Uno siempre regresa a sus orígenes. Al menos eso es lo que cree Leoncio Villanueva, quien al ver terminada su más reciente muestra individual, “Paisajes y otras cosas”, que se inaugurará el miércoles 10 de junio en la galería Yvonne Sanguineti, notó la presencia de elementos con los que no trabajaba directamente hace unos 30 años. “Hay algo de lo que uno nunca puede escapar: de uno mismo”, comenta.
Villanueva es un pintor peruano que radicó en el extranjero (París y México) por dos décadas y es considerado parte de la generación del 70. Su trabajo –también como dibujante– se expandió gracias a su acercamiento a Carlos Aitor Castillo y Milner Cajahuaringa, por lo que la geometría, las estructuras y el surrealismo forman su base como artista. Aunque es cierto que su afición por las estructuras viene desde antes que descubriera el arte.
VARIOS DESTINOS
De joven, quiso ser doctor y, luego, arquitecto. “No me volví doctor porque me di cuenta de que no era lo mío, y en cuanto a la arquitectura: no sé si yo era malo con los números o mis profesores no enseñaban bien [ríe]. Entonces, también lo dejé a un lado. No tenía un rumbo claro, hasta que un amigo me llevó a ver unas clases en Bellas Artes. La verdad es que me quedé fascinado con ese mundo. Todo me impactó”, recuerda.
Así, Villanueva estudió arte y comenzó a plasmar en el lienzo figuras geométricas, como dejando fluir la clara influencia que la arquitectura tuvo sobre él. Sin embargo, con el tiempo, los elementos que formaban sus series se tornaron un tanto agresivos y violentos. Según cuenta, fueron una repercusión del terrorismo en nuestro país. “Yo vivía en París en esos años, pero recibía todas las noticias. Sabía lo que sucedía”, narra desde su casa –que también funciona como taller–. “Y lo que sucede en tu casa siempre es un punto de partida para comenzar a trabajar”.
CAMBIOS
Pero su trabajo no solo ha tomado un viaje hacia el pasado, también se ha transformado. Una de las características de sus pinturas, por ejemplo, es que estas parecían escenografías. “Como sacadas del teatro. Había mucha composición. Cada elemento tenía un sentido claro”. En cambio, en “Paisajes y otras cosas”, el artista juega con las perspectivas. Para empezar, eliminó lo que él llama el escenario. “Ya no existe una clara superficie plana, lo que permite la creación de una suerte de puertas. Ahora los planos se abren, te dejan ver otras cosas de los cuadros. Es como ver qué hay detrás. Como ir detrás de los telones”, explica.
En ese sentido, el espectador recibe una especie de invitación a –como él dice– volar y soñar. Básicamente, el artista lo invita a contemplar, a ver que dentro de una pintura hay mucho más: hay una trayectoria, una historia. Hay una perspectiva que él encontró al conectarse una vez más con su pasado y, también, con su presente.