Han pasado dos días de la tragedia en Villa El Salvador, pero el dolor y la angustia se han instalado con más fuerza en todas las casas que la mañana del jueves ardieron con la deflagración causada por la fuga de gas de un camión-cisterna.
En la avenida Mariano Pastor Sevilla, por donde el fuego discurrió en segundos y dejó todo en escombros y miseria, más de 20 familias amanecieron a la intemperie o refugiadas en pequeñas carpas. Todas, muy cerca de sus viviendas.
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A la consternación que ha dejado a estos vecinos la pérdida de familiares o de bienes, se ha sumado la preocupación ante posibles incursiones de asaltantes que les quiten lo poco que les ha quedado. Por eso no se alejan, a riesgo de que sus techos de calamina o muros minados por las llamas se desplomen en cualquier momento o sobre ellos.
Para otros, sin embargo, la embestida del fuego ha sido tal que dejaron sus casas por seguridad, pero no hallaron espacio suficiente dentro de las 17 carpas que colocó la Municipalidad de Villa El Salvador en el cruce de las avenidas Mariano Pastor Sevilla y Villa del Mar. En esta intersección, el camión de la empresa Transgas impactó con un desnivel y ello originó la desgracia. Hasta ahora, hay 14 personas fallecidas y alrededor de 40 heridas.
La ayuda ha llegado desde el mismo jueves al sector del siniestro. Entidades estatales y asociaciones de vecinos de diversos distritos de Lima llevan a toda hora alimentos, agua y abrigo, pero nada parece ser suficiente. Piden un lugar donde dormir, más medicinas para sus parientes graves; o que los ayuden a despejar de sus casas lo inservible, que hoy es casi todo lo que tienen.
Desde la tarde de ayer, la avenida Villa del Mar ya se había convertido en un enorme velatorio trazado por una especie de largo corredor: toldos y coronas habían sido dispuestos en la vía para los funerales.
El primer féretro llevado a la zona fue el de Juan Valladolid Loayza. De hecho, el cuerpo de este taxista de 53 años también fue el primero al que trasladaron a la morgue cuando el incendio todavía no era sofocado. El jueves, como de costumbre, Valladolid fue temprano a la cochera de su domicilio para sacar su auto y trabajar. Allí la nube de gas lo aturdió y obligó a salir. El fuego lo fulminaría en su puerta.
El velorio de Juan se realiza frente al de Isidora Meza (62) y Geraldine Rivero (18), abuela y nieta, que dormían cuando la tragedia empezó. Las casas de las familias Valladolid y Rivero eran las más próximas al punto donde el camión-cisterna, cargado de gas, colapsó.
Dos predios más allá vivía Andrés Asto Espíritu. Su muerte, dicen sus primos que lo lloran, ha sido una enseñanza de amor fraterno. Encendida la calle, Andrés llevó a sus padres hasta un punto seguro, pero volvió para ayudar a su hermano que ya había corrido tras él en la espesura del gas. Andrés murió en la calle, frente a su casa. Y hoy allí lo velan, como a un héroe.