Seductora por su anacrónica belleza, sobre estas líneas vemos el detalle de “La alegoría de la unión americana”, cuadro del pintor Florentino Olivares de Paceño. Pintada en 1865 (un año antes del Combate del 2 de Mayo), la obra resulta fascinante para el historiador de arte Luis Eduardo Wuffarden: es el testimonio de un pintor olvidado, parte de una familia de artistas afincada en el Cusco y el Alto Perú, y que se mantuvo muy activa en el sur andino a lo largo del siglo XIX, fieles a una técnica pictórica directamente heredada del virreinato. Para el especialista, la paradoja es extraordinaria: un cuadro pintado aún con técnica colonial para expresar los ideales de la Independencia y la libertad de la región. El cuadro, que permaneció olvidado por mucho tiempo, fue rescatado por el Museo de Arte de Lima (MALI) de los depósitos de un anticuario local, al considerarlo una pieza clave dentro de la pintura alegórica andina en el Perú decimonónico. “Nos permite ver la firma en que un nuevo conflicto con España, repercutió en toda la región”, señala. Así, en la obra de Olivares resurgen símbolos que nos remontan a las gestas independentistas: el León como símbolo de la corona españa y la femenina alegoría del Continente americano como una mujer indígena con penacho de plumas, llevando los símbolos nacionales de las jóvenes repúblicas.
Qué mejor que la obra de Florentino Olivares de Paceño para hablar de una historia compleja, por momentos contradictoria, y representativa de nuestro pasado en común. La pintura, junto con otros testimonios artísticos y documentales forma parte de la muestra “El Perú ante el mundo”, inaugurada en el Centro Cultural Inca Garcilaso del Ministerio de Relaciones Exteriores. Bajo la curaduría de Wuffarden, la exposición da cuenta de la historia y la proyección de nuestra diplomacia en sus 200 años de historia.
Fundada por José de San Martín el 3 de agosto de 1821, la Cancillería ha sido un actor definitorio de la integridad territorial de nuestro país, formador de la nacionalidad y portador de un sentido de Estado. Por ello, la intención de esta ambiciosa exposición es mostrar cómo, a lo largo de los siglos XIX y XX, la institución ha contribuido de modo determinante a proteger y asentar la soberanía del Perú y sus fronteras, desde las gestiones para el reconocimiento internacional del país independiente; la confirmación de la peruanidad de Tumbes, Jaén y Maynas; la negociación y fijación de las fronteras; la resistencia ante la injerencia de las grandes potencias decimonónicas; el retorno de Tacna; la defensa de las 200 millas; la negociación de paz con Ecuador; y, ya en el s. XXI, el fallo de La Haya, entre tantos otros capítulos de nuestra historia.
“La muestra trata de resumir la historia bicentenaria de la Cancillería. Desde luego, era muy difícil compendiar todo este tiempo en un espacio limitado, pero optamos por mostrar algunos momentos de su historia que resultaran interesantes para el gran público, a través no solo de obras de arte sino de documentos, y testimonios de época”, explica Wuffarden.
Así, encabeza la exposición el retrato del Libertador don José de San Martín, fundador de la Primera Secretaría de Estado de Relaciones Exteriores, así como de la Orden del Sol del Perú, reconocimiento presente en la vitrina junto con su antiguo reglamento. Se suma a estos testimonio de época una carta firmada por Juan García del Río, el primer Canciller del Perú, responsable de los primeros contactos con potencias europeas para conseguir empréstitos para nuestra naciente República.
En la sala siguiente la muestra despliega una notable colección de mapas de época (desde fines del siglo XVIII) que dan cuenta del impacto y redefinición de nuestras fronteras, tras las diversas pugnas entre las nuevas repúblicas tras la Independencia, y en las que nuestra cancillería ejerció un papel decisivo. Se exhibe también una serie de documentos originales del Archivo Histórico del Ministerio de Relaciones Exteriores, como el original del importantísimo Tratado del Protocolo de Río de Janeiro, firmado en 1942, hasta el fallo de La Haya de la Delimitación Marítima entre Perú y Chile, ejecutado desde 2014. La museografía se complementa con pantallas que muestran una enorme colección de fotografías que dan cuenta de las diferentes actividades de la Cancillería.
En otra sección de la muestra, se revelan los decisivos oficios de la Cancillería como agente para la proyección de la imagen del país en el exterior, a propósito de las grandes exposiciones internacionales realizadas desde el siglo XIX. Un énfasis especial merece la presencia peruana en la Feria Internacional de Sevilla de 1928, donde nuestro país construyó un magnífico pabellón aún existente, diseñado por el icónico arquitecto Piqueras Cotolí.
Otros temas de sumo interés para el visitante de la muestra tiene que ver con el proceso de la elección del Monumento del 2 de Mayo, que se realizó a través de un concurso público en París. Varios grabados de época dan cuenta de la exhibición de las maquetas participantes, y, cómo no, de la maqueta definitiva que hoy se erige en la histórica plaza limeña.
Asimismo, la muestra da presenta una colección de retratos tanto de los diplomáticos de carrera como de personajes notables que recibieron cargos como ministros plenipotenciarios. Entre los primeros, destaca el retrato de José Larrea y Loredo, el único pintado por José Gil de Castro que evidencia un uniforme diplomático, mantenido vigente hasta hace pocas décadas. Le acompaña un real uniforme de gala, de la colección de la Academia diplomática del Perú. En el segundo grupo, se expone el retrato pintado por José Sabogal del Mariscal Andrés Avelino Cáceres, quien en su madurez ejerció como Ministro Plenipotenciario en diversas misiones en Europa, como homenaje a sus méritos en la Guerra del Pacífico.
También se exhiben retratos de diplomáticos peruanos que han ejercido cargos notables en el ámbito internacional, como Víctor Andrés Belaúnde, pensador, jurista, diplomático y político arequipeño que presidió la Asamblea de las Naciones Unidas entre 1959 y 1960. Asimismo, se recuerda al estudioso de los límites patrios Víctor Maúrtua y don Raúl Porras Barrenechea, uno de nuestros grandes historiadores y canciller en el gobierno de Manuel Prado y Ugarteche.
Al final de la muestra del Centro Cultural Inca Garcilaso, se levanta en la última sala una instalación que nos recuerda el valor emblemático del Palacio de Torre Tagle como sede de nuestra cancillería. Allí se han colocado los retratos de José Bernardo de Tagle y Portocarrero, y de su esposa, la marquesa Mariana Echevarría de Santiago y Ulloa, principales colaboradores del Libertador San Martín. Se disponen también muebles muy finos que formaban parte de la decoración del palacio y que porimera vez se exponen al público. Para recordar ese periodo histórico, se suma a los retratos varias pinturas de Teófilo Castillo, uno de los principales evocadores del mundo virreinal a través de la pintura, quien eligió como uno de sus motivos más citados justamente la arquitectura del Palacio de Torre Tagle.
Una reivindicación del retrato y el vestido
Ciertamente, para un curador resulta distinto su enfoque al prepara una exposición histórica comparado con una exposición de artes visuales. En la muestra “El Perú ante el mundo”, Wuffarden se ha permitido incluir material que las exposiciones de arte suelen menospreciar: el retrato como género pictórico. “El desdén de los coleccionistas y del mercado por el género del retrato es un fenómeno universal”, lamenta Wuffarden. “Personalmente siempre he tenido un gran aprecio por este género, por su importancia y evolución a lo largo de la historia. En este caso, el vínculo de los retratos con la historia institucional de la Cancillería era fundamental. Para las antiguas monarquías y las familias nobles, las galerías de retratos formaban parte del sustento de su continuidad a través del tiempo, era la forma de mostrar la sucesión de las distintas generaciones o de los distintos gobiernos y autoridades. Es un elemento de memoria esencial para sustentar la historia y la continuidad de las instituciones”, explica el curador.
Además del incomprensible desdén por el género del retrato, en el Perú tampoco ha cultivado una cultura del traje y el tejido como parte de un patrimonio que merece ser destacado en museos, como sucede en otros países. Y esto es algo que sorprende a Wuffarden para quien el Perú es, fundamentalmente, un país de tejedores. “Es una de las manufacturas y elementos de cultura material más relevantes de toda nuestra historia. El tejido ha mantenido una continuidad a lo largo del tiempo. Sin embargo, en las colecciones históricas, los tejidos y los trajes brillan por su ausencia”, señala el curador.
“A pesar de su importancia real, los tejidos siempre han ocupado un lugar marginal dentro de la mentalidad de los estudiosos, incluso entre aquellos que han rescatado las artes populares o tradicionales del Perú. Muchos se detuvieron en la cerámica, la imaginaría o los retablos, pero dejaron siempre el tejido y el traje en un segundo plano. Esa es una tarea que está pendiente”, afirma.
Más información
Lugar: Centro Cultural Inca Garcilaso del Ministerio de Relaciones Exteriores. Jr. Ucayali 391, Cercado de Lima.
Temporada: Hasta el 17 de octubre. De martes a viernes, de 10 am a 8 pm. Sábados, domingos y feriados, de 10 am a 6 pm.
Ingreso: Libre. (Cuenta con los protocolos establecidos por el MINSA frente al Covid-19).