Esta entrevista se realizó pocos días antes de que pintor y curador partieran a la Ciudad de los Canales. Tiempo en que ambos ponían a punto y preparaban el envío de las piezas, listas para su instalación en el pabellón peruano ubicado en el ‘Arsenale’ de la Bienal de Venecia, que abre sus puertas del 11 de mayo al 24 de noviembre. Por la mañana, disponían y revisaban el gigantesco mosaico que sirve de nuevo soporte para los transgresores óleos de Christian Bendayán. Por la tarde, ensamblaban las piezas de aluminio que forman una pintura de gran formato, donde un grupo de travestis escenifican una danza tribal mientras, tras ellos, arde la inoxidable Casa de Fierro en el centro de Iquitos. Resulta interesante apreciar cómo el artista ha realizado un ‘remake’ de algunas de sus obras más icónicas sobre nuevos soportes, dotando a las piezas de una nueva dimensión.
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En efecto, si buena parte de la obra del artista iquiteño está vinculada con el travestismo, tanto sexual como cultural, ahora las mismas obras se travisten en diferentes técnicas utilizadas. Sus obras adquieren un nuevo ropaje: los azulejos nos hablan de la coquetería de una ciudad amazónica que vive la fantasía de la ‘belle époque’ tropical. Las placas de metal tienen que ver con los atavíos arquitectónicos del modernismo industrial, simbolizado por la histórica Casa de Fierro. “Travestir, en este caso, es revestir”, nos explica Gustavo Buntinx, responsable de la curaduría del proyecto “Indios antropófagos”. Se trata de una apuesta que da en la diana del tema propuesto por Ralph Rugoff, curador general de la bienal: “May you live in interesting times” (Que vivas en tiempos interesantes), que alude a una frase de ánimo de la tradición china, que nos alienta a enfrentar con buen talante los períodos de incertidumbre, crisis y agitación. Exactamente los que hoy vivimos.
Para Bendayán, el trabajo que presenta en la bienal es una instalación artística que puede leerse también como la puesta en escena casi cinematográfica de una historia que nos involucra. “No es solo una exposición sobre la Amazonía. Lo que uno va a encontrar es una invitación a pensar sobre nuestra diversidad y cómo estamos unidos en nuestras diferencias. Es una reflexión compleja sobre la identidad y nuestras identificaciones”, afirma el pintor.
Pero, sobre todo, “Indios antropófagos” es un contrapunto entre la obra plástica de Bendayán y la historia del arte amazónico. Para empezar, a manera de aquellos antiguos gabinetes de curiosidades, la muestra presenta postales originales de Iquitos durante la época del caucho en diálogo con otras postales, contemporáneas y casi paródicas, elaboradas por el artista. Asimismo, en el pabellón peruano en Venecia se exponen cuadros del entomólogo alemán Otto Michael, quien a inicios del siglo XX, cuando no clasificaba mariposas, pintaba el desarrollo del puerto de Iquitos, describiendo el avance de lo moderno sobre la selva peruana. Así, otro diálogo con 100 años de distancia se entabla entre Michael y Bendayán, también pintor de la selva urbana.
—¿Cómo se ha ido transformando el proyecto original, elegido para participar en la bienal, al trabajo que ahora llevan a Venecia?
Christian Bendayán: Lo que era un proyecto del equipo curatorial se ha ido convirtiendo en un proyecto en el que intervino mucha gente, aportando ideas y talento. Dejó de ser un trabajo de pocos para volverse un proyecto que reúne miradas de distintas épocas y lugares. Dejó de ser solo la mano del pintor amazónico [como estaba pensado en un principio] para sumar las manos de artistas formados en la tradición del azulejo, por ejemplo. Eso ha sumado muchísimo. Tenemos aún abiertas las posibilidades de seguir variando el proyecto, pues cada día surge algo. El proyecto ha crecido en calidad, creatividad, información. Como todo proyecto expositivo, no solo crece en cuanto a producción: crece cuando uno empieza a entenderlo mejor.
Gustavo Buntinx: El proceso piensa por ti.
—¿Han tenido que replantear conceptos?
Christian Bendayán: Hay un tema que no estaba planteado al inicio del proyecto y que resultó fundamental: la banda sonora. Tenemos una instalación sonora que acompaña la propuesta diseñada por Fil Uno, un músico apasionado de la Amazonía. Él se propuso componer a partir de las investigaciones que nutren esta exposición y, a la vez, complementarlo con la participación del coro de Loreto y los músicos de la orquesta de cámara de la Universidad Científica de Loreto. Además incorpora sonidos de la calle, de la gente trans, entre otros elementos que forman una especie de ‘soundtrack’ de la muestra.
Gustavo Buntinx: Estos procesos transformadores en la praxis lo alambican todo: si la propuesta nació como un punto de inflexión en el neobarroco tecnotropical andino de Christian Bendayán, ahora esto encontró un sobregiro sensible y espectacular.
Christian Bendayán: Querrás decir neobarroco tecnotropical amazónico.
Gustavo Buntinx: ¡La palabra ‘tecnotropical’ ya implica lo amazónico!
Christian Bendayán: Es que queremos convencer a todos los peruanos de que el Perú es un país amazónico. ¡De eso se trata esta muestra!
Gustavo Buntinx: [Ríe]. Justamente este tipo de propuestas abren esas interrogantes: qué es lo que define a un país que no conoce definiciones únicas ni perdurables. En ese sentido, la labor de Christian ha sido proteica a lo largo de dos décadas. Su trabajo ha sido una gigantesca máquina barroca que elabora y metaboliza diferencias. ¡Somos un país construido desde las diferencias! El problema es que muchas veces se asumió eso a partir del desprecio. Actualmente, una serie de rearticulaciones del carácter nacional ha permitido revertir eso de manera significativa, aunque insuficiente. Y Christian ha tenido un papel incisivo en esas rearticulaciones. Esta propuesta marca, a su vez, una torsión importante en su trayectoria. Para mí es fascinante comprobar cómo un artista con tanta trayectoria puede asumir nuevos retos y reinventarse. Christian aceptó transformarse a sí mismo para un escenario tan exigente y complejo como el de la Bienal de Venecia. Hay allí una audacia que me parece importante resaltar. La posibilidad de repensar el azulejo o el imaginario industrial de la Casa de Fierro en términos plásticos válidamente contemporáneos es algo que nos pone ante una actitud legítimamente renovadora.
—¿Qué nos puedes decir de esta transformación de tu propia obra?
Christian Bendayán: De hecho, estoy retomando obras que fueron pintadas hace más de 10 años. Pienso que mi obra ha sido una especie de crisálida a la que le tomó más de 10 años generar sus alas. Pero debo decir que mi trabajo no es solo la celebración que uno puede percibir a primera vista. Hay una invitación a reflexionar críticamente sobre el país, desde su historia amazónica.
—¿Lo festivo de una danza tribal interpretada por travestis puede ser un símbolo de la frustrada modernidad en Iquitos?
Gustavo Buntinx: Podríamos hablar de una modernidad fantaseada.
Christian Bendayán: No olvidemos que la bienal tiene un tema general: que vivas en tiempos interesantes. Las pinturas de la muestra te hablan de estos tiempos complejos, en los que todos nos devoramos. Vivimos en un mundo antropófago, somos una especie que lo devora todo y que, paradójicamente, construye estereotipos del salvaje para definir al otro y seguir avanzando en la destrucción.
Gustavo Buntinx: Es la idea de que el caníbal siempre es el otro. Aquí las metáforas digestivas son cruciales: La exposición se titula “Indios antropófagos” en alusión a los modos cómo se ha construido al salvaje como un otro absoluto. Y con ello, justificar la infiltración del Estado y del mercado. Frente a ello, hay una resistencia cultural que toma estrategias diversas. Una de ellas es la metabolización: convertir lo ajeno en energía propia. Ese fue el planteamiento del movimiento antropófago de los vanguardistas brasileños hace 100 años. Ellos desecharon las posturas de una identidad hermética en la cultura y, por el contrario, aplicaron radicalmente la receta moderna de devorar todo lo ajeno para transfigurarlo a imagen y semejanza propia.
Christian Bendayán: A ello añadiría que no se trata de representar a la víctima, al oprimido. Más bien es la representación de su respuesta.
Gustavo Buntinx: Es devolverle al otro la posibilidad de réplica.
—Han hablado de otras manos sumadas al proyecto. ¿De quiénes hablamos?
Christian Bendayán: Están las manos, por ejemplo, de los artistas de Azulejos Iturri...
Gustavo Buntinx: Es una fábrica muy tradicional de azulejos, en la gran tradición sevillana...
Christian Bendayán: Una fábrica que, gracias a Dios, existe. No hay otra que conserve esta tradición manual. A la vez tenemos a San Lorenzo, que trabaja azulejos, pero usando tecnología de punta. Existen artistas invitados también y, por cierto, muy importantes para la creación de estas obras son mis modelos. He compartido muchas horas con ellos para saber qué es lo que piensan para involucrarse en mi obra.
—¿Y qué es lo que piensan frente a tu trabajo?
Christian Bendayán: Hay una suerte de construcción colectiva. A la hora de hacer las sesiones fotográficas, por ejemplo, ellos siempre opinan. Proponen, traen cosas, me dicen cómo les gustaría aparecer. A muchos los conozco de años, los he conocido chicos, ahora son chicas. No soy yo quien dirige la escena, es el aporte de ellas, cómo quieren verse. Se trata también de sus historias, de sus sentimientos. Comparten conmigo lo que les molesta y lo que les atemoriza. Desde cuestiones muy íntimas sobre su sexualidad o su vida familiar, hasta la conservación de la Amazonía y la identificación con su tierra.
Gustavo Buntinx: Y estas obras ponen eso en evidencia. Estos impresionantes despliegues pueden ser vistos como pinturas de gran formato, pero también pueden interpretarse como un ‘tableau vivant’, el cuadro vivo. Es importante entender cómo Christian arma sus composiciones. Se identifica con las historias de estas personas, con quienes tiene una proximidad de años, y busca articular con ellos una alegoría histórica y social. Sobre la base de las tomas fotográficas hay una reinterpretación pictórica. Es una espiral de construcciones que dan como resultado una formidable simbología barroca. Allí uno comienza a percibir los elementos que refuerzan y ponen en evidencia la truculencia detrás de estas portentosas creaciones.
Christian Bendayán: Hay una suerte de teatralización. Mi obra es eso: yo no estoy pintando a una etnia amazónica, sino a un grupo de chicas trans haciendo de miles de etnias. Hay una suma de pintura corporal huitoto y bora, y lanzas shipibas posmodernas. Todos estos elementos nos hablan de lo amazónico como pastiche. Y todo esto ocurre frente a la Casa de Fierro, lugar donde se reunía la alta sociedad iquiteña y donde se proyectó la primera película en la ciudad, en 1900. Estos enlaces con el tema cinematográfico son claves.
Gustavo Buntinx: El travestismo es, finalmente, una puesta en escena. Y toda la obra de Christian, pero principalmente en esta gran culminación, es una puesta en escena dentro de otra puesta en escena.
EL DATO
Es el Patronato Cultural del Perú la organización responsable, hasta el 2034, de organizar la participación peruana en la Bienal de Venecia. Son sus patrocinadores El Comercio y la Fundación Wiese. Para esta edición, además del Ministerio de Cultura, auspician Prom-Perú, Icpna, Cerámica San Lorenzo, Marsh Rehder y el Ministerio de Relaciones Exteriores.