Nunca falta un visitante del Parque de las Leyendas que, al ver merodear algún gallinazo por el zoológico, pregunte: “¿Por qué no los matan?”. “Algunos piensan que, por ser carroñeros, son cochinos. A otros les dan miedo o dicen que dan mal aspecto. Nosotros intentamos educar a las personas y explicarles que no se puede eliminar a estos animalitos”, dice Ghiovanna Yépez, subgerente de Zoología del Parque de las Leyendas.
A diferencia de lo que uno podría imaginar, los gallinazos son aves que valoran la limpieza. Pueden pasarse horas acicalándose para tener el plumaje en condiciones óptimas para el vuelo y buscan piletas para poder bañarse solos o con otros individuos de sus colonias. Según el Departamento de Ornitología y Ecología del Museo de Historia Natural de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, hay grupos que han aprendido a calcular a qué hora se activa la pileta del convento de Santo Domingo y llegan puntuales para su baño.
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“Acá vienen buscando agua limpia. Les gusta beber agua fresca”, cuenta Ghiovanna Yépez. “Y, aunque son principalmente carroñeros, también les gusta comer frutas y verduras. Antes iban por donde están las tortugas y se comían su lechuga, por lo que tuvimos que poner elementos disuasivos para evitar que ingresen: mallas, cintas de colores, círculos de espejos”, agrega.
Estas precauciones no tienen que ver con algún posible comportamiento agresivo de los gallinazos. Estos ni siquiera tienen enemigos naturales. Lo normal es que sean muy pacíficos –quizás tengan alguna pelea con otro gallinazo que no sea del mismo grupo– y que mueran de viejos. Pero algunos ejemplares han sido víctimas de los pirotécnicos de fin de año, de algún niño honda en mano y de los venenos para ratas.
“A veces me hacen preguntas oscuras y hasta siniestras sobre los gallinazos. ‘¿Se comen entre ellos?’ No, no lo hacen. Tampoco comen palomas muertas”, dice Letty Salinas, jefa del Departamento de Ornitología de la UNMSM.
—Juguetones—
De acuerdo con los especialistas de la UNMSM , son animales muy sociables e inteligentes, capaces de resolver problemas en equipo. “No tienen armas. Así que su mejor mecanismo de defensa es mantener a la colonia unida”, explican.
Una prueba de la gran inteligencia de estas aves, dice Letty Salinas, es su capacidad para el juego. “Los pichones juegan tempranamente con insectos, plantas y piedras, y son desde pequeños muy observadores. Miran atentos a otras aves, a los roedores. Se caracterizan por ser muy contemplativos”, afirma.
Cuenta que alguna vez tuvieron en el Departamento un gallinazo ciego que había desarrollado más el sentido del tacto. “Caminaba sobre mi cabeza con mucho cuidado. Nunca me arañó”, recuerda.
Además, asegura, tienen una gran memoria, lo que les permite orientarse y volver a los lugares donde vivieron cuando eran pequeños. “Los gallinazos que criamos de pichones nos visitan ocasionalmente. Nos recuerdan. Se acicalan por acá y luego encontramos sus plumas”, dice.
—Sí, también son románticos—
Un gallinazo enamorado hará lo que sea por ganarse el corazón de aquella hembra a la cual un humano solo ve como una de las integrantes del cuartel de Betty, la fea. La llenará de gestos, tratará de lucirse delante de ella volando a su alrededor y se esmerará en llevarle regalos. Por lo general serán semillas u objetos coloridos que a la hembra no le servirán de nada. Serán cosas tan ‘útiles’ como las joyas que usamos los humanos o los adornos con los que decoramos nuestras casas.
Los investigadores de la UNMSM señalan que algunas hembras tardan más en decidirse por la pareja adecuada, ya que, tras “dar el sí”, permanecen juntos toda la vida. Son monógamos y, a menos que enviuden, no se fijarán en otro sujeto.
Ambos miembros de la pareja, dicen los especialistas, suelen ser excelentes padres. “Buscan juntos un lugar donde anidar que esté protegido de otras aves. Cuidan a sus pichones por seis meses y durante esa etapa se turnan para traer la comida”, explican en el Departamento de Ornitología y Ecología de la UNMSM.
Luego, las impulsan a volar. Pero sí hay crías menos seguras que otras, que no se atrevan a echar vuelo, los padres las cuidarán hasta que puedan abandonar el nido. Y sus atenciones van más allá de brindarles alimento y seguridad. “La cabeza desnuda de los gallinazos es muy sensible y les sirve, también, para socializar. Padres e hijos, abuelos y nietos se reconocen y se hacen mimos. Se tocan la cara”, dicen los investigadores.
—Otros datos curiosos sobre los gallinazos—
- Según los especialistas de la UNMSM, los gallinazos no son agresivos. Sin embargo, si se sienten en peligro, pueden vomitarle al enemigo lo que haya comido poco antes. También pueden segregar olores fétidos para espantar a las posibles amenazas.
- Su dieta se basa, principalmente en carroña, contribuyendo así con la reducción de los residuos orgánicos en la ciudad. Pueden recorrer, en un día, entre 3,5 y 4 kilómetros en busca de comida.
- Su aparato digestivo logra neutralizar las bacterias y organismos nocivos alojados en los desperdicios y cadáveres en descomposición, por lo que sus heces no suponen fuentes de contagio de enfermedades como la salmonelolis o la histoplasmosis.
- Normalmente se observan más grupos a lo largo de los ríos Rímac, Chillón y Lurín ,y en el litoral marino, donde encuentran deshechos. Sus nidos, en cambio, nunca estarán en la misma zona.
- Para anidar buscan lugares altos y lejos de otras aves. Antes iban al centro de Lima: a Palacio de Gobierno, a las iglesias, al Congreso de la República, etc. Pero, tras el boom inmobiliario en Lima, han ido encontrando edificios más altos, cuyos techos son más apreciados por los gallinazos que preparan la llegada de nuevos polluelos.
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