Redacción EC

AARÓN ORMEÑO HURTADO

Tengo 35 años. Cuando era niña decía que quería ser artista o cocinera de grandes hoteles. Fui medalla de plata en la especialidad de grabado en la Escuela Nacional de Bellas Artes. Mi mayor virtud y mi mayor defecto es la intensidad. He sido ilustradora en diversos proyectos. También escribo poesía. Me encanta conocer más sobre el quechua porque una palabra te puede abrir un universo. No trabajo todo el tiempo, los domingos salgo a montar skate con mis amigos.

Es invierno. Como si se tratara de un cuento, las hojas amarillas empiezan a caer de los árboles mientras Sheila Alvarado dibuja con la luz natural de su ventanal. Su taller de San Isidro es su mundo. Traza cucharas, tazas, nubes y carritos. Alrededor de ella se encuentran varias ilustraciones, libros y poemarios inéditos que continúa trabajando.

¿Por qué esta edición bilingüe?
Creo que simplemente tenía que hacerla. Hace varios años conocí a Jorge Vargas Prado. Él es del Cusco. Creo que su amor por las lenguas originarias me inspiró. Fue así como me acerqué al quechua, que es tan lindo, tan poético y tan dulce. También trabajó Inés Quispe Puma en el proyecto.

¿De qué trata tu poemario?
En realidad constituye un proyecto poético de tres partes. Esta es la parte infantil. Habla de la cotidianidad de las cosas sencillas y dulces. Es el universo infantil que uno lleva consigo y arrastra a través del tiempo. Siempre hay un pequeñito dentro de nosotros.

¿Las demás partes también serán bilingües?
Después de este libro viene la segunda parte que es una voz adolescente y será traducida al asháninka. La tercera parte es una expresión adulta. Aún no sabemos en qué lengua será, pero podría ser algo más de la costa.

¿Te parece que hoy exista más interés por el quechua?
Uno no ama lo que no conoce. Las lenguas originarias son nuestras y son nuestra cultura. No las estamos respetando como debe ser. Lo bueno es que hay una nueva generación que sí quiere aprender. Antes se burlaban mucho del dejo, del ‘mote’. Era como que antes se sentían menos, cuando en realidad se trata de ser más por el hecho de poder hablar en dos lenguas.

Es curioso que la gente use palabras en quechua sin saber, ¿no?
Si hay un lugar donde más se habla el quechua es en Lima. La gente parece que no lo sabe, pero está en todas partes. Lo utilizamos todo el tiempo, como cuando le decimos ‘michi’ al gato o ‘cumpa’ a un amigo. Si mi libro hace que la gente se acerque más al quechua, para mí sería algo muy bonito.

¿Cuán importante es el arte en la formación de un niño?
El arte es muy necesario. No se trata de un entretenimiento o algo banal que está colgado en las paredes. Se trata de una expresión de lo que sentimos y somos. El arte y las lenguas originarias merecen respeto porque nos identifican. No solamente somos un papel o un dibujo, somos una cultura a partir de eso.

¿Los niños cómo reaccionan con tu libro?
Para recitar estos poemas me visto de coneja. Es lindo que los niños no me hablan como si fuera Sheila Alvarado, más bien me dicen “señorita coneja” y me hacen preguntas.

Las ilustraciones deben atraerles mucho…
A los niños y a los grandes también. Creo que a veces entre los poemas se necesita algo que podría ser un descanso visual. A los chicos les gustan los dibujos y me preguntan por la conejita dormida o el carrito que encuentran en las páginas. Como las ilustraciones son en blanco y negro, hasta me preguntan si pueden colorear. Yo les digo que sí.

¿Escribiste los poemas primero y luego los ilustraste?
Yo estaba haciendo la novela gráfica “Ciudad de payasos” con Daniel Alarcón. Dibujaba todo el día por un año. En medio de eso también empecé a dibujar cosas sencillas y a la par también escribí estos poemas. Fue así como nació mi poemario. Simplemente salió la coneja poeta.

Muchos recuerdan tu trabajo como ilustradora de una página de sexualidad en “Perú21”…
La gente no sabe que yo empecé haciendo ilustraciones para cuentos infantiles. Dentro de todos los personajes que he creado ha sido Limeña Girl la más conocida, pero yo sigo haciendo cuentos y poesía para niños. El año pasado obtuve el primer puesto en la V Bienal de Poesía infantil del Icpna con “El vals de las cometas” y sigo con varios proyectos.

¿Los adultos se olvidan del niño que llevan dentro?
Sí, creo que hay que alimentar a ese niño; si no es así no va a poder gritar cuando vea al heladero o cuando quiera ir a la playa a disfrutar del sol. Tampoco podrá sacar la mano por la ventana para sentir la lluvia. Es bonito poder sorprenderse con cosas tan sencillas.

¿Cómo eras de niña?
De niña era un locón. Mi familia me dice que volteaban y me veían hablando a alguna persona o que andaba cantando o que me perdía. Siempre estaba tratando de subirme a los árboles o andaba construyendo cosas. Siempre estaba de un lado para otro. Nunca he sido una niña de vestiditos, más bien andaba jugando en overol y polo.

¿Conservas esa inquietud hasta hoy?
Siempre me gusta estar haciendo cosas. Tengo algo de cuatro poemarios guardados, estoy componiendo canciones y quiero tomar clases de canto. Tengo proyectos paralelos sobre asháninkas, estudio de las trenzas en el Perú y hasta ando manejando skate los días domingos [risas].

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