peruanas. Felizmente el mundo empieza a reconocer otras por las que incluso puede ponerse a bailar. Tras beber una buena leche de tigre.

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